Homero (en griego Oμηρος Hómēros) fue un poeta y rapsoda griego antiguo al que tradicionalmente se le atribuye la autoría de las principales épicas griegas —La Ilíada y La Odisea—, la épica menor cómica Batracomiomaquia («La guerra de las ranas y los ratones»), el corpus de los himnos homéricos, y varias otras obras perdidas o fragmentarias tales como Margites. Algunos autores antiguos le atribuían el Ciclo Épico completo, que incluía más poemas sobre la Guerra de Troya así como poemas tebanos sobre Edipo y sus hijos. En todo caso, no cabe duda de que es el pilar sobre el que se apoya la épica grecolatina y, por ende, la literatura occidental.
En la figura de Homero confluyen realidad y leyenda, la tradición sostenía que Homero era ciego, y varias ciudades jónicas reclamaban ser su lugar de nacimiento, pero por lo demás su biografía es una hoja en blanco. Entre los investigadores hay considerable debate sobre si Homero fue una persona real o bien el nombre dado a uno o más poetas orales que cantaban obras épicas tradicionales. Se ha cuestionado repetidamente si el autor de La Ilíada y La Odisea fue el mismo poeta, pues sí suele estarse de acuerdo en que la Batracomiomaquia, los himnos homéricos y los poemas cíclicos son posteriores a estos dos poemas épicos. Sin embargo, en la antigüedad clásica no sólo no existían estas dudas sino que se consideraban sus dos obras principales (La Ilíada y La Odisea) como relatos históricos reales.
Nada seguro se sabe sobre su vida. Muchas ciudades se disputaron el honor de ser su patria. Existe una tradición que le supone ciego, pero este detalle es puramente legendario. Fue jonio, es probable que naciera en Esmirna, viviera en Quíos y muriera en Ios. Heródoto supone que vivió hacia 850 a. J.C.; nadie ha rebatido esta fecha. Se le considera autor de la Ilíada y de la Odisea, que suman, entre las dos, 27.800 versos. Los himnos homéricos y la Batracomiomaquia, que también le fueron atribuidos, son posteriores. La gloria de Homero fue inmensa. Ningún poeta ha sido objeto de una admiración tan constante y tan ferviente.
Nota: Ver La cuestión homérica en el siguiente enlace:
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LA ILIADA
La Ilíada consta de 24 cantos y unos 15.000 versos. Temporalmente se la puede ubicar en el último año de la guerra de Troya, que constituye el hecho que ambienta y da sentido al poema. Narra la historia del héroe griego Aquiles quien es ofendido por su superior, Agamenón, y causa su retiro de la batalla. Los griegos sufren terribles derrotas a manos de los troyanos. Patroclo se pone a la cabeza de sus tropas, pero muere en el combate, y Aquiles, presa de furia y rencor, dirige su odio hacia los troyanos, y hacia Héctor (hijo del rey Príamo), a quien derrota.
LA ODISEA
La Odisea consta de unos 10.000 versos divididos en 24 cantos, y narra el regreso de Ulises, el héroe griego (también llamado Odiseo) de la guerra de Troya. Durante su ausencia, un grupo de pretendientes de su esposa Penélope está acabando con sus bienes. La epopeya abarca sus diez años de viajes, y los diversos peligros con los que se debió enfrentar, (como el cíclope), continúa con la llegada de Ulises a su isla natal, Ítaca. Allí prueba la lealtad de sus sirvientes, ejerce venganza contra los pretendientes de Penélope, y logra volver a reunirse con su hijo, su esposa y su padre.
OTROS DATOS DE INTERÉS PARA CONOCER MÁS DE LOS POEMAS HOMÉRICOS
La Guerra de Troya
La guerra de Troya y su continuación constituye uno de los núcleos más importantes de las denominadas leyendas heroicas, en las que según la tradición se inspiró Homero, el más antiguo poeta griego conocido ( s. VIII a. C.), para componer los dos grandes poemas épicos: la Ilíada y la Odisea, gracias a los cuales, y a las fuentes de aquel acontecimiento que nos han llegado podremos reconstruir paso a paso aquella importante lucha. La Guerra de Troya, relato “épico”, no es exactamente ni mítico ni histórico: se sitúa en la encrucijada del mito y de la historia, y participa, simultáneamente, de las características de ambos. Por tanto, es posible pasar del mito a la leyenda, y de la leyenda a la historia.
Así, pues, los sucesos de la Guerra de Troya se encuentran entremezclados por la mitología y la leyenda. Tucídides, antiguo historiador griego, quien trataba las tradiciones como datos históricos, sometidos a la crítica, fue quien trató sobre los primeros episodios de la historia de la Guerra de Troya. De las nueve ciudades superpuestas en Troya, Troya VI fue destruida por el fuego aproximadamente en la época en que las tradiciones ubicaban la guerra de Troya (1194-1184 a.C.).
Homero cita a Troya como la del ancho camino; dice que "Troya tenía una calle ancha en torno a la ciudad, en el interior de las murallas. Estas murallas fueron edificadas por dos dioses y un mortal, y el sector construido por este último era más débil y resultó vulnerable: las murallas de Troya eran más débiles en un punto (donde el acceso era más difícil), y esto coincide con la descripción homérica". Los poemas de poetas que iban de un lugar a otro, llamados "aedos" y los poemas épicos de Homero cantan a los héroes de episodios bélicos. La Guerra de Troya sucedió a principios del Siglo XII antes de Cristo, cuando el Rey de Micenas, Atreo (padre de Agamenón), dirigió el ataque contra Troya.
Según la leyenda, Paris, hijo de Príamo, rey de Troya, rapta a Helena (otras versiones dicen que se la entrega la diosa Afrodita), la mujer de Menelao, rey de Esparta. Para rescatarla y en venganza, Menelao solicita la ayuda de su hermano Agamenón, rey de Micenas. Con el apoyo de todos los reyes griegos inician la guerra a Troya. La guerra fue larga pues también intervenían los dioses, se enfrentaban entre ellos, ayudando a los troyanos en ocasiones, y en otras a los griegos. La Ilíada de Homero trata sobre un episodio de esta guerra, en el último año de acciones bélicas.
El Juicio de Paris, y el rapto de Helena
Se celebraban las bodas de Peleo, rey de Ptía en la región de Tesalia, con la nereida Tetis, y a la ceremonia fueron invitadas todas las divinidades, a excepción de Eris ( la Discordia). Durante el banquete apareció Eris y, dirigiéndose al cortejo de diosas allí presente, les arrojó con desprecio una manzana de oro en la que podía leerse: “regalo para la diosa más hermosa”. Tras una serie de exclusiones, la elección quedaría reducida a: Hera, Atenea y Afrodita. Éstas solicitaron de Zeus que actuara de árbitro en la concesión del preciado premio, pero éste, sugirió que fueran a buscar a Paris, (hijo de Príamo, rey de Troya) experto en estas lides, que apacentaba en el monte Ida los rebaños reales de la ciudad.
Un oráculo había predicho a Príamo que su hijo causaría la ruina de su familia y de su ciudad, y por eso el rey resolvió alejarlo, obligándole a realizar un oficio de pastor, no acorde con su condición de príncipe. Paris compartía su vida sentimental con la ninfa Enone, y su padre Príamo hacía tiempo que no sabía de él. Cierto día Paris ve aparecer ante él las bellísimas figuras de las tres grandes diosas, que le expusieron el objeto de su visita. Una a una le intentaron sobornar con promesas muy sugerentes: Hera le prometió el poder sin límites, Atenea, la sabiduría y, por último, Afrodita, el amor de la mujer más bella de aquel entonces. Paris que tenía ya fama de ser un mujeriego, no dudó un instante y concedió la manzana a la diosa del amor. Así fue el famoso Juicio de Paris, inmortalizado por las artes, y cuya decisión sería el origen y causa de la Guerra de Troya.
La mujer más bella era Helena, pero existía un problema: estaba casada con Menelao, rey de Esparta, por muerte de su suegro Tindáreo. Sin embargo, Afrodita condujo a Paris a Esparta, donde Menelao y Helena atendieron maravillosamente al huésped ( las leyes de hospitalidad en aquella época eran sagradas), sin sospechar nada. Menelao tuvo que ausentarse a Creta para estar presente en las exequias del rey cretense Catreo, y Helena tuvo que reemplazar a su esposo en las funciones de anfitrión. Afrodita hizo el resto: Helena se entrega irremisiblemente a los encantos del huésped.
Cuando Menelao regresó se encontró con la desagradable nueva de que se habían marchado “ los enamorados” hacia Troya. Sus lamentos estremecieron no sólo al Peloponeso, sino a toda Grecia. La afrenta fue mayor, pues Paris se había aprovechado de las leyes de hospitalidad para conseguir su objetivo. Entonces Menelao, apela al juramento realizado por los príncipes griegos cuando Helena le había escogido, les convocó a todos ellos para hacerse a la mar y reducir a cenizas a la ciudadela de Troya. Sin embargo, no fue sólo el rapto de Helena el motivo del conflicto bélico, sino que en primera instancia por el odio que Hera y Atenea sintieron contra Paris al verse postergadas, jurando venganza sobre él y el pueblo troyano, por extensión.
Preparativos para la guerra
Según algunas versiones, durante el viaje de regreso a Troya, Paris y Helena sufrieron las iras de Hera, que desvió la nave en la que viajaban hacia la ciudad fenicia de Sidón (actual Libano. La Ilíada alude a este episodio. Parece ser que algún hermano de Paris le instó a que devolviera a Helena a su esposo, por los grandes males que su rapto acarrearía. Pero Príamo que, ya anciano, por fin recuperaba a su hijo Paris, tras su largo ostracismo por culpa del oráculo, decide que se queden, y poco después se celebró la boda.
Agamenón, hermano del ultrajado Menelao, fue nombrado jefe supremo de la expedición contra Troya. Primero, intentaron con embajadores exigir la inmediata devolución de Helena. Pero Príamo aprobó la conducta de su hijo, y les recordó que los mismos griegos en otro tiempo habían raptado a diversas princesas, e incluso a Hesíone, su propia hermana. Regresan los embajadores con la negativa de Príamo. Entonces se inician los preparativos para la guerra. Agamenón reúne una extraordinaria flota, con los más importantes príncipes de toda Grecia, incluso los dos más reticentes al principio: Odiseo y Aquiles. En efecto, Odiseo, casado con Penélope y con un hijo, Telémaco, al saber que lo andaban buscando, simuló haber perdido la razón y con ropa de campesino fingió sembrar sal en sus campos en lugar de trigo. Pero el emisario utilizó otra estratagema: colocó a su hijo Telémaco delante de la reja del arado de su padre, con lo que Odiseo no tuvo más remedio que girar la reja del arado, salvando así a su hijo de una muerte segura, pero a la vez demostrando que estaba cuerdo. Como el juramento era sagrado, Odiseo, a regañadientes, siguió al mensajero.
Aquiles, por su parte, era hijo de Peleo, y de la nereida Tetis. Cuando nació Aquiles, su madre lo sumergió en la laguna Estigia, haciéndolo invulnerable, salvo por la parte por donde lo había sujetado. ( otra versión nos cuenta que queriendo hacer inmortales a los hijos que va teniendo, Tetis los arroja recién nacidos al fuego, a escondidas de Peleo. Así perecieron seis hijos. El séptimo sería Aquiles. Tetis se dispone a hacer lo mismo, pero Peleo, se lo arrebata. Tetis confía luego su hijo al centauro Quirón para que se encargue de su educación)
La nereida sabía que si su hijo iba a la guerra perecería. Por ello lo disfrazó de mujer y lo envió a la corte del rey Licomedes. Agamenón encargó a Odiseo que averiguara dónde se hallaba escondido Aquiles. Odiseo se disfrazó de mercader ambulante y se presento en el palacio de Licomedes. Todas las mujeres y muchachas quisieron comprar al improvisado vendedor muñecas, cosméticos y abalorios femeninos, excepto Aquiles que, despreocupado, se fijó en unas espadas y puñales que el astuto Odiseo había ocultado entre las otras prendas femeninas. Y así descubrió el engaño, y le instó a que se incorporara a la flota hacia Troya.
Homero refiere que la flota griega se componía de 1070 naves. Según el historiador Tucídides, el ejército lo componían 75.000 combatientes. Agamenón, rey de Micenas, sería el caudillo supremo. En la Ilíada se nos indica un largo catálogo de los pueblos helénicos que participaron en la guerra, entre otros: arcadios, atenienses, espartanos, beocios, cretenses, eubeos, itacenses, mirmidones, tesalios, etc. Por lo que se refiere a los troyanos, tuvieron como aliados a los siguientes- algunos mítico-legendarios-: amazonas, ciconios, dardanios, frigios, pelasgos, persas, etíopes, etc. Los propios dioses se dividieron en dos bandos: a) Poseidón, Hera y Atenea: ayudarán a los griegos. b) Afrodita y, ocasionalmente, Ares y Apolo a los troyanos. Zeus prefirió mantenerse neutral, aunque al principio manifestó predilección por Héctor, hijo de Príamo y hermano del raptor Paris, el más valiente de los jefes troyanos.
La cólera de Aquiles
Al cumplirse el décimo año de la guerra, Troya se hubiera rendido ya por falta de agua y provisiones, y de ayuda exterior. Pero, entonces en el campo griego estalló la discordia, una vez más con una mujer como causa. Sucedió que los griegos habían hecho prisionera a la bella Criseida, hija de Crises, sacerdote de Apolo. Agamenón, lleno de soberbia, esgrimió el derecho que le daba el hecho de ser caudillo supremo y se quedó con la joven como botín. El anciano sacerdote se presenta ante el campamento griego, y solicita la devolución de su hija, como único sostén de su vejez. Agamenón lo rechazó bruscamente. Críses entonces suplica a Apolo. Éste atendió las súplicas de su ministro y desde lo alto empezó a disparar sus ardientes fleches ( la peste), que diezmaron el ejército griego. Se extendió la peste por el campamento griego y las piras ardían sin descanso.
Por consejo de Aquiles se reunieron los jefes griegos en asamblea. Convocaron al adivino Calcante y le interrogaron sobre el origen de la cólera de Aquiles. El sacerdote expuso su temor en confesarla, a menos que Aquiles no garantizara su seguridad. Finalmente Calcante afirmó que el mal sólo desaparecería si Criseida era devuelta a su padre Crises. Agamenón se vio obligado a ceder a regañadientes. Devuelve a Criseida, pero encarga a dos hombres que se dirijan a la tienda de Aquiles y se lleven a su esclava Briseida, de quien el propio Aquiles estaba enamorado. Éste les tranquilizó a estos emisarios, pero les advirtió que Agamenón pagaría caro su atrevimiento. Desde ese momento Aquiles se negó a participar en la lucha, encerrándose en su tienda. Su propia madre Tetis le espoleó en su decisión, con el fin de salvar también el hado que pendía sobre su hijo.. A requerimiento de éste se presentó ante Zeus para que protegiera a los troyanos. Zeus consintió, aunque temía la cólera de su esposa Hera, dedicada a favorecer al bando griego, y aparentaba mostrarse neutral.
Durante los meses que duró la ausencia de Aquiles, los combates entre griegos y troyanos se sucedieron, llevando los griegos su peor parte. De pronto los dos bandos deciden parar y resolver que la contienda se decida entre el ofendido, Menelao, y el ofensor, Paris, en un combate singular. Éste, espoleado por su hermano Héctor, sale a combatir de la mejor manera que sabe: arrojó una lanza a Menelao que detuvo con su escudo. Cuando estaba a punto de sucumbir a manos de Menelao, Afrodita, su benefactora, se lo lleva del combate escondido en una nube, y regresa al lecho conyugal. Ambos ejércitos convinieron que, por la huida de Paris, Menelao era el justo vencedor; y los troyanos hubieran devuelto a Helena, si Hera y Atenea no hubieran instigado a los troyanos. Así, un soldado de los troyanos no aguantó más y disparó una flecha sobre Menelao. La improvisada tregua se rompió, y continuó la guerra.
Muerte de Patroclo, y venganza de su amigo Aquiles
Afrodita acude en ayuda de su hijo Eneas, cuando éste –el más valiente de los troyanos después de Héctor- estuvo a punto de perecer ante la acometida de Diomedes, quien llegó a herir a la diosa. Ésta abandonó a su hijo. Refugiándose junto a su padre Zeus en el Olimpo. Apolo sustituyó a Afrodita, salvando a Eneas y llevándoselo envuelto en una nube a la ciudad de Pérgamo, en donde su hermana Ártemis le curó la herida . Eneas no podía morir, pues el destino le había reservado que de su estirpe nacerían Rómulo y Remo, fundadores de Roma. Diomedes se creció y, animado por Hera, hirió por segunda vez al mismísimo dios de la guerra Ares. Atenea guió la lanza del héroe. El dios de la guerra tuvo que abandonar el campo de batalla. Zeus recordando la promesa hecha a Tetis, inclinó la balanza a favor de los troyanos. Héctor, gracias a esta ayuda divina, consiguió que los griegos se refugiaran junto a sus naves. Los griegos, reunidos en asamblea, deciden con Agamenón a la cabeza regresar a Grecia. Pero Odiseo le instó que debía de una vez por todas devolver a Briseida a Aquiles, para poder deponer su cólera. Agamenón prometió que así lo haría, pero Aquiles no se fió de tal promesa y también se preparaba para el regreso. Hera, entre tanto, roba el cinturón de Afrodita, y distrae a Zeus de la lucha. Acusa a Poseidón de haber sido artífice de la victoria momentánea de los griegos. Zeus ordenó a Iris que le comunicara a Poseidón que se retirara del lugar para que así se cumplieran sus deseos. Patroclo corrió hacia la tienda de su amigo Aquiles y le solicitó que depusiera su cólera y saliera a defender el campamento griego. Ante la negativa de éste , porque deseaba preservar su honor mancillado, Patroclo le pidió por lo menos que le dejara vestir su armadura. Con ella consiguió que los troyanos le tomaran por el mismísimo Aquiles. Pero de pronto se encontró con su destino, y con Héctor, que con ayuda de un mortal, Euforbio, un dios, Apolo, y él mismo consiguen arrebatar la vida de Patroclo. Éste previamente había matado a un hijo de Zeus, el troyano Sarpedón.
Cuando le comunicaron a Aquiles la muerte de Patroclo su dolor no tuvo límites. Su primera intención fue quitarse la vida, pero su madre, presurosa, acudió a ayudarle. Decidió entonces vengar la muerte de su amigo. De este modo la cólera de Aquiles llegó a su fin, transformándose en ira exacerbada hacia Héctor. Tetis, muy a su pesar, trajo a su hijo nuevas armas fabricadas por el propio Hefesto. La aparición de Aquiles en combate cambió el signo de la batalla: eran los troyanos los que retrocederían hacia la fortaleza de Troya. Héctor decidió retar a Aquiles a un combate singular, sabiendo que ese sería el último combate de su vida. La última despedida de su esposa Andrómaca y de su hijo, Astianacte, conmovedoras, no consiguen que el héroe deponga su actitud.
El Destino había dispuesto para Héctor su muerte a manos de Aquiles. Los dioses reunidos en asamblea, y Zeus, extendiendo una balanza de oro, puso en los platillos dos pesas, observando que el platillo de Héctor descendía hacia el Hades. Apolo, muy a pesar suyo, tuvo que abandonar a su protegido. Héctor en el combate comprendió que los dioses le habían dejado solo. Aquiles con la inestimable colaboración de Atenea consigue atravesar la garganta con la lanza a su enemigo Héctor. Aquiles, ensoberbecido, anuncia que entregaría el cadáver de Héctor a los perros. Héctor, agonizante, le suplicó que fuera devuelto a su ciudad para que se le rindieran honores fúnebres. Pero su alma se marchó al Hades, lamentando hasta los dioses su destino.
Funerales de Patroclo y de Héctor
Aquiles, vencedor, despojó a Héctor de su armadura, ató sus pies con cordones de cuero que unció a su carro y se dirigió hacia las murallas de Troya, alrededor de la que dio tres vueltas, arrastrando el cadáver de Héctor. Además ordenó que el cadáver del héroe troyano fuera privado de los honores de sepultura y entregado a los buitres. Los gritos de dolor de Príamo y Hécuba ante la muerte de su hijo, y de todos los troyanos resonaron en la ciudadela.
En el Olimpo, el maltrato infligido a los restos de Héctor era del desagrado de la mayoría de los Inmortales y, especialmente, de Zeus. Éste envía a Iris a Troya para que recomiende a Príamo que se presente ante Aquiles con un carro repleto de magníficos tesoros y le solicite con humildad el cuerpo de su hijo. Así lo hace. Aquiles, en un principio impasible – preparaba la pira que había de consumir el cadáver de su amigo Patroclo, organizando unos solemnes funerales para éste, y los juegos que debían conmemorar su muerte- consiguieron finalmente ablandar el corazón del Pelida que, abrazando al anciano padre de su encarnizado enemigo, le entrega a su hijo para que se le tributen los honores debidos. Griegos y troyanos convienen una tregua para que se celebren sendos funerales: el de Patroclo ( los griegos) y el de Héctor ( los troyanos).
El cadáver de Héctor regresó a Troya y hubo lamentaciones durante nueve días, finalmente fue incinerado, recogiendo sus calcinados huesos y depositándolos en un sudario púrpura dentro de una urna de oro, que enterraron en una magnífica tumba. Así concluye la Ilíada, de Homero, pero la guerra continuó.
Acontecimientos ocurridos después de la muerte de Héctor
Lo que sucedió tras la muerte de Héctor hay que reconstruirlo a través de las leyendas heroicas posteriores, las llamadas post homéricas (algunas de ellas, más o menos fragmentadas): la Odisea, en tragedias de Sófocles y Eurípides, en la Eneida de Virgilio-. En ellos se cuenta, por ejemplo la muerte a manos de Aquiles de la amazona Pentesilea, nada menos que la hija de Ares que juraría no descansar hasta dar muerte a Aquiles.
Los troyanos quedaron tan desmoralizados que pensaron evacuar la ciudad. El Destino quiso que cuando Aquíles perseguía a los troyanos hasta las mismas puertas de la ciudad, una flecha disparada por Paris y guiada por Apolo, su tenaz enemigo, le alcanzara en el talón, su único punto vulnerable. Áyax Telamón retiró su cadáver del campo de batalla y Odiseo rechazó a los troyanos.
Los griegos celebraron solemnes honras fúnebres en honor de su mejor héroe y su madre, al oír los lamentos, acudió, formando con sus lágrimas un verdadero río. Se cuenta que después de incinerado sus cenizas se mezclaron en la urna con las de su amigo Patroclo. Tras la desaparición de su hijo, Tetis ofreció sus invulnerables armas al héroe griego más valeroso de los que quedaban vivos. (En la Pequeña Ilíada se narra el famoso Juicio de las armas) Áyax Telamón y Odiseo se disputaron la herencia, hasta que una asamblea que fuera Odiseo el vencedor con un voto de diferencia.
Áyax, sintiéndose ultrajado, se volvió loco, corriendo por el campo de batalla matando a carneros y cabras, pensando que estaba matando a Agamenón, Menelao, y el propio Odiseo. Vuelto a su sano juicio, y calibrando la burla que recibiría de sus compañeros, se arrojó sobre su espada (regalo del propio Héctor por su valentía) Agamenón, al conocer el desgraciado fin, no quiso que un suicida recibiera honras fúnebres. Pero Odiseo, que mientras vivía había sido un noble rival, condescendió, con lo que su pira fue tan grande como la del propio Aquíles.
Introducción en Troya del Caballo de Madera: destrucción de la ciudadela. Según un oráculo, Troya sería inexpugnable mientras los griegos no consiguieran las armas de Heracles en poder de Filoctetes, y el Paladio, una estatua de Atenea, que se guardaba en la ciudadela de Troya. Odiseo, junto con Diomedes, disfrazados, consiguió robar la estatua. Odiseo, con engaño, consiguió las flechas, el arco y el carcaj maravillosos de Filoctetes. Sintiendo lástima de éste, se lo llevó con él a Troya, en donde su primera acción en combate, fue herir mortalmente a Paris. A éste se lo llevaron ante la ninfa Enone, despreciada por Paris, que no le brindó su ayuda, contemplando su agonía, y suicidándose después.
Pero la idea más brillante de Odiseo fue la construcción de un enorme caballo de madera con la ayuda de Atenea. Este decisivo episodio en la historia de la guerra fue narrado magistralmente por el poeta romano Virgilio, en su obra La Eneida. En su interior ocultaron la flor y nata del ejército griego (Odiseo, Diomedes,…Áyax el Menor,…) y lo abandonaron en la playa – se ocultaron en la isla de Ténedos, muy cerca de las costas troyanas-, mientras simulaban los demás griegos una retirada y el fin del asedio a Troya.
A pesar de las advertencias de algunos adivinos como Laocoonte ( sumo sacerdote de Poseidón) o de Casandra, hija de Príamo- no creída por el castigo infligido por Apolo a que profetizara el futuro sin que nadie la creyera-, los troyanos engañados por un espía griego, Sinón, deciden introducir el caballo en la ciudad. Completamente desprevenidos los troyanos pelearon su última batalla. La mayor parte de ellos fueron pasados a cuchillo, especialmente hombres, niños y viejos; las mujeres, como era costumbre, fueron respetadas, salvo las pobres y viejas. Las demás, como Hécuba y Andrómaca, sirvieron como esclavas para el vencedor
Los griegos abusaron de la victoria, y se hicieron odiosos a los mismos dioses. La profetisa Casandra estuvo a punto de ser violada por Áyax el Menor, la irritada Atenea castigó tal osadía sumergiendo la nave de Áyax cuando regresaba a su patria. También tuvieron suerte dispar otros griegos al regreso del asedio: Agamenón, asesinado por su esposa y el amante de ésta; Menelao y su esposa Helena; Odiseo, etc. De entre los troyanos un caudillo, Eneas, logró salvarse con su familia – salvo su esposa Creusa- Cuando los griegos se marcharon, Eneas y los suyos embarcaron rumbo a las costas de Italia con el fin de fundar una nueva Troya, y con el unánime beneplácito de los dioses.