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viernes, 11 de marzo de 2011

CUENTO Y NOVELA


EL CUENTO O NARRATIVA BREVE
Duque Méndez, N.


Cuento (del latín computare, contar) etimológicamente y en un sentido amplio y general, significa relato de palabra o por escrito de algo sucedido o no sucedido, falso o de pura invención, con una finalidad determinada, ordinariamente ejemplificada y moralizadora. En este sentido, cuento es toda narración sencilla de un suceso; toda conseja, anécdota, chascarrillo, historieta, fábula, ejemplo. Pero si esto conviene sin regateos a una época lejana, muy remota, primitiva, donde cuento era todo cuanto se contaba de viva voz, ateniéndose exclusivamente a la memoria, en ausencia total de escritura, no fue así con el correr del tiempo, al ir dejándole a la religión, a la épica o a la historia, todo aquello que era digno de crédito y fe; de canto hermoso al gesto o hecho heroico tenido por cierto o revelador del origen, fundamento y gloria de la noción; en fin, de sucesos pasados, fundación de pueblos, repúblicas, monarquías, imperios; de conquistas, guerras, alianzas, comercio, etc. El cuento, pues, dista hoy de aquel concepto simple, lo cual es el resultado de la evolución del pensamiento y de la técnica o técnicas propias del arte de narrar.
Así, se ha dicho que el cuento es: “Un breve relato en prosa de hechos ficticios - como en la novela -, pero en que abunda más el libre desarrollo imaginativo” (Manuel Gayol Fernández). Por una falsa apreciación de las relaciones que el cuento guarda con la novela, se ha afirmado que aquél es una “novela en miniatura”. El uruguayo Horacio Quiroga en el “Decálogo del perfecto cuentista”, asienta. “Un cuento es una novela depurada de ripios”.
El crítico venezolano José Fabiani Ruiz afirma: “es el cuento uno de los géneros literarios más interesantes, más cargado de sugestión, ya que en poco espacio nos puede ofrecer el proceso de un alma feliz o atormentada o también la multiplicidad de colores de un paisaje”. El escritor patrio Guillermo Meneses nos dice que el cuento: “es una hostería maravillosa jamás oída”. El profesor venezolano Oscar Sambrano Urdaneta nos da la siguiente pincelada del cuento: “Un cuento es una creación literaria, de carácter dramático, de forma narrativa, descriptiva y dialogada, escrito generalmente en prosa, y de breve extensión”.

Caracteres generales del cuento
1. El cuento es una narración con participación de la forma descriptiva y de la dialogada.
2. Trata de asuntos propios de la vida subjetiva y objetiva, con un fin ordinariamente ejemplificador y moralizadora.
3. Estos asuntos pueden ser reales o ficticios, verosímiles o inverosímiles.
4. Se desarrolla en un tiempo breve y en una forma rápida.
5. Se escribe generalmente en prosa.
De lo expuesto, y aunando estos distintos elementos, podemos concluir una pretendida definición acerca del cuento, así: es una narración, con participación de la descripción y del diálogo, de asuntos propios de la vida subjetiva y objetiva, reales o ficticios, verosímiles o inverosímiles, desarrollados en un tiempo breve y una forma rápida, expuestos generalmente en prosa y con un fin ordinariamente ejemplificador y moralizador. De todo esto se desprende que no resulta fácil decir con exactitud cuál o cuáles son las notas características del cuento, pues se ha dicho, con razón o sin ella, que es la brevedad la que distingue el cuento de cualquiera otra forma de narrar. Sin embargo, la novela a veces suele ser también muy breve. ¿Será entonces la limitación o el número de los personajes? ¿O acaso la vibrante nota de ficción que a la obra se le imprime? Estas y otras consideraciones rebosan el límite de lo simplemente especulativo y artificial. Sólo encallaremos, para satisfacción de la curiosidad científica, más que de la artística, en el concepto de lo que bulle dentro del artista de la palabra: de su intensión, de sus reacciones, de cómo quiere él que sean y actúen sus personajes, en fin, de la mayor fuerza lírica que demanda lo fantástico e imaginativo. Esta es, al menos hasta ahora, la línea de conducta trazada por los maestros en la materia, en lo que al cuento moderno se refiere.

Los elementos del cuento
a) La trama: es el conjunto armónico de todo cuanto sucede en el cuento. Es el mismo argumento. En la trama interviene una serie de factores que son los que en conjunto dan forma y vida a la obra, tales como el tema, el asunto, los personajes y la acción (espacio, tiempo y lenguaje). La trama debe estar bien urdida, técnicamente organizada, ágilmente dirigida, para que resulte siempre sencilla e interesante. Esto es, debe estar despojada de toda complicación y acicatear cada vez más el interés de los lectores u oyentes para ponerlos en situación de expectativa, ante el acontecimiento cuyo final o desenlace se anhela conocer.
La trama puede contener los acontecimientos más variados, reales o ficticios, verosímiles o inverosímiles, siempre encaminados a un fin común. Esto es, puede referirse a hechos de la vida corriente, o bien plantear conflictos y situaciones apreciados desde un punto de vista exclusivamente individual del autor, siempre conducidos a un fin de resultados estéticos y éticos bien logrados. La trama puede constar de un gran contenido presente o pasado, por lo que lo objetivo pasa a un primer plano, refiriéndose indistintamente a asuntos de carácter individual, social, moral, intelectual, o sentimental, y con fines, bien recreativos, moralizadores o ejemplificadores, en una palabra, pedagógicos.
b) Tema y asunto. En relación con la trama hay que distinguir en el cuento el tema y el asunto. Aquél es el fondo, la idea que inspira, la materia general sobre la que versa la obra, el pensamiento dominante. El asunto es lo que sucede, lo que pasa en el cuento, a través del cual el tema logra una manifestación cabal y concreta. A este respecto, téngase muy presente la índole ficticia del asunto, sin que ello sea obstáculo para que en ocasiones éste se fundamente en un hecho real. Lo cierto y particular es que desde que nos dicen que nos van a “contar un cuento”, ya nos preparamos para oír algo que no ha sucedido concretamente y que gustaremos más, a medida que más se aleje de la realidad: por una natural propensión a lo fantástico, “paladeamos” hasta el éxtasis lo que nos transporta fuera de lo tangible, crudo y actual. Además este carácter ficticio del cuento es tan común, que de él se han extraído expresiones tan populares como la de “¡qué va, ésos son puros cuentos!”, “yo no como cuentos”, “esos son cuentos de camino”, etc. Y cuando nos quejamos de algo que se nos adjudica sin fundamento, decimos: “te metieron ese cuento”, “se convencerán de que eso no es más que un cuento”, “fulana anda enredada en cuentos”, etc.
En relación con el tema puede decirse que los cuentos pueden tratar de “temas” fantásticos, misteriosos, morales, religiosos, filosóficos, infantiles, campesinos, o de ambiente rural, bélicos, pacifistas, australes, meridionales, tropicales, de virtudes, etc., pudiendo encontrarse en concurrencia varios de ellos en una misma obra, como por ejemplo, cuando se trata de algo chistoso, propio de los venezolanos, y de las fiestas populares: se dice entonces que el cuento es de tema humorístico, venezolano y popular. En este caso el “asunto” es precisamente “eso” que tiene por escenario las “fiestas populares” y que es lo que se narra o cuenta. El asunto resulta así de una variedad tan extensa, como extensa es la facultad creadora del hombre. En todo encontrará el artista de la palabra (el poeta), material, asunto para un cuento.
c) Los personajes. La trama del cuento, como se ha dicho ya, encierra indispensablemente un asunto que se desenvuelve en acciones. Y si hay acción, lógico es que deba haber quienes la realicen o a quienes se les atribuyan. Los personajes constituyen la parte sensible y motora del cuento. Son ellos cerebro y músculo. A través de los personajes sabemos del carácter de la obra; son ellos los encargados de hacernos llegar los más variados matices del pensamiento y del sentimiento, arrancados por el autor o creador del cuento desde lo más recóndito de la vida real, hasta llevarlos a la idealización más alta del ingenio humano.
El cuentista puede tomar los personajes de la realidad o de la ficción. A ambos los anima de vida y los dota de cuanto les haga falta para el fin que se propone; y en cuanto a los creados por su fantasía, pueden tomar las formas más extrañas y atribuirles facultades, poderes, cualidades de la más variada índole. De todas maneras, dentro de esa libertad de actuación por parte del autor, naturalmente que habrá de detenerse en la limitación que le impone la naturalidad y armonía de la obra en sí misma, pues lo artificioso no es buen aliado de la trama literaria.
Entre los personajes de los cuentos se encuentran una gran gama que va de lo simplemente común y corriente hasta los seres más extravagantes y descomunales. Así vemos cómo actúan con toda gracia y propiedad, personajes que están dentro del campo de nuestra actividad diaria, pero sin nombre propio, como hombre, mujer, anciano, joven, niño, maestra, obrero, leñador, loco, policía, medico, abogado, rico, pobre, estudiante, perro, gato, tigre, zorro, conejo, leopardo, abeja, hormiga, serpiente, etc. ; el cielo, la luna, el sol, las estrellas, el monte, el río, etc. hasta los de estricta factura imaginaria, como los duendes, dragones, gigantes, brujas, hadas, etc.
La acción (espacio, tiempo y lenguaje)
Una vez concebido el cuento, ha de contener todos los episodios, incidentes y peripecias propios de la trama, de acuerdo con un plan determinado. Todo lo que sea movimiento, vida, actividad y dinamismo, ha de estar adecuadamente distribuido en los distintos estadios o escenas propias de la obra proyectada, de modo tal que el interés crezca de menor a mayor hasta culminar en el desenlace natural que es de esperarse. El autor ha de preocuparse no sólo por imaginar situaciones embarazosas, problemáticas o situaciones críticas, misteriosas o enigmáticas, sino igualmente por darles oportuna solución a los mismos, esto es, un final o conclusión cónsonos con el problema por resolver.
La acción debe ser sencilla y preferentemente única, si bien el argumento puede concebirse en acciones diferentes, pero hacia un fin común, de modo breve, rápido y sencillo. Las complicaciones argumentales de acciones múltiples requieren cierta extensión, que el cuento repele y abandona. Todo depende, en suma, de la habilidad creadora y de la sabia conducción del cuentista, quien tiene en su poder imaginativo el hilo de la unidad, sencillez, brevedad, rapidez, y concisión.
La acción ha de desenvolverse en un escenario real o imaginario, pero de todos modos, espacial, esto es, de contenido prácticamente geográfico. Igualmente ha de ubicase en una época determinada, pues el tiempo (como el espacio), contribuye a caracterizar el ambiente, el medio, la sociedad, a la que la trama pertenece. El lenguaje, como el medio adecuado para la realización del asunto, es portador y revelador de cuantos matices pueden presentar lo objetivo y subjetivo desarrollados en la acción.

Introducción, incidentes iniciales, culminación, y acción descendente del cuento
Esquematizar el cuento en una forma estereotipada, como patrón único, es asunto que escapa en todos los órdenes, desde el condensarlo o plantearlo en una definición, clasificar sus temas y asuntos, catalogar los personajes, precisar sintéticamente las técnicas del arte de hacer cuentos, zonificar los estadios en el delineadas, fijas, invariables y uniformes. No hay, pues, un patrón único por el cual medir o calificar el cuento. Las cuatro etapas que se enuncian en el título de este número, no son otra cosa que un modo más bien práctico para indicar someramente un proceso. Proceso que unas veces se cumple y otras no. Al menos así sucede en la literatura moderna, en la que se da cabida a lo imprevisto; los personajes toman la actitud que cada creador les imprime o impone, y el lenguaje, el medio, el tiempo, y demás factores de la trama, tienen su adecuada utilización, cónsona con la intención y particular criterio estético del cuentista. Por eso, nada raro tiene el que un cuento carezca de introducción, como ocurre en muchos de ellos, en los que se entra de lleno, sin rodeos ni presentaciones, al escenario de los acontecimientos, a los primeros incidentes. Tampoco es raro que un cuento no tenga una culminación sino varias; que no haya descenso propiamente dicho en la acción, por mantenerse ésta tensa y firme, desde el principio hasta el final de la obra.

De todos modos, téngase en cuenta que en esta primera parte no puede quedar agotada toda la relación de asuntos, personajes y ambiente, ya que por la magnitud misma de la obra, los demás pormenores irán apareciendo a medida que se avanza en ella. La introducción o exposición es como el “abre - boca”, el “aperitivo” que estimulará nuestro interés para adelantar cuanto antes la lectura respectiva, por lo que tendrá un carácter más bien sintético, ya que no es otra cosa que la frase preparatoria en la que se debe vislumbrar la complicación de la trama en general. Las cuatro etapas o fases de la acción son las siguientes:
a) Introducción: Comprende esta primera etapa de la acción la exposición breve y sencilla de los acontecimientos o sucesos anteriores (si los hay), respecto al punto de partida de la narración propiamente dicha. Por la introducción se pone en conocimiento del lector u oyente acerca del lugar y de la época a que corresponde lo que se va a narrar; se hace la presentación de los personajes con su caracterización, deseos e intenciones; en fin, se empieza a despertar el interés con todo aquello que se considere de alguna utilidad al fin propuesto, como son el motivo del cuento, sus vinculaciones con alguna materia en particular, etc. Como ya dijimos, hay cuentos en los cuales esta parte no existe, pues se prefiere entrar de lleno en el asunto, dejando así al transcurso mismo de la trama el ir poniendo de relieve aquéllos y otros aspectos más del cuento.
b) Incidentes iniciales: Esta parte comprende los sucesos primeros con los cuales se empieza la acción. Los personajes empiezan a moverse y se inicia propiamente el despertar del interés.
c) Culminación: Es la parte central del cuento. La trama llega al máximo de la complicación, la cual, como ya quedó explicado, no ha de ser grande. En esta parte se llega al nudo del asunto, del cual pueden desprenderse varias soluciones. ¿Cuál es la que va a guiar los pasos siguientes? Esto sólo se sabrá en el aspecto o etapa que sigue: el desenlace. Por eso aquí se hace más intenso el interés, y la emoción se ahonda. A medida que transcurre esta fase nos vamos dando cuenta de la finalidad de la narración, pudiendo adelantarnos presurosos en la búsqueda de la solución que más nos simpatice.
d) Acción descendente: Se empieza ya a bajar o descender hasta culminar con el desenlace, que es la solución final del conflicto planteado. Aquí se recogen y atan todos los hilos urdidos a través de la narración. La conclusión puede ser la demostración patética de un principio moral, filosófico, práctico, etcétera. En el desenlace generalmente se comprendía una lección, una enseñanza, una moraleja. Sus efectos quedan vibrando en nuestro espíritu, y con la chispeante gracia que es propia del cuento, se enseña recreando y se alecciona ejemplarizando.


LA NOVELA O NARRATIVA LARGA


Novela, desde el punto de vista etimológico, quiere decir novedad (del italiano novella, éste del latín novella, de novus, nuevo), pues con esta denominación se ha querido poner en evidencia el deseo de mantener siempre a la vista la intención que mueve hacía “los nuevos temas”, hacia lo no rutinario en el arte de exponer, hacia la realización de un pensamiento elevado, partiendo de lo más o menos ficticio, pero siempre en el plano de lo verosímil o posible. La determinación exacta de los caracteres, notas o rasgos peculiares de la novela, con el ánimo de arribar a una definición que la delimite y precise, es tarea un tanto ardua y arriesgada, por la dificultad que hay de llegar a algo verdaderamente satisfactorio. Mas, como conviene apoyarnos en algo que nos sirva de pauta para apreciar, aunque sea parte de su contenido, formas y fines, expondremos algunas de las fórmulas dadas para destacar aquellos rasgos que más califican el género novelístico. La real Academia dice: “Novela: obra literaria en que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores por medio de la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres”. Manuel Gayol dice: “La novela es una obra literaria escrita en prosa, que narra hechos total o parcialmente ficticios, pero verosímiles o posibles”.
Como novela es sobre todo creación bella, encuadra perfectamente dentro del campo de la poesía; y como de otra parte, en muchos momentos se apoya en los hechos realmente sucedidos, pero sin quedarse exclusivamente en el relato puro y escueto (por lo que su campo frente a la historia está perfectamente definido), muy atinadamente el célebre tratadista peruano don Luis Alberto Sánchez ha dicho, sobre el particular, algo que en cierto modo define este género literario: “No se debe olvidar que la novela es como un puente colgante entre la historia y la poesía”. Relacionada la novela con la épica se la ha considerado “epopeya bastardeada” (Schlegel), y “ultima degeneración de la epopeya” (Menéndez Pelayo). EL novelista francés Enrique Beyle (conocido mejor con el seudónimo de Stendhal), expresó refiriéndose a la novela: “es como un espejo que pasa a lo largo de la vida”. Miguel de Unamuno igualmente enfocó el problema de la determinación de lo que debe entenderse por novela, al afirmar: “La novela nos lleva a la vaga ensoñación y a la indeterminación de propósitos”. Como puede notarse en éstas y en otras tantas maneras de apreciar el sentido de lo que debemos entender por novela, vamos siempre llevados de la mano hacia una espectacular sucesión de hechos que nos entusiasman por la trascendencia del asunto, las características de los personajes, la acción de estos representantes, el ambiente en que ellos se mueven, la agradable sensación de ensueño y por la nobleza y seriedad de sus orientaciones finales.

Caracteres, temas de la novela
La naturaleza propia de lo que se ha considerado más importante en este género literario, a través de su constante evolución; las diversas etapas por las que ha pasado desde su aparición hasta nuestros días, iniciándose con lo fabuloso y pasando por lo épico hasta llegar a la posición actual, con lo lírico como esencial fuente de creación estética; la preeminencia de lo subjetivo con su fluir y refluir de lo consciente, subconsciente e inconsciente, enfocado hacia asuntos de la más variada índole, amén del juego o combinación que puede hacerse de las diversas formas y modos de elocución y otros factores más, hacen un tanto difícil precisar cuáles son los caracteres que singularizan la novela. De ahí que unos se detengan en la trama para fijar su atención, ya en el tema en sí mismo, ya en los personajes , ya en la acción, ya en el ambiente, esto es, en aquello que constituye el fondo de la creación literaria en el arte de narrar. Otros se fijan, con más o menos preferencia en lo externo o formal, como lo es la elocución, propiamente dicha, asentando que su expresión se hace en prosa y que se utiliza la narración, la descripción y el diálogo; clase de lenguaje, que no es otro que el literario; la extensión mayor o menor que requiere la clase de tema que se desarrolla, etc. Otros se detienen en el interés que la obra debe despertar, o bien en el estilo, que es otro factor de apreciación para fijar los caracteres de estudio. Su deslinde de lo histórico propiamente dicho y su diferencia de lo teatral, también influyen en su caracterización; el campo inmenso, inagotable, de lo que puede ser objeto de novelar, también se toma como punto de referencia para distinguir la narración lírica; etc.
De todos modos, yendo de lo general a lo particular y procediendo por exclusión podemos anotar como caracteres específicos de la novela, los siguientes:
a) La novela consta de trama, la cual no es otra cosa que un acontecimiento o acción interesante de orden objetivo o subjetivo y verosímil
b) La ejecución o desarrollo de esa acción corre a cargo de los personajes, quienes ocupan una posición de suma importancia o primerísimo orden.
c) Estos personajes han de cumplir su misión, no precisamente “en el aire”, sino en un ambiente adecuado.
Con estos caracteres (acción, personajes y ambiente) van implícitos otros más que corresponden a la novela como tal, y que son más bien del orden de los formales. Ellos son:
a) La forma de expresión, que es la prosa
b) Esta prosa utiliza la narración , la descripción y el diálogo
c) La acción no es simple como en el cuento, sino compleja
d) La duración de la acción suele ser más o menos extensa
e) El lenguaje es el literario
f) El estilo debe ser tal, que el lector viva la acción, viendo, oyendo, tocando, sintiendo, pensando, etc., lo que es objeto de la narración.
Elementos de la novela
Los elementos fundamentales de la novela son, precisamente, aquellos caracteres específicos que le dan cuerpo y espíritu al relato novelístico, los cuales pueden reducirse a tres: la acción o acontecimiento, los personajes y el ambiente. Sin ellos no hay novela posible.
a) La acción o acontecimiento. La esencia primordial de la novela es la narración: una narración que nos transporte de lo maravilloso, de lo ficticio a lo real. Y si se narra es porque hay algo que merece ser relatado: tal es la acción, el hecho, el suceso, el acontecimiento. Ahora bien: ¿cómo debe ser la acción en la novela? Éste es uno de los aspectos más importantes en la literatura creacionista, puesto que sin ser lo esencial, de él depende en mucho el éxito de la obra literaria en cuestión.
En primer lugar, el suceso que se narra no ha de ser necesariamente único. Por el contrario, siendo como debe ser, manifestación integral de la vida humana, habrá de estar asociado a esa compleja situación exterior e interior en que el hombre se ve cotidianamente envuelto. Por lo tanto, partiendo de un determinado acontecimiento central, la novela habrá de ir tejiendo todos los hilos de la compleja red que constituye los hechos del hombre como ser social. Todos y cada uno de los sucesos que tienen cabida en el devenir del hombre, habrán de estar íntimamente emparentados entre sí, de modo de lograr una unidad dentro de eso que se llama la trama y que ha de contener con eficacia todo cuanto el novelista quiere plasmar en su obra.
Por otra parte, el acontecimiento ha de ser indispensablemente interesante. Nada que no arrastre la atención del lector ha de tener, cabida en la novela. Y, precisamente, para que logre ese interés, la obra ha de estar enfocada hacia algo que presente verosimilitud, hacia algo que sabiéndose ficticio o maravilloso, puede tener acceso en el campo de lo posible. Al hombre le gusta imaginarse todo aquello que considera posible, pues no siempre está contento con las cosas como son, sino que prefiere verlas como le gustaría que fuesen. Todo suceso, toda situación, todo trance, todo acontecimiento, tendrá indispensable su sitio dentro de esa compleja trama que ha de constituir la unidad de la obra literaria. Saberlos ubicar es tarea delicada que ha de afrontar el novelista.
En la acción hay que distinguir el tema del asunto, pues al igual que en el cuento , aquél es el fondo, la idea central que inspira, la materia general sobre la que versa la obra, es el acontecimiento o acontecimientos que forman el argumento, mediante el cual el tema logra una manifestación cabal y concreta. El asunto, como quedó apuntado ya, ha de referirse a acontecimientos de carácter objetivo y subjetivo, si bien en la novelística moderna lo segundo es lo dominante. Uno y otro (tema y asunto) darán la clave para clasificación de la novela. De este modo, pues tenemos “temas” realistas y fantásticos; históricos, costumbristas, sicológicos, picarescos, sentimentales, religiosos, científicos, sociales, etc. Y “asuntos”, tantos cuantos quepan en la mente creadora del “poeta”, orientados siempre hacia lo verosímil y posible.
b)  Los personajes. Si la novela ha de centrar su función en la narración, y siendo ésta como lo es, la exposición del acontecer, del suceder, del hacer, del sentir y del pensar, lógico es que igualmente haya quien cumpla esa función, esto es, que aparezcan los protagonistas de cuanto ocurre o sucede en ella: he aquí los personajes. En este elemento es en el que la novelista ha de probar su capacidad creadora, pues no siendo posible o recomendable llevar al plano o lugar de los acontecimientos, seres de carne y hueso, vivientes y conocidos directamente por nosotros, sino seres sacados de la mente del creador literario, pero de una naturaleza tal que aparezcan como vivientes o pertenecientes a la vida real, habrá de presumirse que no es tarea fácil. ¿Pero es que acaso el novelista ha de presentarse como un nuevo hacedor de vidas y milagros? Ciertamente que no. Él solamente creará la situación a la cual habrá de llevar aquello que, o bien lo tomó de sí mismo , o bien lo extrajo de la realidad exterior, configurándolo de tal modo que ponga la acción en seres de existencia ficticia, pero que no se apartan en nada de la realidad; todo ha de ser verosímil y posible en la novela, y mientras más se aproxime a la realidad, mientras más nos toque de cerca, mejor será la impresión que la obra nos provoque, más satisfacción y deleite habrá de producirnos.
En esta labor de creación de los personajes, el novelista habrá de ser muy atinado, juicioso, equilibrado y oportuno. La caracterización de cada uno de ellos habrá de estar perfectamente encuadrada dentro del papel que le toque cumplir, apartando todo lo artificioso y superfluo. Su labor es ardua, pues tiene que poner a actuar a cada quien en su lugar y hora, con naturalidad, sencillez y propiedad, cumpliendo la misión que le corresponde de acuerdo con su categoría. Los personajes no ocupan la misma posición o jerarquía dentro de la trama. Se les suele clasificar de acuerdo con el orden establecido ordinariamente en el desarrollo habitual de la acción humana, en tres grupos:
1) El de aquellos que ocupan un primer plano, o sean los personajes principales o centrales de la novela: son los protagonistas propiamente dichos; los que siempre están presentes a través de todas las incidencias, peripecias y situaciones, desde el principio hasta el fin de la obra. Estos personajes, por regla general, no son trasladados de la realidad, así con sus propios nombres y apellidos, pues a excepción de las motivaciones históricas, aquéllos son de libre creación del novelista. Ejemplo de ellos son en Doña Bárbara: Lorenzo Barquero, Doña Bárbara, Santos Luzardo y Marisela; en El Quijote: Don Quijote y Sancho Panza; en Memorias de Mamá Blanca: Mamá Blanca y Blanca Nieves.
2) Los personajes que igualmente con nombre propio cooperan con los primeros en el desarrollo del tema, pero no de una manera permanente o sostenida, sino aparecidos y desaparecidos sin interrumpir la marcha o desarrollo de los sucesos principales, son personajes de segunda categoría o secundarios; por lo que a diferencia de los primeros, pueden tomarse directamente de la realidad e incorporarlos a la novela sin grandes transformaciones. Ejemplo: Mr.Dánger, Mujiquita, Pajarote, Ño Pernalete, Balbino Paiva, María Nieves, Antonio Sandoval, Juan Primito, etc.; Dulcinea del Toboso, el Barbero, el Cura, Bachiller Sansón Carrasco, Sancho Panza, etc., Evelyn, Primo Juancho, Papá, Violeta, Vicente Cochocho, etc.
3) Por último, hay una tercera categoría, compuesta no propiamente por personajes determinados como anteriores, sino integrada por esos otros seres que, con nombres comunes o genéricos, cubren esporádicamente ciertos patrón, palanqueros, peones, criados; caballeros, cabreros, arrieros, paje, titiritero; clientela, profesora, vendedora, padrino, etc.
Cuando todos los personajes se sitúan en un mismo plano, como es la tendencia de algunos novelistas contemporáneos, identificándolos por igual bajo el mismo signo de dolor o de tragedia, surge una sola clase con el nombre de personaje masa o personaje colectivo. Y si es que el personaje, en lugar de representar la conducta de un individuo en particular, por el contrario, se erige en símbolo de colectividades, grandes o pequeñas, inclusive de toda la humanidad, entonces aparece el personaje simbólico. Ejemplos de estos últimos son Don Quijote y Sancho Panza. El primero como símbolo del hombre idealista, del que todo lo sacrifica por el bien de los demás; el segundo, por el contrario, es el prototipo del hombre que primero piensa en él que en sus semejantes; piensa en presente y no en futuro. Por lo demás, otros de los méritos de estos dos personajes símbolos es el de que efectivamente tipifican por separado esa misma composición idealista-realista que lleva todo hombre: en unos, un elemento más; en otros, menos.
c)  El ambiente. La acción y los personajes para que tengan razón de ser, para que cumplan su misión dentro de la amplia concepción del novelista, necesariamente deben contar con un medio, un sitio, un lugar, en el que dentro del ámbito de lo temporal, hayan de moverse aquéllos. Esto es, la obra ha de contar con ambiente. El ambiente es, pues, el escenario en el que los personajes han de moverse, y cumplir su función; en el que habrá de producirse esa amalgama que constituye lo material con lo espiritual; en el que el territorio, el campo, el bosque, la ciudad la aldea, el campamento, las casas, los ranchos, las chozas, las fábricas, las montañas, las minas, las llanuras, los ríos, el mar, la nave, etc., sirven de asiento material al otro aspecto que el novelista explora y combina en lo social, político, religioso, folklórico, cultural, económico, sentimental, histórico, etc. El primero es el medio físico, en el cual la descripción juega un papel importante, ya que el autor ha de esmerarse en revelar todo hasta en los más mínimo detalles, pues debe conocer a fondo el ambiente en que sus personajes van a actuar; el otro es el medio social.
Uno y otro pueden ser el producto de la observación directa del novelista, como traslado exacto y fiel de la realidad conocida por él; también pueden ser imaginados, para lo cual pondrá en juego su poder creador, en una hábil combinación de elementos que los acerque lo más posible a la realidad. La forja del ambiente debe estar bien inspirada en el interés que habrá de imprimirse a la obra, pues una vez que el lector se adentre por sus senderos, no ha de haber nada que lo aparte de su camino, de la escena que lo hace vivir, mejor, convivir. Por eso el éxito de las novelas como El Quijote, Doña Bárbara, Las Lanzas Coloradas, Cumboto, Memorias de mamá blanca, La vorágine, etc., ha dependido en gran parte del acierto con que se escenifiquen los hechos, ubicándolos con toda propiedad en el ambiente donde necesariamente tiene que ocurrir. De ahí que el novelista, repetimos, habrá de ser muy cuidadoso en este aspecto de su obra, si quiere que sus personajes actúen, se muevan, vivan en un determinado lugar y en un determinado momento, mejor aún, si su influencia se proyecta a todo lugar y a toda época.
Plan de la creación novelística o estructura interna
Hacer o concebir un plan determinado, estereotipado, para escribir una novela es algo prácticamente imposible. El novelista, el poeta de la narración, no puede estar subordinado a normas estrechas, inflexibles o rígidas que aprisionen su poder creador y desvíen la imaginación de su propósito. Sin embargo, tradicionalmente se ha pautado un proceso, el cual, cumplido con mayor o menor regularidad, se dice que permite apreciar todo el proceso literario de la obra con más o menos exactitud. Ese plan comprende tres pasos, a saber: introducción o exposición, nudo y desenlace. Esto forma parte de lo que se llama también estructura interna de la novela.
a) Introducción o exposición. En esta primera etapa, el autor dedica su atención a exponer el tema, los principales asuntos de la obra y los motivos de la misma; se hace la presentación de los personajes , en lo cual la mayor parte de las veces se invierte buen espacio y tiempo, ya que se quiere abundar en detalles para el mejor conocimiento de los mismos. En este punto se pone de manifiesto el carácter y la personalidad de los “actores” (personajes), con todos sus rasgos físicos y morales, lo cual permite interpretar cabalmente la razón de ser de su conducta en la acción, etc.; se describe pormenorizadamente el ambiente y se sitúa al lector en el punto de partida de la acción con un interés ya inicial y suficiente para invitarlo a entrar de lleno en el escenario de los acontecimientos por narrar.
b) Nudo. Constituye esta etapa la parte culminante de la novela. En ella el interés de la trama ha llegado a su máximo poder, para dejar la acción en un punto de partida hacia varias direcciones. Ya familiarizado el lector con los personajes; en cuenta del contenido propio de la acción (complicada al máximo), su interés y curiosidad se ponen aún más en tensión por saber cuál será la solución final o el desenlace que tendrá el conflicto planteado. En esta fase se ha llegado, pues, al pleno desarrollo del tema propuesto, con todas sus incidencias, alternativas y combinaciones. Se está en camino de llegar con avidez al desenlace o punto final.
c) Desenlace. Se ha llegado aquí a la etapa más breve y decisiva. Por eso ella siempre está impregnada de la más fuerte emoción. Planteado el problema, se ha de pasar indispensablemente a resolverlo. Tejida la maraña, complicada la acción, tenso el interés, hay que desenredar los hilos, hay que simplificar los sucesos, hay que aflojar la tensión. En este caso, el autor conduce al lector de modo sutil y complaciente hacia la meta de sus aspiraciones: satisfacer la curiosidad que le ha despertado tanto misterio, tanta angustia, tanto interrogante. El desenlace puede ser agradable o desagradable, venturoso o desdichado según sea la naturaleza del tema planteado, pero de todos modos, habrá de ser emocionante por lo imprevisto, y apropiado por lo natural. Esto quiere decir que el desenlace ha de resolver con interés la cuestión propuesta y apartarse de todo artificio, falsedad y apremio que lo desnaturalice.
Pero la anterior sistematización no quiere decir que quien la respete o cumpla al pie de la letra, ya por eso es un buen novelista. De ninguna manera. Más que todo esto, es indispensable en el autor la vigencia de ese “espíritu creador”, de ese “Algo misterioso”, “trance espiritual” o “quid divinum” de los antiguos; del “demonio interior” de Sócrates, que hace del trabajo de novelar algo así como un “divino sonambular”, y que precisamente arrancó a don Miguel de Unamuno una expresión que sintetiza sabiamente todo cuanto se puede decir al respecto, pues según él no existe la novela preconcebida, ya que precisamente en este caso “lo verdaderamente novelesco es cómo se hace una novela”. De todos modos veamos someramente en qué consiste cada uno de los tres pasos ya mencionados, anticipando que la obra, por su extensión, suele dividirse en varios capítulos, en cada uno de los cuales se va desarrollando la acción, con la oportuna intervención de los personajes de turno y con la descripción del ambiente, que cada caso requiere.


Características de la novela
La novela ha evolucionado lo suficiente como para que se destaque, desde su aparición como género literario hasta nuestros días, una extensa zona donde pueden verse los pasos, modificaciones, cambios y progresos alcanzados por ella. En especial ha de notarse que el concepto que de ella actualmente se tiene está acorde con el carácter que en los tiempos modernos se le señala, pasando, al decir de Ortega, del “narrar” al “presentar”. Así, obsérvese que aquello exclusivamente fabuloso o épico dejó de ser su objeto, para convertirse en obra de creación eminentemente estética. La novela moderna se adentra resuelta por los campos de lo lírico. Rompiendo los viejos moldes que la ceñían a un orden esquemático preestablecido. Y es el individuo como ente sicológico el que ha de aportar la mayor parte del material en que se inspire el autor, hurgando y removiendo las inagotables fuentes del subconsciente y del inconsciente.
En esta forma, pues, la novela, apenas iniciado el siglo XX, invierte los órdenes, y de lo objetivo, como primordial, pasa a lo subjetivo como una de las consecuencias impuestas por el mayor desarrollo y progreso alcanzado por el individualismo en este campo de la cultura; lo que igualmente ha hecho que ella toque tan cerca, hasta confundirse, las fronteras de los demás géneros literarios. La novela en este sentido resulta verdaderamente poemática, y así podemos ver, por ejemplo, como Don Rómulo Gallegos, José Eustacio Rivera, Ricardo Güiraldes, Ciro Alegría y otros más, verdaderos poetas que vierten lirismo en sus obras o en gran parte de las mismas. En ese sentido continuo de la novela o de los novelistas, en el que cada uno tiene sus propias tendencias y aficiones, se hace aún más difícil precisar cuáles son las líneas divisorias que configuran este género literario. De ahí que se presenten a veces otras obras de géneros distintos como el drama, el ensayo, la didáctica, etc., bajo el ropaje de una novela. Esta especie de “confusionismo” o de “avance” que se nota en la novela moderna se considera como producto de la era veloz que vivimos, de la tendencia hacia lo rápido, maravilloso, angustioso y suspenso. El hombre actual experimenta la sensación de lo incógnito, de lo desconocido, hacia donde dirige presuroso sus pasos en busca de satisfacción intelectual, científica y moral. Y la novela, desde luego, no podía escapar a estas influencias.



SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS ENTRE CUENTO Y NOVELA

Entre el cuento y la novela existen puntos de contacto, a veces tan estrechos y casi sutiles, que conducen a una fácil identificación de ambos géneros literarios diferenciándose para algunos sólo en la extensión. Esto, desde luego, no pasa de ser una falsa apreciación del asunto, pues cuento y novela son manifestaciones artísticas del pensamiento perfectamente delimitadas, con estructuras, contenido, desarrollo y fines propios. El Doctor Arturo Uslar Pietri ha dicho al respecto que “la novela y el cuento trabajan con instrumento y técnicas distintos, el mismo rico y vasto material”
En forma breve trataremos de exponer las semejanzas y diferencias más sobresalientes entre el cuento y la novela, enmarcado todo dentro del propósito didáctico de este trabajo.

a) Semejanzas
  • El cuento y la novela se refieren indistintamente a temas sicológicos, sociales, pedagógicos, filosóficos, humorísticos, morales, populares, nacionales, mundiales, etc.
  • El cuento y la novela son ambos literatura de creación
  • Tanto el uno como la otra se valen de la narración, la descripción y del diálogo, como medios de expresión artísticas.
  • La forma de elocución mayormente adoptada por el cuento es como la de la novela, la prosa, pues si realmente hay unos varios cuentos en verso, ésta es la excepción y no la regla.
  • Tanto en el cuento como en la novela se refleja el mundo de la realidad, por lo que hay entre ambos un hilo común de dramatismo.
b) Diferencias
Si bien el cuento y la novela, en lo esencial tienen algo de común, ella no deja de ser más que una apreciación meramente teórica, pues desde el punto de vista práctico, resaltan inconfundibles. Uno y otro género, ubicados en el punto de partida, aparecen hermanados, pudiéramos decir, identificados. Pero al ponerlos a andar, cada uno se mueve a impulso de su propia fuerza, tomando sus respectivos senderos, con “instrumento y técnicas distintos”. De este modo podemos señalar las características más sobresalientes del cuento, en contraposición con las de la novela, así: 
    • El campo de acción del cuento es mucho menor que el de la novela. La mayor parte de las veces no conocen más que un solo sitio de acción: donde empieza, allí termina. En tanto que la novela se desenvuelve en un escenario mucho más extenso y variado, dado el mayor número de personajes que actúan, la mayor duración de la acción y la mayor complejidad de la trama.
    • El cuento es de acción sencilla y rápida, pues ha de impresionar con fulgor y expresar mucho en pocos términos, como el pintor que con pocas pinceladas esboza un rostro, delinea un bosque o muestra un paisaje. El cuento resulta así mucho más breve que la llamada novela corta, es, pues, más bien sintético. La novela, por el contrario, por ser mucho más compleja su trama y por subdividirse el conflicto central en varios aspectos o problemas secundarios, requiere una duración mayor, más prolongada y de efectos más tardíos.
    • La trama en el cuento es muy sencilla, ordinariamente se refiere a un solo asunto, o lo que es lo mismo, el “conflicto dramático” resulta comúnmente ser uno solo. Por el contrario, en la novela la trama suele ser más compleja, abarcando menor categoría, pero que hace crecer el número de situaciones hasta configurar un gran bosque de tupido follaje.
    • Como consecuencia de las anteriores características, es lógico pensar que el número de personajes en el cuento sea mucho menor que los de la novela, con la especial circunstancia de que en aquél cada uno de los mismos aparece rápida y serenamente retratado, al revés de lo que ocurre en la segunda, donde el novelista a veces emplea varias cuartillas para describirlos. Resulta así que el cuento apunta, sugiere, adivina, y la novela enseña, explica, desarrolla.
    • Lo imaginativo, de mayor fuerza lírica que lo verosímil, hace del cuento un exponente de belleza que entusiasma, pues el autor usa de la libertad para describir a su manera, en atrevidas metáforas, lo que su imaginación concibe; en tanto que el novelista, sólo podrá embellecer con su imaginación la realidad, ciñéndose a los límites de lo posible.
    • En cuanto a la finalidad, resulta el cuento más apto que la novela para cumplir una intención ejemplificadora y moralizadora, sobre todo si nos fijamos en la rapidez con que se llega al ánimo del lector o del oyente.
    • El cuento es anterior a la novela. Se le considera como el género literario más antiguo, particularmente en su manifestación popular.

  
FUENTE

Material tomado del texto Técnicas de Redacción e Investigación Documental.
Carrera L, Vásquez, M y Díaz, M.E. (Panapo, 2007)


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