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lunes, 29 de agosto de 2011

JUAN VICENTE GONZÁLEZ Y EL ROMANTICISMO HISTÓRICO-SOCIAL


En su deseo de provocar una transformación profunda que emancipe al hombre de la miseria y la ignorancia, los intelectuales románticos ponen su arte al servicio de las ideas reformistas. Novelas, poesías, dramas se convierten en emisarios de las nuevas doctrinas. Los escritores fundan organizaciones, participan en luchas ideológicas, y hasta algunos ofrendan sus vidas en nombre de la libertad de los pueblos. En esa búsqueda, los románticos caen en sistemas utópicos, arrastrados por excesos imaginativos y sentimentales. Desean transformar la sociedad en nombre de loa justicia y los sentimientos. Los principales reformistas se dan en Francia Claudio Saint Simón (1769- 1825) y Carlos Fourier (1772- 1837) se hacen famosos como los representantes del Socialismo utópico que gana innumerables seguidores.

En Hispanoamérica, tal vez más que el Romanticismo Literario, es el Romanticismo Social el que obtiene mayores repercusiones con obras realmente sólidas. Argentina, la puerta del Romanticismo literario en América, es la primera en conocer las doctrinas sociales de Esteban Echeverría. Con él están Juan Bautista Alberdi (1810-1884) y Domingo Faustino Sarmientos (1811-1888). Por su parte, en Venezuela, tenemos a Juan Vicente González, Fermín Toro, Cecilio Acosta y Eduardo Blanco, quienes se preocupan por reflejar en sus obras la proyección de esas doctrinas liberales. El Romanticismo Social fue una tendencia que intentó una nueva manera de interpretar y juzgar los hechos históricos y sociales, agregándoles también la imaginación y la sensibilidad en aquellas disciplinas que intentan instruir y hacer reflexionar a los hombres. En Europa, la primera reacción fue ir en contra de la forma como se hace Historia en el siglo XVII. Los historiadores neoclásicos se limitan a imitar los modelos de la antigüedad grecolatina. Una historia impersonal, imparcial y objetiva, donde no podía intervenir el yo del autor, para no faltar a la veracidad de los hechos. Los acontecimientos históricos se muestran desligados de los aspectos económicos y sociales. La documentación utilizada no son documentos de archivos, sino sólo transcriben en forma fría y desapasionada las crónicas, las memorias y los anales que ya estaban redactados, sin hacer críticas, ni juicios sobre los hechos.

En este sentido, hay que insistir en el papel del Romanticismo Histórico Social, ya que se distingue por una forma o manera diferente de escribir la historia, durante el siglo XVIII (Neoclasicismo) se produjo una historia de tono muy descriptivo que imitaba a los historiadores clásicos. Era una especie de registro de acontecimientos políticos y militares que no tomaba en cuenta los aspectos sociales, económicos ni artísticos los pueblos. De preferencia se refería a batallas y acontecimientos descriptivos en abstracto, fuera de todo contexto ambiental, sin color local. La historia romántica siglo XIX se dan cambios importantes y la nueva forma de historiar se centra principalmente en las historias nacionales descritas con una fuerte presencia de color o sabor local, detallando costumbres y todo lo que muestre elementos particulares y diferenciadores de cada pueblo y de cada situación. De modo que una historia objetiva y abstracta se pasa a una historia donde el sentimiento, la empatía y lo regional o local cobran gran importancia. Unido a esto el estilo o lenguaje poético, rico en imágenes, símiles y metáforas que emparenta la historia con la literatura. Los historiadores franceses son los primeros en buscar nuevos rumbos. A comienzos del siglo XIX, aparecen Chateaubriand con el Genio del Cristianismo (1802). Esta obra abre las puertas al Romanticismo Social. Michelet, con su Historia de Francia (1853) se convierte en el maestro de esta escuela romántica. Al pasar esta tendencia a América se encuentra con buenos seguidores, y en Venezuela estará Juan Vicente González, quien inicia la historia romántica con su obra Historia del Poder Civil en Colombia y Venezuela.


CARACTERÍSTICAS DEL ROMANTICISMO HISTÓRICO-SOCIAL

1. Visión Crítica de la Realidad. El historiador romántico conoce el hecho histórico y busca explicárselo y lo relaciona con el pasado para encontrar sus raíces.

2. La Empatía. El historiador se identifica con el hecho que narra. Lo presenta como si lo estuviese viviendo, por esto se da preferencia a la historia nacional, al momento contemporáneo.

3. Visión Subjetiva del hecho histórico. Como el yo del historiador siempre está presente, todo se carga de subjetividad; se emociona ante los hechos y toma partida ante ellos.

4. Apoyo en Fuentes Documentales. Los juicios elaborados por el historiador deben ser propios pero partiendo de documentos reales; por eso deben ir a la fuente más cercana y no basarse en crónicas o relatos de segunda mano.

5. Estilo Poético. Como los románticos escribían con emoción, su estilo debía adaptarse a esa circunstancia. Por esta razón la prosa utilizada tenía un tono declamatorio, que perseguía conmover, convencer y lo hace mediante giros y figuras poéticas como: metáforas, exclamaciones, interrogaciones, símiles e imágenes de todo tipo.

JUAN VICENTE GONZÁLEZ


Juan Vicente González nació en Caracas el 28 de mayo de 1810 y murió el 1 de octubre de 1866; fue un periodista y escritor venezolano. Se le considera como el primer escritor romántico que tuvo Venezuela en el siglo XIX. Se tienen escasos datos de la niñez de González. Hasta ahora, no se han podido determinar quiénes fueron sus padres, ni la fecha exacta de su nacimiento, por lo cual esta es estimada. Algunas personas afirman que nació en 1808, pero opinan que fue en 1811. Se dice que fue abandonado en la casa de Francisco González, realista que lo adoptó y le dio su apellido. Hizo sus primeros estudios con el sacerdote José Alberto Espinoza y luego ingresó a la Universidad de Caracas y se graduó de Licenciado en Humanidades. En 1827 cuando el Libertador Simón Bolívar regresó por última vez en vida a su patria, para impedir la separación de la Gran Colombia fue recibido con un homenaje en la Universidad de Caracas. En el recinto universitario Juan Vicente González, siendo adolescente, se encontró con el prócer, momento que quedaría grabado en su existencia en lo sucesivo.

A los 28 años, contrajo matrimonio con Josefa Rodil y para costear sus gastos en su nuevo estado civil daba clases de gramática e historia en colegios particulares. En 1849, fundó en Caracas el colegio "El Salvador del Mundo". Un año antes fue nombrado Diputado por Caracas al Congreso, por lo que fue testigo ocular del sangriento allanamiento que hicieron las tropas del gobierno, al recinto del Parlamento, matando e hiriendo a varios congresistas. A pesar de haberse iniciado en la masonería, se le clasificaba como hombre de ideas conservadoras. Debido a este punto de vista, no encontró favorable a la Revolución de Marzo de 1858, que llevó al poder a Julián Castro, Manuel Felipe Tovar y Fermín Toro. Tampoco se sintió atraído por la Revolución Federal.

Desde el periódico El Heraldo y otras publicaciones, combatió a los regímenes de fuerza. Eso disgustó a muchos gobernantes. Estuvo a punto de ser deportado en 1861, pero gracias a las diligencias de Pedro Gual, Presidente de la República, por breve tiempo esto pudo ser evitado. También hizo oposición a la dictadura del General José Antonio Páez, lo que le valió un encierro de tres meses en la cárcel de La Guaira. Al ser libertado gracias a los buenos oficios de algunos masones, reincidió en sus críticas violentas al gobierno. El General Páez molesto, volvió a mandarlo a prisión, esta vez en la prisión de "La Rotunda". Allí escribió su Manual de Historia Universal, que es el primero de sus libros conocidos. Al triunfar los ejércitos del Mariscal Juan Crisóstomo Falcón en la Guerra Federal, vio con simpatía a este militar y líder masón, lo cual no impidió para que de vez en cuando le dedicara también algunos ataques periodísticos. A pesar de las pasiones políticas que le animaban González era considerado un personaje muy honesto, noble y amante de la verdad. Esto quedó demostrado con la biografía muy favorable que escribió sobre el Juan Crisóstomo Falcón, no obstante que se declaró una vez más su adversario.

Entre sus obras figura la biografía del prócer José Félix Ribas, "Las Mesenianas", un conjunto de elegías en prosa, "Ecos de las Bóvedas" y la obra que quedara inconclusa Historia del Poder Civil. En el campo de la poesía, Juan Vicente González publicó numerosos trabajos, destacando su soneto " A Bolívar". En el periodismo, consiguió fama por su talento y virulencia en la crítica. Fue fundador de los medios impresos El Venezolano, El Diario de la tarde y El Heraldo y editorialista de algunos de estos medios incluyendo La Prensa, lo que provocaría polémicas con periodistas identificados con el movimiento liberal tales como Felipe Larrazábal, Estaislao Rendón, Guillermo Tell Villegas, Tomás Lander y Rafael Arvelo. Un año antes de su fallecimiento, estableció la publicación Revista Literaria.


PÁGINAS DE LA HISTORIA DE COLOMBIA Y VENEZUELA O VIDA DE SUS HOMBRES ILUSTRES

(FRAGMENTOS) 
Nacido un año después que Venezuela dio su grito de independencia, criado en medio de los furores de la guerra a muerte y al ruido de sus combates y victorias, crecido entre las tempestades civiles que precedieron a su organización definitiva y a su breve edad de oro, pertenezco a todas sus épocas por algún punto, conozco sus hombres y las pasiones o intereses que los movieron, los acontecimientos, su enlace y causas; y voy a escribir sobre ellos.
La época es oportuna. Están para desaparecer los últimos actores del variado drama de nuestra independencia. Con la pluma en la mano hay quienes les sirvan, transcribiendo oficiosamente al papel con sus propias palabras, el concepto en que quieren vivir en la posteridad. Jueces, no cómplices, nosotros recogeremos también de sus labios, aun cuando mientan, el espíritu de su tiempo, la índole de su patriotismo, el secreto de sus sentimientos e ideas, forzándoles a dar testimonio de su ambición y crímenes, mientras hablan de sus sacrificios y virtudes. Esos hechos desconocidos, esas revelaciones que, después de años y tras un triunfo inesperado, viene a contradecir las tradiciones populares y la verdad auténtica, sólo sirven para señalar al historiador la herida que procuran ocultar.

Al describir los varios destinos de Venezuela, no es nuestro ánimo añadir una historia más a las que se han acuñado al servicio de los partidos, alterando los hechos por pasión o circunspección política y falsificando el color general de los sucesos y costumbres. Esperamos más bien que nuestro respeto a la posteridad para quien se escribe la historia y el amor a la justicia, nos libren de toda debilidad, aun en favor de los que han muerto con las armas en la mano por la causa que seguimos. Engañar, suponiendo, ocultando o mintiendo, nos ha parecido siempre indigno de un escritor. ¡Cuánto más de quien aspira a dar lecciones al mundo de independencia e imparcialidad! Por todas partes oímos a Cicerón que nos dice: ut ne quid falsi dicere audeat, ne quid veri non audeat.

Pero esta justicia, esta imparcialidad que debemos a todas las opiniones y partidos, es la benevolencia general del hombre que conoce al hombre, una equidad discreta y reflexiva, no la indiferencia entre la virtud y el vicio, ni el sacrificio de los principios, ni menos el silencio de nuestras ideas y opiniones. No seremos alternativamente del partido de César o de Pompeyo, y es harto cierto que esta propensión de nuestro espíritu, fija e invariable, se representará pro defectos en nuestros escritos. Cuando la historia convencional de una época legue a otra manchada con la calumnia, la fama pura de un guerrero, que murió en defensa de su país, o de un ministro que expiró consumido por la ansiedad devoradora de la política, nosotros nos proponemos, por el estudio exacto de su carácter y de sus hechos, vindicar la memoria de sus hombres proscritos y consagrar al respeto público su sangre y sus vigilias. Está bien que la envidia los haya perseguido vivos; la historia está ahí para honrar sus nombres. Los tiranos y los detractores tienen, para consolarse de la verdad póstuma, los homenajes en vida de sus esbirros o las recompensas de sus amos: son las víctimas las que necesitan del tributo tardío de la justicia, la humana decimos, hija de la verdad y emanación del cielo.

Ardua, empero, y difícil es la empresa. Escribir bien es por sí solo una tarea llena de dificultades. ¿Qué será acomodar el estilo a las diferentes épocas y caracteres, y animar lo que ha pasado y muerto, sin disfrazar ni alterar los nombres, los sucesos ni las pasiones? ¡Cuánto trabajo, estudio, constancia, meditación para alcanzar un estilo varonil y grave, el arte de narrar con fuerza, interés y gracia, bajo el influjo de una idea abstracta, poderosa y de un pensamiento generador y severo¡ Los acontecimientos guardados están en los archivos públicos o en la memoria de los hombres; allí los guerreros con su ambición, los pueblos con su complicidad, los sacerdotes con su entusiasmo, los tiranos con sus víctimas, las víctimas con su paciencia. Es por la reflexión que se reviven esos tiempos, y esos hombres; y es el talento quien puede hallar únicamente su fisonomía y la imaginación quien únicamente puede pintarla.

(…)

Todas estas dotes y una pluma fácil y flexible necesita el escritor que quera seguir Venezuela en su varia fortuna, y representarla en los días de peligro y gloria y en los de oprobio y degradación. Y hasta la diversa disposición de espíritu de los historiadores es indispensable, entusiastas y poéticos o severos y tristes, para trazar con verdad los cuadros graves y sublimes, terribles y sombríos, viles y miserables de nuestra historia. Así cuando haya que pintar a Venezuela a la cabeza e la América del Sur, venciendo las grandes batallas, haciendo estremecer al Cuzco, rindiendo a doce generales, creando a Colombia, constituyendo al Perú y dando ser a Bolivia; cuando tengamos que admirar el valor venezolano decidiendo las grandes contiendas, sus soldados de fortuna hechos jefes de las naciones que crean, las plazas públicas decoradas con sus estatuas y sus nombres convertirse en los nombres de las capitales y hacerse los grandes recuerdos de nuestra historia; fuerza será toma de Tulcídides y Tito Livio el estilo grandioso y elegante, las nobles formas, severas y sencillas de estos historiadores.

Que si es preciso trazar corazones degenerados y caracteres débiles, la tenacidad y presunción de los gobernantes, la versatilidad y ligereza de los ministros, la ambición y despecho de los tribunos, la disposición turbulenta de las poblaciones; o ya el caos sangriento de la anarquía, y pintar el egoísmo, la crueldad y el desenfreno de soldados rapaces y facciosos, manejos viles e intrigas, el olvido d toda virtud y pudor, la avaricia y el desprecio a las leyes, la República a merced de la fortuna y capricho de sus enemigos, la degradación de los ciudadanos que se precipitan en la servidumbre, la expoliación del erario, la bajeza del pueblo, el menosprecio merecido de todas las naciones, claussum armis, senatum, ahí están Tácito y Guicciardini, tristes y severos historiadores de una época semejante y a veces de crímenes iguales.

¡Pueblo singular que ha recorrido en pocos años lo que hay de más excelente en la gloria y la libertad, y de más ignominioso en la servidumbre¡ Quid ultimum in libertate…quid in servitute.

Nuestro primer pensamiento fue escribir la historia general de Venezuela, sueño de nuestra juventud y tentación seductora en nuestra proscripción civil; pero el éxito de las pocas que hasta hoy han aparecido, solo ha servido para calmar nuestro arrojo y desalentarnos. Y ciertamente que es difícil en medio de la escasez de documentos sobre algunas épocas, y de falta de apuntamientos y memorias, que quién en el laberinto de otras y en la averiguación de hechos importantes, controvertidos o dudosos, seguir a Venezuela a través de sus vicisitudes políticas, unida a España o combatiéndola, haciendo parte de Colombia o rompiendo la unidad y constituyéndose independientemente; agitada primero en su separación definitiva, próspera y feliz más luego, hasta hallar la esclavitud y la miseria, al ir en busca de una libertad irrealizable y de un bienestar quimérico. Escribiendo con exactitud y candor los hechos importantes de los varones que figuraron en la vasta tela de tantos sucesos, los dividimos realmente para estudiar mejor y para ilustrarlos, y prepararnos materiales preciosos al escritor futuro de esta vasta epopeya. Faltarán los grandiosos cuadros y pinturas, que una historia general comporta, pero el interés y la instrucción no perderán nada; ya que estudiando a los hombres en sus diferentes pasiones, aislada y detenidamente, se comprenderán mejor los sucesos en que tomaron parte, su carácter e influjo. Sin aspirar a una imitación imposible de los modelos antiguos, a la fuerza de veracidad y curiosos pormenores, procurarnos ser interesantes como Plutarco; y harto hombres presenta nuestra época para imitar modelos poco difíciles de Suetonio y Procopio.

La biografía de Martín Tovar y Tovar nos servirá para describir la época pacífica, que precedió a la revolución y os grandes acontecimientos en que tuvo parte; la vida inactiva y o abril, aurora brillante de tempestuosos días; la lucha del deber y del patriotismo contra los lisonjeros halagos el poder absoluto; el trabajo en medio de las preocupaciones de la política; la independencia de carácter en contraste con una admiración reconocida pero servil; y a través de pasiones viles y de los crímenes d una revolución larga y sangrienta, no una virtud de cálculo, que es la virtud del vicio, sino la verdadera virtud, la santidad del alma, convertía en gusto, instinto, costumbre y difundida en hechos de beneficencia y generosidad, y en una abnegación natural, sin esfuerzos ni sacrificios.

La vida de José Félix Ribas nos ofrecerá la ocasión de pintar los primeros años e la Guerra a Muerte, días de mucha gloria y grande oprobio, en que ambos partidos en el vértigo de la venganza, s disputan el horror de verter la sangre; que abrazan la lastimosa emigración del año 1814 y que terminan infelizmente en la batalla de Urica, perdida por traición o la cobardía, donde murió Boves, pero donde cayó por segunda vez la República, y de donde escapó Ribas, para ir a morir en manos de cobardes; que pusieron en afrentoso palo aquella cabeza, que les imponía miedo y aquellos brazos terror de sus enemigos.

Bolívar, el Aquiles y Ulises de esta epopeya, intrépido en los peligros, paciente en los trabajos, constante en las adversidades, infatigable, siempre inspirado y lleno de recursos, nos servirá para dar unidad y vida a los variados sucesos de la revolución que preside. Hombre de pensamiento y de pasión, su carácter es un conjunto de grandes caracteres históricos, a veces opuestos. Hay sobre su frente reflejos, tintes poderosos del hombre de Estado, del guerrero y del poeta, el ardor inextinguible de Carlos XII, la ambición de Napoleón y el desprendimiento de Washington; tribuno y general como César, elocuente como uno de los Gracos, cruel como un triunviro y generoso y clemente como Trasíbulo. El exceso de sus cualidades, lo que habría en su genio extraordinario y gigantesco y de colosal y poético en su fantasía, es la verdadera causa de la existencia efímera de Colombia, su obra predilecta, a quien dio todas las doctrinas y ejemplos, que sirven de combustible a las revoluciones, y ninguno de los principios que fundan los Estados y los conservan.
REFERENCIAS

Juan Vicente González. (2011. Jul, 29) Wikipedia. Disponible: http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Vicente_Gonz%C3%A1lez. (Consulta: 21/08/11).

Peña Hurtado, R. (1993). Lengua y literatura. Caracas: Distribuidora Escolar.

Vásquez M. ( ). Romanticismo Social y Juan Vicente González. Las letras que queremos (Blog). Disponible: http://mireyavasquez.blogspot.com/2010/09/romanticismo-social-y-juan-vicente.html. (Consulta: 12/08/11).

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