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domingo, 11 de julio de 2010

EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA DE MIGUEL DE CERVANTES


NOVELAS DE CABALLERÍA

El libro de caballerías (caballerías eran las hazañas o proezas de un caballero) es un género literario en prosa, de gran éxito y popularidad en España y Portugal en el siglo XVI, que fue víctima de la parodia de Miguel de Cervantes en el libro Don Quijote de la Mancha. Se escriben desde fines del siglo XV hasta 1602 y empiezan a perder su popularidad hacia 1550.

Definición

En estos libros se celebran las hazañas de los caballeros andantes: Amadís, Palmerín, el rey Arturo y los caballeros de la tabla redonda, los doce pares de Carlomagno, Romancero. Como contrapunto a la fiereza y violencia guerrera, está el masoquismo amoroso inspirado en el amor cortés. En España, los libros de caballerías se presentan como crónicas verdaderas, pero su ficción no tiene ninguna conexión, por débil que sea, con la verdad histórica. Esta es una de las principales objeciones de los críticos: que son libros ficticios o mentirosos que se presentan como historia verdadera y real. Los caballeros andantes españoles, como Amadís, son nuevos héroes con dinastías inventadas. Gozan de una inmensa popularidad en España en grandes ciclos o familias (Amadíses, Palmerines, Clarianes, Febos, etc.).


Características

Sus características esenciales son:

• Se trata de ficciones de primer grado: importan más los hechos que los personajes, que suelen ser arquetípicos y planos y son traídos y llevados por la acción, sin que ésta los cambie o los transforme y sin que importe demasiado la psicología de los personajes.

• Estructura abierta: inacabables aventuras, infinitas continuaciones posibles; la necesidad de hipérbole o exageración, la amplificación (cada generación tiene que superar las hazañas, hechos de armas o fama de su padre). Los héroes no mueren, siempre existe un camino abierto para nueva salida. Total falta de verosimilitud geográfica, lógica. Libros larguísimos, de aventuras entrelazadas.

• Búsqueda de honra, valor, aventura a través de diferentes pruebas: es una estructura episódica donde el héroe pasa por distintas pruebas (como, por ejemplo, el paso del "Arco de los fieles amadores" en el Amadís) para merecer a su dama, desencantar a un palacio, o conseguir alguna honra reservada para el mejor caballero de su tiempo. Casi siempre la motivación principal del caballero es la fama y el amor.

• Idealización del amor del caballero por su dama: amor cortesano, servicio de la dama, idolatría masoquista; relaciones sexuales fuera del matrimonio con hijos ilegítimos, pero siempre terminan por casarse.

• Violencia glorificada: valor personal ganado por hechos de armas; combate individual para conseguir la fama; el valor superior implica moralidad superior, excepto jayanes (soberbios); torneos, ordalías, duelos, batallas con monstruos y gigantes. Como contrapunto, masoquismo amoroso.

• Nacimiento extraordinario del héroe: hijo ilegítimo de padres nobles desconocidos, muchas veces reyes; tiene que hacerse héroe, ganar fama y merecer su nombre; muchas veces tiene espada mágica u otros poderes sobrehumanos, y goza de la ayuda de algún mago o hechicero amigo.

• Ideal cristiano de una Guerra Sagrada contra los turcos: Cruzada para defender Constantinopla (perdida de verdad en 1453). Evocación nostálgica de la Reconquista (terminada en 1492).

• Geografía totalmente fantástica: viajes a nuevas tierras; monstruos como el Endriago, gigantes, pueblos paganos con ritos extraños; barcos encantados que pueden navegar distancias enormes en una hora; palacios mágicos, lagos encantados, selvas misteriosas.

• Tiempos históricos remotos, míticos, sin referencias a circunstancias históricas sociales contemporáneas.

• Tópico de la falsa traducción: los libros se presentan como traducidos de originales escritos en griego, alemán, inglés, toscano, árabe u otras lenguas, o como "manuscritos encontrados" después de largo tiempo ocultos o enterrados.

 MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (1547-1616)

  
          Miguel de Cervantes fue un famoso novelista español, nacido en 1547 en Alcalá de Henares, su padre era un humilde hidalgo que practicaba la cirugía, quizá de ascendencia judía. Durante su infancia y juventud estudió con los jesuitas, en la Universidad de Salamanca y en Madrid como alumno del humanista López de Hoyos. En 1569 fue acogido en Italia al servicio del cardenal Acquaviva, luchando dos años más tarde en Lepanto. En esta batalla resultó herido en una mano, y no manco, como tradicionalmente se le atribuye. Capturado por los turcos en 1575, fue liberado en 1580 por los frailes trinitarios. A su vuelta a España, luchó sin éxito por ver reconocidos sus méritos y no logró pasar a América, al no obtener el permiso necesario. Trabajó como recaudador de impuestos, siendo encarcelado en Sevilla en 1597 por algunos turbios asuntos. Casado 1584 en Esquivias (Toledo), su matrimonio fue desafortunado. Parece que un asunto de faldas le llevó padecer la acción de la justicia en Valladolid. Trasladado a Madrid, entró bajo la protección del conde de Lemos, lo que no impidió que muriera en 1616 inmerso en la pobreza.
A lo largo de su vida escribió numerosas obras y cultivó variados estilos. Comenzó con la novela pastoril, escribiendo la primera parte de La Galatea (1585), sin ningún éxito. Su siguiente trabajo no se producirá hasta veinte años más tarde, siendo éste la primera parte del "Quijote". También se dedicó al teatro, intentando adaptarse a la moda impuesta por el exitoso Lope de Vega. Tampoco en este terreno alcanza el reconocimiento buscado. En 1615 imprime la segunda parte del Quijote, ocho comedias y ocho entremeses, dejando inédita otra obra, Numancia, que no se publicará hasta el siglo XVIII. Es autor también de importantes obras como las Novelas ejemplares (1613), en las que se incluyen excelentes relatos como "Rinconete y Cortadillo", "El licenciado Vidriera" o "La ilustre fregona", por citar algunos, y "Los trabajos de Persiles y Segismunda" (1617). Su obra maestra, "El Quijote", constituye una de las cimas de la literatura universal. Falleció en Madrid en 1616. Con frecuencia se dice que Shakespeare y Cervantes murieron el mismo día y, en efecto, ambos murieron el 23 de abril de 1616. Solo que entonces Inglaterra se regía por el calendario Juliano y España por el Gregoriano, entre los cuales había una diferencia de 10 días, de manera que, de acuerdo con nuestro calendario, Shakespeare murió en realidad el 3 de mayo.

DON QUIJOTE DE LA MANCHA


GENERALIDADES

          El Quijote narra la historia de un hidalgo manchego, de unos cincuenta años, que se vuelve loco por leer muchos libros de caballerías. El protagonista llega a creer que las narraciones caballerescas relatan sucesos reales y, por eso, decide salir de su aldea para buscar aventuras similares a las de sus héroes literarios con el objetivo de “desfacer agravios, enderezar entuertos y proteger doncella”. En su mente, confunde la realidad y la fantasía que ha leído en los libros: así, la venta de un camino le parecerá un castillo; los molinos serán gigantes, y los rebaños se transformarán en ejércitos de conocidos caballeros.


ESTRUCTURA

          El quijote se publicó en dos partes: la primera, escrita en 1605, y la segunda, en 1615.
  •  La primera parte del Quijote relata dos salidas o viajes del protagonista. La primera salida, muy breve (capítulos 1-6), es una pieza casi autónoma. Narra que Alonso Quijano, coge a su viejo caballo, Rocinante, arregla unas viejas armas de sus antepasados y sale en busca de aventuras. En la segunda salida se busca un escudero, el vecino labrador Sancho Panza, a quien convence tras hacerle múltiples promesas.
  • La segunda parte del Quijote recoge un único viaje -la tercera salida- que ocupa los 74 capítulos del libro.
DOS PERSONAJES
Don Quijote constituye el modelo del hombre noble, idealista y bondadoso, pero enajenado en todo lo referente al mundo caballeresco a causa de sus lecturas. La locura de don Quijote muestra aspectos o fases diferentes. En la primera salida don Quijote deforma la realidad, la ve como caballeresca, y además sufre un desdoblamiento de personalidad. En la segunda salida no hay desdoblamiento de personalidad, pero don Quijote transforma la realidad que, en su mente, se convierte en caballeresca. En esta parte de la novela no ocurre nada inverosímil ni extraño, la fantasía está en la mente del protagonista. En la tercera salida el protagonista ve la realidad tal como es, pero los otros personajes le engañan y le convencen de que no ve el mundo caballeresco a causa de los encantamientos.
Sancho Panza representa al hombre llano, con una enorme sabiduría popular, práctico y materialista. Pero al mismo tiempo es crédulo y, a lo largo de la obra, sufre un proceso de quijotización; por eso propone a su amo, ya moribundo, imitar el estilo de vida de los pastores literarios. Uno de los mayores aciertos del Quijote es el lenguaje de Sancho Panza: un lenguaje vivo, popular y enriquecido con numerosos refranes.
  
CAPITULO I


Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgo don Quijote de la Mancha
En este capítulo se menciona el sitio donde nació el hidalgo; se da el nombre, su retrato y la descripción de sus costumbres. Se conoce, además, cómo lectura de los libros de caballerías le hace perder el juicio; razón por la cual el hidalgo decide revivir la caballería andante. Entonces, repara sus armas y también le busca un nombre para su caballo: Rocinante. Se pone el nombre de don Quijote y elige por dama a su vecina Dulcinea del Toboso.

             En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

          Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”. Y también cuando leía: “..los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza”.
          Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recibía, porque se imaginaba que, por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar -que era hombre docto, graduado en Sigüenza-, sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.
          En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán el encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado. Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura.
          En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo; y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos, del imperio de Trapisonda; y así, con estos tan agradables pensamientos, llevado del extraño gusto que en ellos sentía, se dio priesa a poner en efecto lo que deseaba.
          Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo, pero vio que tenían una gran falta, y era que no tenían celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que, encajada con el morrión, hacían una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y, por asegurarse deste peligro, la tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva experiencia della, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje.
          Fue luego a ver su rocín, y, aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría; porque, según se decía él a sí mesmo, no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y ansí, procuraba acomodársele de manera que declarase quién había sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que era entonces; pues estaba muy puesto en razón que, mudando su señor estado, mudase él también el nombre, y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba. Y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante: nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo.
          Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don Quijote; de donde -como queda dicho- tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que, sin duda, se debía de llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir. Pero, acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por Hepila famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha, con que, a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.
          Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él a sí:
-“Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendido: ''Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante''?
          ¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo, ni le dio cata dello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso; nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.



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