La siguiente disertación forma parte de una de las lecturas del Simposio, llevado a cabo en el Colegio María Santísima (El Marqués), en la Cátedra de Castellano y Literatura, presentada por el estudiante Jesús Ovalles. La publicación en esta página es un tributo a este joven, por su dedicación al estudio de las Letras; ya que estamos seguros de que, en las aulas de clases, se perfila el semillero intelectual cuyas iniciativas debemos cultivar, como docentes, para que den frutos exitosos en un mañana más promisor.
LA SEMBLANZA DE FERMIN TORO EN LA
MESENIANA DE JUAN VICENTE GONZÁLEZ
Por Jesús Ovalles
5º año A
Es
ampliamente conocido por todos, el hecho de que Juan Vicente González haya sido
uno de los máximos exponentes del movimiento romántico en Venezuela. González ha
logrado, con sus obras, infundir pasión al lector con esa emotividad que
imprimía al escribirlas, bien sea para expresarse acerca de un hecho o de un
personaje. Entre sus muchas y destacadas obras, cabe recalcar la Meseniana a Fermín Toro. Una Meseniana consiste en una especie de
canto o escrito fúnebre, donde se busca enaltecer al ser fallecido, a quien se
desea recordar, resaltando sus aspectos personales y expresando el pesar y la
melancolía, sentidos ante la lamentable pérdida. Juan Vicente González logra su
objetivo, con expresa maestría, al enterarse de la desaparición de su gran
amigo, Fermín Toro y, en su obra, enaltece la semblanza de este ilustre
venezolano.
Ahora
bien, Fermín Toro siempre ha sido un personaje admirado, sobre todo por el
mencionado J.V.González, quien, en primer lugar, le da el título importante y
significativo de “El último venezolano”. La sola lectura de esta frase
demuestra el encanto que provocaba Fermín Toro en el escritor; es evidente que,
según su criterio, no existirá jamás un hombre nacido en el país, capaz de
englobar todas las cualidades y aptitudes, poseídas por Fermín Toro, ni quién
hubiese realizado tanto bien por la construcción del país, como lo hizo Toro y que
revisaremos, a lo largo de este escrito.
Ahora
bien, cuando nos aproximamos al aspecto intelectual de Fermín Toro, es obvio
reconocer su inmensa capacidad para comprender y destacarse en distintos
ámbitos del conocimiento; de manera tal que Toro puede ser considerado como un polímata (un erudito: sabe muchas cosas),
como lo expresó J.V. González, al exaltar tanta sabiduría: “¿Cómo logró su
espíritu abarcar el círculo inmenso de los conocimientos humanos?". Asimismo,
se conoce que Toro aprendió matemáticas de forma autodidacta y, también, está
resaltado en la Meseniana, porque: “plantó
en Venezuela el árbol hermoso de las matemáticas…”
Siguiendo este orden de
ideas, el autor también ensalza la figura política y pública que Toro
representó a lo largo de su vida, en
primer lugar, González expresa la fastuosidad y exquisitez de su oratoria y la
riqueza de su uso, principalmente, cuando
fue diputado y discutía en el Congreso de Venezuela; para J.V.González, “la naturaleza le había hecho
orador con la firmeza, flexibilidad y energía que distinguieron su palabra; con el brillo y magnificencia de lenguaje, inseparables del fuego del corazón, víósele siempre del partido de las nobles y generosas
causas. En tiempo en que las
Cámaras sabían guardar su gravedad,
estuvieron muchas veces para olvidarla en un entusiasmo sin ejemplo. Poseía el
principal elemento del orador:
una voz de corriente pura y extenso
aliento, de sonido preciso y claro, de acento distinto y vibrador, que marcaba todos los movimientos
de su alma sublime.” Además, remarca el hecho
de que el discurso de Toro siempre provenía de su más profundo sentir y la
forma cómo utilizaba estos dones, para encumbrar las causas que beneficiarán
siempre a la Patria.
González, asimismo,
resalta los ideales democráticos de Fermín Toro, cuando escribe: “Toro fue de esos espíritus
ideales que sueñan
hermosas teorías sobre el cabo de Suniun
o en los jardines de la Academia. Abrasaba
su alma el amor de la libertad, llama celeste, y el amor de los hombres, que en él no se
debilitó jamás”; aquí no queda todo, Juan Vicente González muestra también el
compromiso de Toro en defender estos ideales, necesarios para construir la gran
patria, sin importar las dificultades: ¨cuando el demonio tentador de la gloria, el odio a la injusticia,
la impaciencia de vengar los ultrajes de la patria, le arrastraron a ardientes polémicas o a peligrosas resoluciones…”
Por último y
no menos importante, González eleva el inmenso, profundo y arraigado
sentimiento patriótico de Fermín Toro, quien había viajado tres veces a Europa,
enviado por el Gobierno de la República. Como en el desarrollo de sus viajes,
por el éxito de las encomiendas, le habían ofrecido grandes honores y fortunas,
si se quedaba para servir a una de las muchas naciones visitadas, fiel a su
venezolanidad, rechazó todas las ofertas y volvió al suelo que lo vio nacer,
tal y como lo explica González en su obra: “una nación grande le ofreció en su seno honores y fortuna. Todo
le convidaba a aceptar. ¿Qué le esperaba en un país que se había convertido en
cementerio de sus hijos, en el loco de sus tiranos? ¿Por qué preferir a la
gloria y el respeto el
menosprecio de la ignorancia y el odio de la envidia? Mas Toro no vacila; por bella que sea la tierra del extranjero y por grandes
promesas que haga, jamás
reemplaza aquella en que nacimos.”
Así pues, al
final de la Meseniana, González se
despide de ese gran intelectual, político y patriota; del ser cuya estrella brilla
tanto que opaca a otros en la historia de las naciones; el propio Juan Vicente
González lo califica como “el último” de esos compatriotas que, alguna vez, pudiera
nacer, de nuevo, en Venezuela.
El
Marqués, 21 de octubre de 2015
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