¿Quién es Inés López?
Desde hace dos años,
cuando fundé e inicié las labores en el Departamento de Cultura del Colegio
María Santísima, con motivo de coordinar y organizar la celebración de los 50
años de la institución, conocí a Inés López; alumna de mis cursos de Castellano
y Literatura, sensible, alegre, dispuesta y colaboradora; pero, sobre todo…ARTISTA.
Buscando los talentos
del colegio, encontré a Inés; quien, además de los dones enumerados
anteriormente, es sensible al Arte. En un principio, conocí su obra fotográfica
y la tomé en cuenta para el I Expo-festival de Cultura del 2014; para mí y para
muchos de sus profesores, fue una revelación; hoy día se presenta en el Primer Festival
Inter colegial de Humanidades, donde expone su obra. Inés también es artista de
las tablas y se ha presentado, bajo la dirección de la reconocida Rocelín
Rivera en variadas y exitosas obras teatrales, como participante del proyecto “Teatro
en cole”.
Pero, allí no quedan
las dotes que la Naturaleza le ha obsequiado a esta jovencita; hace poco me
entregó algunas muestras de su escritura y, aunque en el colegio se desempeñó
como Coordinadora del Club de Lectura, la sorpresa de sus líneas captó mi
atención. Como este espacio es de escritura e investigación, he querido
compartir con mis seguidores, parte de su obra inédita. Al leer la historia de
su protagonista Fifina, narrada como misiva en “Cartas que nunca envié”, se
podrá conocer la vena sensible para las letras de esta muchacha joven, a pocos
días de graduarse como bachiller…pero con un camino de éxitos por delante.
Gracias, Inés, por
estar siempre a la vanguardia de esa juventud que no deseamos perder en nuestro
querido país. Dios te bendiga siempre…allende a los muros que ya no te
cobijarán en el colegio.
L.C. (junio 2015)
Cartas
que nunca envié, 2015
A la
que me llena el bolso de chucherías y dinero cada vez que voy a verla, y sin yo
darme cuenta.
Por
todas las veces que pasé vacaciones encerrada en esa casa enorme y vieja, en
donde me enseñaste a cocinar, a rezar, en donde me regañabas por encontrarme
encaramada en el árbol de mamón morado que tenías en la azotea, por mandarme a
buscar moras, aguacates, caimitos, limones, mangos, granadas, perejil (que
aunque siempre me decías donde estaba, terminaba trayéndote apio españa), por
todas las veces que te rompí un adornito de esos que tienen sopotocientos años,
por hacerme subir y bajar las escaleras a llevarle sopa al señor Omar, por
hacerme acompañarte a cobrar la pensión y después irnos a caminar —poquito a
poco— por toda Mamera, por contarme mil y un veces los cuentos de mi madre, mis
tíos y mis primos, por cambiarle el nombre a todos tus nietos, confundiendo unos con otros, por verme crecer y defenderme
a capa y espada cuando mi mamá me gritaba o quería regañarme frente a ti,
argumentando "vas a traumatizar a la niña", por todas las veces que
me recibiste cansada y de mal humor cuando vivías aquí, por la alegría que
sentí cuando te vi toda emocionada por los resultados de la universidad, por el
alma que le entregas a tus nietos cada uno de tus días, por esas piernas
varicosas y esa columna desviada que aguanta ese pobre cuerpecito de
ochentidele de años, por la sonrisa que nos regalas cuando nos ves entrar por
la puerta de tu casa gritando "bendicióooon" y "¡¿qué hay de
comer en esta casaaaa?!". Por todas esas cosas, y muchísimas más, te amo
Fifina, eres la mejor madre y abuela que puede existir en este mundo. Gracias
por criarnos como lo hiciste, gracias por hacernos mejores personas.
Inés
López
A
las cicatrices que sanaron y dejaron marca, a las que nunca terminaron de sanar
y a las que simplemente desaparecieron de mi piel y de los registros de mi
memoria.
Es
curioso cuánto tiempo debe pasar para que una herida finalmente cicatrice, por
supuesto, todo depende de la magnitud, la profundidad y de la disposición que
tenga el dueño de la herida, para hacerla sanar. Desde que tengo uso de razón
siempre he dejado que mis heridas sanen solas, desde la de la frente que fue
hace unos cuantos añotes, hasta la que me hice anteayer jugando con un gancho
de ropa. Algunas han tardado años, otras, simplemente días, algunas han dolido
muchísimo, y otras más han sido pequeñas cortaditas, pero todas, absolutamente
todas, han lastimado un pedacito de mí, de este ser pensante y consciente de
todos sus pasos, para luego cicatrizar a su tiempo, llevándose mi paciencia y
ganas de seguir luchando contra todo, y dejando en su lugar una dura y fea
costra. Me he encontrado con personas que también han dejado heridas, pero que
no tardan mucho en sanar, pienso que esa es una ventaja. Mami siempre me ha
dicho que encontraré muchas diferencias entre el camino de otros y el mío, que
habrá personas con cicatrices iguales a las mías o incluso peores, que no sabré
en qué momento, cualquier persona, esté librando una guerra dentro de sí que le
dejará marcas de por vida, "así que siempre sé humilde y educada, Inés. Y
tranquila, que tus cicatrices te hacen lo que eres ahora."
—Cartas
que nunca envié, 2015.
Inés
López.