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lunes, 21 de febrero de 2011

ESTUDIAR CON MOTIVACIÓN Y ORDEN



A. LAS MOTIVACIONES PARA ESTUDIAR

Evidentemente, las razones que motivan a un joven universitario no son las mismas que pueden motivar a un niño de primaria o a un joven de secundaria; por otro lado, también hay que considerar el hecho de que existen algunas motivaciones a corto plazo y, además, a cada persona le motiva algo diferente o en un grado distinto que a los demás. En vista de tal complejidad, hay que revisar con cuidado algunos puntos de interés

1. Estudiar con entusiasmo

Aunque, a veces, los estudios no sean tan interesantes ni divertidos como las actividades de recreación en los tiempos libres, hay que esforzarse en hacerlos interesantes con la imaginación y con el esfuerzo. La voluntad ayuda y cuando se ven los resultados, existe mucha satisfacción en la persona que se ha esmerado. Ahora bien, cuando se estudia y se aprovecha el tiempo, queda mucho espacio libre para la diversión y para el descanso; de manera que, una vez cumplidas con las obligaciones estudiantiles, se puede disfrutar con los amigos y con la familia. Por otro lado, los profesores y los padres estiman, premian y valoran mucho más a quien se esfuerza en sus estudios. Por un lado, los docentes se sienten orgullosos de sus estudiantes aprovechados y le prestan mucha atención a sus intereses personales en lo que se refiere a estudios; por otra parte, los padres se sienten felices al ver los progresos de sus hijos y están seguros de que pueden seguir motivándolos porque están sembrando hoy los frutos que sus hijos disfrutarán en el mañana.

Los padres y los profesores se esfuerzan para que sus hijos vean con acierto el acto de prepararse bien, por eso procuran que estudien, conozcan nuevos horizontes y vean este aprendizaje como un hecho entretenido y útil. Con el ejemplo, transmiten la utilidad que poseen los temas de estudio y los relacionan con otros conocimientos obtenidos por sus hijos; de aquí, que una relación fluida entre padres y profesores sea fundamental. Por parte del estudiante, cada vez que se alcanza un pequeño triunfo, se siente más seguro y con ganas seguir adelante; de forma que existe una doble motivación en la misma dirección: desde los padres y profesores hacia los hijos y de éstos hacia sí mismos, porque se ven llenos de entusiasmo por el deber cumplido y por los éxitos obtenidos. En definitiva, cuando se hacen las cosas bien, las personas se sienten más seguras. (Técnicas de Estudio. Métodos, técnicas y hábitos de estudio. 2000)

2. Problemas a la hora de estudiar

A la hora de estudiar, se deben analizar las causas de la falta de interés por los estudios; porque una vez identificadas, es más fácil combatirlas. A veces, no se aprecia la utilidad de los estudios, existen materias muy difíciles o hay carencia de una base previa sobre las mismas. Otros de los problemas que pueden aparecer en el momento de estudiar son: el miedo al fracaso o a un esfuerzo infructuoso; el entorno, a veces, no adecuado por las interrupciones, la televisión, o los amigos que entretienen; la presencia de muchas actividades fuera de los estudios; la falta de materiales adecuados para el estudio, como libros y buenos apuntes y las preocupaciones de tipo emotivo o problemas con la familia y los amigos. En fin, una variedad de dificultades rodean a los estudiantes y su predisposición a los estudios es negativa. Lo importante es identificar las causas, buscar las soluciones y procurar resolver los aspectos negativos.

3. Los hábitos y el estudio

Al organizar los planes y horarios de estudio, se deben analizar las actividades que se realizan durante una semana y, una vez detectadas las posibles pérdidas de tiempo, se elaborará un Plan de Actividades que contemple el espacio requerido por los estudios. Si se tiene la intención de hacerlo bien y dedicar horas al aprendizaje, no será tarea fácil; porque es necesario luchar contra viejos hábitos, cambiarlos y adquirir unos renovados. Para lograr el éxito deseado, hay que repetir las acciones positivas, porque los nuevos hábitos se adoptan como fijos, si las consecuencias que llevan consigo conducen al éxito y son satisfactorias. Se debe recordar que los hábitos se fijan con su repetición continuada y que se deben adquirir con coraje y decisión; de manera que, para lograrlo, hay que romper con los viejos comportamientos.

4. Cómo organizar el tiempo

Lo recomendado para iniciar una organización del tiempo, consiste en tomarse de 5 a 10 minutos diarios en la mañana o antes de acostarse, para establecer las prioridades de los quehaceres pendientes; si se elabora una lista con las actividades previstas, resultará más fácil rendir el tiempo. Cuando esté pendiente el estudio de un material nuevo, es preferible hacerlo en bloques de 20 a 30, minutos de acuerdo a la capacidad de concentración, lo mismo sucederá con la elaboración de los trabajos, porque habrá que planificarlo en la hora del día que se trabaje mejor. También es recomendable trabajar diariamente en las tareas, con la finalidad de que no se acumule el trabajo para el final. Después de terminar cada actividad anotada en la lista, hay que tomarse un descanso, comer algo o hablar con un amigo. De todos modos, no es necesario planificar todas las actividades, lo importante es saber cómo distribuir las actividades diarias en el tiempo, para que sea productivo. (Técnicas de Estudio y Cómo dar Exámenes. s.f.).

5. Manejo del estrés

Indudablemente que el estrés se puede presentar ante la presencia de muchos compromisos y poco tiempo para resolverlos. Una de las maneras más efectivas de controlarlo es hacer ejercicio regularmente, porque el deporte no solamente lo reduce, sino que también es favorable para la salud. Cuando se relajan los músculos, se duerme mejor y se rinde más en las actividades que se deben realizar; el ejercicio aumenta el flujo de sangre al cerebro y hace que se liberen endorfinas, por tal motivo, se recomienda el ejercicio físico cuando se desea organizar un buen Plan de Actividades o de estudio.


B. LA PLANIFICACION DEL ESTUDIO

Las técnicas de estudio se están convirtiendo en uno de los conceptos más importantes en el mundo estudiantil; porque después de ver todo el fracaso escolar cosechado en los centros educativos, a los estudiantes les queda la opción de mejorar su rendimiento con normas, trucos y técnicas que mejoren claramente los resultados. Las técnicas de estudio son un conjunto de herramientas, fundamentalmente lógicas, que ayudan a mejorar el rendimiento y facilitan el proceso de memorización y estudio. El texto Técnicas de Estudio. Métodos, técnicas y hábitos de estudio (2000) sustenta que, sin duda alguna, la inteligencia ayuda en los estudios, pero no es decisiva. La motivación y las técnicas de estudio pueden hacer que un estudiante supere año tras año con brillantez sus estudios, sin estar dotado de unas cualidades mentales específicas que le hagan diferente a los demás. Algunas investigaciones vienen a demostrar que la inteligencia y las facultades especiales sólo determinan un 50-60% el éxito de los estudios. Queda, pues, la otra mitad para el esfuerzo, las técnicas de estudio y algunos factores ambientales que motiven o desmotiven al individuo. Suficiente para que se emplee el tiempo en destrezas que permitan mejorar sustancialmente el rendimiento y la eficiencia en el aprendizaje de nuevos conocimientos.

Sin embargo, aunque esté presente la ayuda de estos recursos, ante todo es imprescindible tomar conciencia de "tener que estudiar"; por eso, si se parte de la base de que no se desea hacerlo, el resto sobra. Es evidente que la preparación concienzuda para el futuro laboral es algo clave, como también lo será la organización a la hora de comenzar un año escolar. Por otro lado, el estudio diario es casi obligatorio y no consiste en estar delante de los libros dos o tres horas todos los días, sino en analizar las propias necesidades, los campos o temas donde hay más problemas y cuáles son las prioridades inmediatas como exámenes, trabajos, presentaciones, etc.

1. Organización y planificación del tiempo

Para López Martínez, M. J. (s.f.) el éxito en los estudios depende en gran medida de una buena planificación. Los estudiantes más destacados no son habitualmente los más inteligentes, sino aquéllos que saben planificar su trabajo, porque aplican un método de estudio, están motivados y tienen mucha confianza en sí mismos. La planificación del estudio permite obtener mejores resultados y hacer más llevaderos los estudios, evitando en gran medida los temidos momentos de agobio antes de los exámenes. No es lo mismo llevar al día las asignaturas y en época de las evaluaciones dedicarse a repasar, que perder el tiempo durante el curso y, al final, tratar de hacer lo que no se ha hecho antes, con jornadas de estudio maratónicas y agotadoras; en este caso, existe una enorme ansiedad y muchas probabilidades de que el esfuerzo de última hora no sirva para nada, ni para aprobar, ni por supuesto para aprender.

Planificar el estudio es sencillamente organizarse y, para ello el estudiante debe responder a las siguientes preguntas: ¿Qué material hay que dominar perfectamente de cara a los exámenes? ¿Qué esfuerzo hay que realizar para lograr este nivel de conocimiento? ¿De cuanto tiempo se dispone? En función de las respuestas, habría que preguntarse ¿Qué esfuerzo diario hay que realizar para llegar bien preparado a los exámenes? Con ello se trata de determinar el ritmo de estudio diario y establecerlo desde el primer día. Por supuesto, que en el primer día, el estudiante no dispone de toda la información necesaria para precisar el esfuerzo diario requerido; pero, a medida que el curso avanza sí es posible determinar cuántas horas se necesita estudiar diariamente. A principios de curso es preferible ser precavido y establecer un ritmo diario de estudio más duro y, a medida que se avance, ese ritmo se irá ajustando, aumentándolo o disminuyéndolo según proceda. Si en alguna asignatura, comienza a haber retraso, se pueden utilizar los fines de semanas para adelantarla o ponerla al día. El estudiante que consigue, desde el primer momento, imprimir una velocidad de dos a tres horas diarias de estudio (salvo en determinadas carreras universitarias que exigirán más) irá asimilando y dominando las asignaturas de forma gradual, sin grandes esfuerzos finales, y podrá llegar a las evaluaciones con un elevado nivel de preparación. Si se quiere llevar una asignatura bien preparada para un examen, hay que estudiarla con profundidad y, una vez aprendida, mantener esos conocimientos frescos con la ayuda de repasos periódicos.

En la primera preparación, se organiza cada lección, a medida que avanza el profesor en su esclarecimiento. Antes de comenzar la preparación de un nuevo material, es conveniente darle un rápido repaso al anterior; para ello, puede ser muy útil el uso de los esquemas, las síntesis, las notas al margen y las fichas. Una vez realizado este trabajo inicial (el más duro), el estudiante debe planificar los repasos; éstos podrían estar distribuidos en los lapsos en los que se distribuye la asignatura durante el año escolar (dos o tres lapsos, según sea el caso). Habitualmente con esa cantidad puede ser suficiente, si bien no hay que tomarlo como un número exacto. En el primer repaso se revisarán todas las lecciones aprendidas hasta el momento, y se procurará el logro de un nivel de preparación, similar al alcanzado el día en que se estudió la lección por primera vez. Esta misma forma de repaso se debe realizar en los otros lapsos del curso y debe comenzar varios días previos al examen.

Por otra parte, resulta conveniente llevar una agenda, en la que se vayan anotando todos estos repasos y, al mismo tiempo, ir controlando el cumplimiento de los plazos previstos en el Plan de estudio. Este trabajo debe ser hecho con cada una de las asignaturas y, al comienzo de cada lapso escolar, el estudiante debe tomar un calendario y señalar las fechas estimadas para los exámenes, hoy día se ventila que los docentes entreguen un Plan de Evaluación al inicio de cada uno de los lapsos del año escolar. En función de esas fechas propuestas, se fijará el tiempo para su estudio y el de los repasos de cada una de las asignaturas. Se trata de una planificación preliminar que se irá perfilando a medida que avance el curso y se vaya conociendo con mayor precisión el ritmo de cada asignatura, su nivel de dificultad, los días definitivos de los exámenes, etc. Si se toma en cuenta esta planificación, el estudiante podrá llegar a las fechas de los exámenes con todas las asignaturas preparadas en forma conveniente y sólo necesitará el repaso final cuando llegue el momento de las evaluaciones. Para cerrar estas ideas, no hay que olvidar la existencia de la denominada Evaluación Continua en algunas asignaturas y en algunos Programas de Estudio; de forma tal que se debe mantener un ritmo de trabajo diario, porque las evaluaciones se realizan durante todo el tiempo. En este caso, es más necesaria la instrumentación del Plan de Estudios y de la organización del tiempo.

Para el logro de los objetivos previstos en un Plan de Estudios, hay que ser muy rigurosos con el cumplimiento de los plazos. Si el estudiante se atrasa, tendrá que acelerar el ritmo; por el contrario, si está al día con sus obligaciones escolares, disfrutará de sosiego y seguridad en los días finales. De la misma forma, es preciso señalar que angustiarse no es malo, siempre y cuando se cuente con tiempo suficiente para reaccionar; si hay agobio a principios del lapso por la extensión de los temas o por la cantidad de evaluaciones, posiblemente sea hasta beneficioso porque se imprimirá mayor intensidad al ritmo de estudios. El problema surge cuando la angustia llegue demasiado tarde y ya no haya posibilidad de reaccionar.(López Martínez, M. J. s.f.).

2. El Plan de Trabajo

Cuando se analizan los hábitos de los estudiantes, se observan casos frecuentes en los que tardan más de cuatro horas, desde que se levantan hasta que comienzan a estudiar. Si se analizan todas las actividades realizadas durante ese tiempo, en la mayoría de los casos, la pérdida de tiempo generada por determinadas "costumbres" es realmente muy notable; por eso, se ha de comenzar por un análisis de las costumbres personales, desde el momento en que se levantan hasta que se acuestan, incluyendo las horas que pasan en la cama. La organización es uno de los elementos fundamentales a la hora de empezar a estudiar, preparar un examen, una exposición o cualquier actividad evaluativa. Por eso, es necesario disponer de una Planificación del estudio, en la que estén distribuidos, convenientemente, todos los contenidos de las distintas asignaturas, en una buena distribución del tiempo. Un horario establecido ayudará a crear un hábito de estudio diario y evitará que se pierda el tiempo.

• Programación a largo plazo

Un buen Plan de Trabajo puede abarcar el curso completo o los diferentes lapsos del año escolar, con el fin de saber cómo y cuándo se debe estudiar, con qué medios hacerlo y qué dificultades se superarán. En un cuadro, se incluirán todas las evaluaciones pendientes, los meses y todo lo relacionado con cada asignatura: temas que han de estudiarse cada mes, fechas de los exámenes y de los trabajos.

• Programación a corto plazo

Si se desea planificar el tiempo a corto plazo, lo recomendable es hacerlo semanalmente y ayudarse con un Plan Diario o una agenda personal para anotar.

a) Planificación semanal

Una buena forma de estudiar consiste en trabajar bien durante toda la semana y descansar los sábados por la tarde y los domingos, para relajar la mente y comenzar la semana siguiente, en plena forma física y psíquica. Al inicio de la semana, el estudiante debe distribuir el tiempo disponible, entre las asignaciones diversas de las materias del curso. La repartición de las horas entre las asignaturas dependerá de su importancia, dificultad y de la inminencia de un examen o trabajo que se deba preparar.

b) El Plan diario de trabajo

Es aconsejable elaborar un plan de actividades diarias, por escrito para que pueda ser revisado; esto hará que se elimine la ansiedad y se pueda cumplir con mayor facilidad. A la hora de organizar el Plan diario de trabajo, conviene tener en cuenta lo siguiente: comenzar con las materias o con los trabajos de dificultad media, continuar con los más difíciles y terminar con los más fáciles. Siempre habrá días en los que los objetivos programados o el horario no puedan ser cumplidos, este incumplimiento apenas tiene importancia, siempre que sea una excepción y los objetivos semanales propuestos terminen cumpliéndose.
3. Pasos para organizar un Plan de Trabajo

Según (Fry, R. 2005), para elaborar un Plan de Trabajo, es conveniente tomar en cuenta los pasos que se comentan a continuación.

1. Se recomienda un Plan a corto plazo para los estudiantes; al principio es preferible organizar una lista en una hoja, donde se indicarán los trabajos, proyectos, deberes, horas de estudio, etc.; de la misma manera, se deben apuntar las obligaciones indiscutibles, el tiempo de descanso, de salir con los amigos, de chatear en la computadora, etc. En definitiva, se comenzará por un análisis de las costumbres personales, incluyendo las horas dedicadas al descanso. Esta lista de obligaciones comprenderá los deberes pendientes para la semana; para ello, se revisarán las tareas asignadas por los profesores, las fechas de los exámenes y exposiciones; no se deben olvidar los compromisos familiares o las salidas con los amigos. Como se ha visto, hay que tomar en cuenta todas las ocupaciones, incluyendo las actividades extraescolares.

2. Una vez, identificado todo este material, se ordena según la prioridad e importancia de las tareas. Se marcarán los deberes urgentes, para realizarlos en corto tiempo, porque algunas, aunque sean muy importantes, no necesitan ser realizadas en la semana, sino más adelante y serán tareas de mínima prioridad. El resto de los deberes de la lista están entre los dos extremos de prioridades y, posiblemente, sean de mediana importancia. En todo caso, no hay que dejar todas las obligaciones sencillas para el final, porque se recargaría el cuadro de actividades; lo ideal es organizarlas a lo largo del cronograma de actividades. Lo correcto sería colocar las actividades más importantes en las horas de mayor rendimiento y, luego, irlas intercalando con las de menor importancia. No se debe dejar por algo el grado de dificultad que presenta cada asignatura; por el contrario, se debe decidir cuánto tiempo se dedicará a cada asignatura y alternarlas, según las preferencias o el menos o mayor esfuerzo que requiera su preparación.

3. Una vez que se tenga el Plan semanal, se podría pasar a un Plan diario, a modo de agenda; esto ayudará a tenerlo siempre a mano y a la vista. En este registro, se apuntan las incidencias importantes en el cumplimiento de lo planificado.

4. Como consideraciones finales, se recomienda: procurar un horario flexible y realista, para que sea cumplido a cabalidad; hacer participes de este reto personal, a la familia, los amigos y los compañeros, para que colaboren con su consecución; y evitar el horario nocturno, especialmente las últimas horas de la noche; porque el cansancio acumulado del día afectará el rendimiento (es aconsejable intercalar breves períodos de descanso durante el estudio y, si es posible, añadir algún movimiento físico moderado).

Lo ideal al organizar el Plan Semanal es que se visualicen las actividades, según el orden de importancia, dado por la persona que lo crea. Si se elabora un buen Plan de Trabajo para la semana y se cumple, es muy posible que el tiempo rinda mucho más y que la persona se sienta satisfecha porque, al evaluar las actividades realizadas, se dará cuenta de sus triunfos en las áreas que lo ameriten y cumplirá sus metas sin angustias de última hora.

FUENTE

Información tomada del libro Herramientas para un aprendizaje eficaz
Liduvina Carrera y Mireya Vásquez (Panapo 2007)