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domingo, 7 de junio de 2015

INÉS LÓPEZ...

¿Quién es Inés López?


Desde hace dos años, cuando fundé e inicié las labores en el Departamento de Cultura del Colegio María Santísima, con motivo de coordinar y organizar la celebración de los 50 años de la institución, conocí a Inés López; alumna de mis cursos de Castellano y Literatura, sensible, alegre, dispuesta y colaboradora; pero, sobre todo…ARTISTA.

Buscando los talentos del colegio, encontré a Inés; quien, además de los dones enumerados anteriormente, es sensible al Arte. En un principio, conocí su obra fotográfica y la tomé en cuenta para el I Expo-festival de Cultura del 2014; para mí y para muchos de sus profesores, fue una revelación; hoy día se presenta en el Primer Festival Inter colegial de Humanidades, donde expone su obra. Inés también es artista de las tablas y se ha presentado, bajo la dirección de la reconocida Rocelín Rivera en variadas y exitosas obras teatrales, como participante del proyecto “Teatro en cole”.
Pero, allí no quedan las dotes que la Naturaleza le ha obsequiado a esta jovencita; hace poco me entregó algunas muestras de su escritura y, aunque en el colegio se desempeñó como Coordinadora del Club de Lectura, la sorpresa de sus líneas captó mi atención. Como este espacio es de escritura e investigación, he querido compartir con mis seguidores, parte de su obra inédita. Al leer la historia de su protagonista Fifina, narrada como misiva en “Cartas que nunca envié”, se podrá conocer la vena sensible para las letras de esta muchacha joven, a pocos días de graduarse como bachiller…pero con un camino de éxitos por delante.
Gracias, Inés, por estar siempre a la vanguardia de esa juventud que no deseamos perder en nuestro querido país. Dios te bendiga siempre…allende a los muros que ya no te cobijarán en el colegio.

L.C. (junio 2015)

Cartas que nunca envié, 2015
A la que me llena el bolso de chucherías y dinero cada vez que voy a verla, y sin yo darme cuenta.
Por todas las veces que pasé vacaciones encerrada en esa casa enorme y vieja, en donde me enseñaste a cocinar, a rezar, en donde me regañabas por encontrarme encaramada en el árbol de mamón morado que tenías en la azotea, por mandarme a buscar moras, aguacates, caimitos, limones, mangos, granadas, perejil (que aunque siempre me decías donde estaba, terminaba trayéndote apio españa), por todas las veces que te rompí un adornito de esos que tienen sopotocientos años, por hacerme subir y bajar las escaleras a llevarle sopa al señor Omar, por hacerme acompañarte a cobrar la pensión y después irnos a caminar —poquito a poco— por toda Mamera, por contarme mil y un veces los cuentos de mi madre, mis tíos y mis primos, por cambiarle el nombre a todos tus nietos, confundiendo  unos con otros, por verme crecer y defenderme a capa y espada cuando mi mamá me gritaba o quería regañarme frente a ti, argumentando "vas a traumatizar a la niña", por todas las veces que me recibiste cansada y de mal humor cuando vivías aquí, por la alegría que sentí cuando te vi toda emocionada por los resultados de la universidad, por el alma que le entregas a tus nietos cada uno de tus días, por esas piernas varicosas y esa columna desviada que aguanta ese pobre cuerpecito de ochentidele de años, por la sonrisa que nos regalas cuando nos ves entrar por la puerta de tu casa gritando "bendicióooon" y "¡¿qué hay de comer en esta casaaaa?!". Por todas esas cosas, y muchísimas más, te amo Fifina, eres la mejor madre y abuela que puede existir en este mundo. Gracias por criarnos como lo hiciste, gracias por hacernos mejores personas.
 Inés López

A las cicatrices que sanaron y dejaron marca, a las que nunca terminaron de sanar y a las que simplemente desaparecieron de mi piel y de los registros de mi memoria.

Es curioso cuánto tiempo debe pasar para que una herida finalmente cicatrice, por supuesto, todo depende de la magnitud, la profundidad y de la disposición que tenga el dueño de la herida, para hacerla sanar. Desde que tengo uso de razón siempre he dejado que mis heridas sanen solas, desde la de la frente que fue hace unos cuantos añotes, hasta la que me hice anteayer jugando con un gancho de ropa. Algunas han tardado años, otras, simplemente días, algunas han dolido muchísimo, y otras más han sido pequeñas cortaditas, pero todas, absolutamente todas, han lastimado un pedacito de mí, de este ser pensante y consciente de todos sus pasos, para luego cicatrizar a su tiempo, llevándose mi paciencia y ganas de seguir luchando contra todo, y dejando en su lugar una dura y fea costra. Me he encontrado con personas que también han dejado heridas, pero que no tardan mucho en sanar, pienso que esa es una ventaja. Mami siempre me ha dicho que encontraré muchas diferencias entre el camino de otros y el mío, que habrá personas con cicatrices iguales a las mías o incluso peores, que no sabré en qué momento, cualquier persona, esté librando una guerra dentro de sí que le dejará marcas de por vida, "así que siempre sé humilde y educada, Inés. Y tranquila, que tus cicatrices te hacen lo que eres ahora."

—Cartas que nunca envié, 2015.

Inés López.