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viernes, 13 de mayo de 2011

EL BUEN USO DE LOS SIGNOS DE PUNTUACIÓN

UN PAR DE LECTURAS SIGNIFICATIVAS...

A continuación, se presentan dos ejemplos suficientemente ilustrativos y simpáticos como para que el lector se dé cuenta de la importancia que se le debe dar al buen uso de los signos de puntuación. El cambio de los referidos signos altera por completo el significado de las expresiones escritas; por ese motivo, se han escogido los siguientes textos para que se reconozca la necesidad del buen uso de la puntuación.

Tres bellas, que bellas son 
Soledad, Julia e Irene, tres hermanas bastante lindas y jóvenes, eran visitadas con mucha frecuencia por un caballero muy culto, elegante y buen mozo. Era tan sabio este señor, y tan simpático, que conquistó el corazón de las tres hermanas sin haberse declarado a ninguna de ellas, y llegó a tal grado el entusiasmo de las pobres hermosas, que todo era entre las mismas, disputas y discusiones, amenazando turbar la paz de la familia y convertir la casa en un infierno.
 Para salir de esta situación penosa exigieron del joven que se declarase, acosado y comprometido ofreció consignar en una décima el estado de su corazón con respecto a ellas; pero con la condición precisa de que no había de estar puntuada, y autorizando a cada una de las tres hermanas para que la puntuase a su manera. Esta es la décima.
Tres bellas que bellas son
Me han exigido las tres
Que diga de ellas cuál es
La que ama mi corazón
Si obedecer es razón
Digo que amo a Soledad
No a Julia cuya bondad
Persona humana no tiene
No aspira mi amor a Irene
Que no es poca su beldad.
Soledad, que abrió la carta, la leyó para sí y dijo a sus hermanas: Hijas mías, la preferida soy yo, o si no oíd, y leyó la décima con la siguiente puntuación:

Tres bellas, que bellas son,
Me han exigido las tres,
Que diga de ellas cuál es
La que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Digo que amo a Soledad;
No a Julia, cuya bondad
Persona humana no tiene;
No aspira mi amor a Irene,
Que no es poca su beldad.
Siento mucho desvanecer esa ilusión, hermana mía, dijo la hermosa Julia; pero soy yo la preferida, y en prueba de ello escuchad:
Tres bellas, que bellas son,
Me han exigido las tres,
Que diga de ellas cuál es
La que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Digo que, ¿amo a Soledad?
No. A Julia, cuya bondad
Persona humana no tiene.
No aspira mi amor a Irene,
Que no es poca su beldad.
Las dos estáis engañadas, dijo Irene, y el amor propio os ofusca; porque es indudable que la que él ama, de las tres soy yo. Veamos:
Tres bellas, que bellas son,
Me han exigido las tres,
Que diga de ellas cuál es
La que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Digo que, ¿amo a Soledad?
No. ¿A Julia, cuya bondad
Persona humana no tiene?
No. Aspira mi amor a Irene
Que no es poca su beldad.
Quedaron en la misma duda, en la misma confusión, y determinaron salir de la incertidumbre exigiendo al joven la puntuación de la décima, el cual les envió una copia puntuada de la siguiente manera.
Tres bellas, que bellas son,
Me han exigido las tres,
Que diga de ellas cuál es
La que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Digo que, ¿amo a Soledad..?
No ¿A Julia cuya bondad
Persona humana no tiene?
No. ¿Aspira mi amor a Irene?
¡Que no! Es poca su beldad.
Queda demostrado que cambiando la puntuación, se cambia totalmente el sentido de las expresiones.

Escandón (1990: 69) también alude a la importancia de los signos de puntuación, y nos presenta este ejemplo curioso:
El testamento de don Facundo 
Al leer el testamento de Don Facundo, el juez informó: "Supongo que ya ustedes tendrán el caso resuelto, según la forma en que cada uno de ustedes lo interprete. Pongan mucha atención, porque voy a leerlo de la misma manera que lo redactó el difunto. Dice así: Dejo mis bienes a mi sobrino no a mi suegra tampoco se pagará la cuenta del sastre nunca de ningún modo para los mendigos todo lo dicho es mi deseo yo Facundo Fonseca".
La suegra fue la primera en responder y se expresó de la siguiente manera: "Es verdad que el testamento de mi yerno carece de signos de puntuación, pero conociendo bien a ese hijo mío, estoy segura de que ésta fue su voluntad". Después de hacer la puntuación conveniente, lo lee: “¿Dejo mis bienes a mi sobrino? No. A mi suegra. Tampoco, jamás se pagará la cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo, para los mendigos. Todo lo dicho es mi deseo. Yo, Facundo Fonseca".
El sobrino refutó con las siguientes palabras: "Señor juez, la suegra del difunto está equivocada. Yo no creo que mi tío, que en paz descanse, haya querido favorecerla. Su intención fue otra, como quiero demostrarlo con mi puntuación: Dejo mis bienes a mi sobrino, no a mi suegra. Tampoco, jamás se pagará la cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo, para los mendigos. Todo lo dicho es mi deseo. Yo, Facundo Fonseca".
El sastre también opinó: "Quiero demostrarles a ustedes, con permiso del honorable juez, cuál es la verdadera puntuación: ¿Dejo mis bienes a mi sobrino? No. ¿A mi suegra? Tampoco, jamás. Se pagará la cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo, para los mendigos. Todo lo dicho es mi deseo. Yo, Facundo Fonseca".
Un mendigo que estaba presente dijo: "Usted, como buen sastre, ha hecho una buena puntuación a la medida de sus intereses. Pero está muy equivocado. La verdadera puntuación es la siguiente: "¿Dejo mis bienes a mi sobrino? No. ¿A mi suegra? Tampoco, jamás. ¿Se pagará la cuenta del sastre? Nunca, de ningún modo. Para los mendigos todo. Lo dicho es mi deseo. Yo Facundo Fonseca".
El juez concluyó: "Pues, señores, yo creo que el señor Facundo Fonseca, aunque carecía de instrucción, como lo demuestra este galimatías, conocía al dedillo a sus semejantes. El no supo puntuar su testamento, pero lo que en realidad quiso decir fue lo siguiente: ¿Dejo mis bienes a mi sobrino? No ¿A mi suegra? Tampoco. Jamás se pagará la cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo para los mendigos. Todo lo dicho es mi deseo. Yo, Facundo Fonseca".
El sastre, la suegra, el sobrino, el mendigo preguntaron: "¿Entonces el señor Fonseca no dejó herederos y la fortuna pasará a manos del Estado?. A lo que el juez respondió: "Así es, en efecto. Y visto y considerando que esta última interpretación se aviene más que ninguna otra al espíritu de las leyes, declaro terminado el juicio y en consecuencia hago entrega de la herencia al Estado.

FUENTE
Técnicas de Redacción e Investigación Documental
Liduvina Carrera, Mireya Vásquez y María Elene Díaz

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