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viernes, 23 de abril de 2010

EL PÁRRAFO



El Párrafo. (Metz., M.L. 1991)
Un párrafo es una unidad lingüística que presenta características formales y de contenido que la diferencian de otras partes del texto.
Características
1. Desde el punto de vista formal:
  • Está constituido por una o varias oraciones.
  • Está delimitado por sangría y punto y aparte.

 2. Desde el punto de vista del contenido:
  • Ofrece unidad de pensamiento porque desarrolla generalmente una sola información
  • Comunica la idea fundamental en forma expresa o implícita de la siguiente manera:

Mediante una oración principal que se destaca como la de mayor contenido informativo.
 Mediante más de una oración principal que se destaca como la de mayor contenido informativo
          Sin oración principal
  • Apoya la idea fundamental mediante oraciones secundarias que amplían o aclaran su contenido.

     Es necesario que la persona que redacte tenga presentes, las características del párrafo. Para una mayor orientación, se darán a continuación algunos posibles tipos de párrafos que pueden surgir a partir de dichas características:
1. De acuerdo con la oración principal
a) Mediante una oración principal
Analizante
Sintetizante
Sintetizante -analizante.

 b) Mediante más de una oración principal:
Encuadrado
Paralelo
 2. De acuerdo con las oraciones secundarias.
Por repetición
Por contraste
Por ejemplificación
Por justificación

 Tipos de Párrafos
1. De acuerdo con la oración principal
a) Mediante una oración principal:
Analizante. La idea se halla al comienzo del párrafo. En este caso, las demás oraciones constituyen su desarrollo o explicación. La idea está al principio y luego es demostrada y corroborada con datos.

                                Ejemplo:
 Hay dos modos fundamentales de saludar la vida: uno es la aceptación y otro el reto. Los demás son meros compromisos entre ambos, o falsos equilibrios que resultan de su combinación. Hasta puede, teóricamente, tenerse una actitud definida, y en cambio adoptarse, para los usos diarios, algún compromiso práctico entre los dos partidos. La obra fundamental de Schopenhauer plantea un claro pesimismo mientras que sus Parerga y Paralipómena pasan a la categoría de compromiso práctico; de pequeñas reglas de felicidad relativa, para uso de los pesimistas que no se atreven al suicidio. Inútil decir que la aceptación de la vida no puede llevar al suicidio. Pero hay dos maneras de aceptación: la del espíritu y la del cuerpo. Y cada una de éstas se subdivide, a su vez, según los impulsos principales que las formen. (Alfonso Reyes, El suicida).
Sintetizante. La oración principal se encuentra al final del párrafo. En este caso constituye la afirmación definitiva o la conclusión general de todo el párrafo. Las demás oraciones cumplen la función de preparar el terreno por medio de consideraciones y afirmaciones conducentes a una conclusión final.

                                   Ejemplo:
 En el pasado han tenido lugar ciertos acontecimientos reveladores de la existencia de potencialidades extraordinarias en el hombre. Un conocimiento de la génesis de estas cualidades sería de la mayor importancia. ¿Cuáles fueron los factores que determinaron, durante la época de Pericles, la aparición simultánea de tantos genios? Un fenómeno análogo tuvo lugar en tiempo del Renacimiento. ¿De dónde brotó la inmensa expansión, no sólo de la inteligencia, la imaginación científica y la intuición estética, sino también del vigor físico, la audacia y el espíritu aventurero del hombre de este período? ¿Por qué poseyeron tan potentes actividades fisiológicas y mentales los hombres de esta época?. Fácilmente puede comprenderse cuán útiles serían los datos exactos relativos al modo de vida, la alimentación, la educación y el ambiente moral, intelectual, estético y religioso de la gente que vivió durante el tiempo que precedió inmediatamente a la aparición de una pléyade de grandes hombres. (Alexis Carrel, La incógnita del hombre).
 Sintetizante - Analizante. En este caso, la idea principal está ubicada dentro del párrafo. La primera parte del párrafo es un preámbulo a la idea principal y lo que le sigue es una prolongación de la idea principal en forma de aclaración, confirmación o consecuencia.

                              Ejemplo.
 En Estados Unidos, los profesores universitarios apenas tienen ya biblioteca privada. La constante movilidad de sus destinos docentes, la pequeñez de sus apartamentos y, sobre todo la inmensa facilidad para manejar, en cada caso, y en servicio de préstamo, los libros de la Universidad que necesitan para sus trabajos, hacen aparecer como absurda la biblioteca personal de unos miles de ejemplares. Lo mismo ocurre entre el profesorado de la Unión Soviética. Quiere esto decir que, en ambos casos, asistimos a una cierta socialización de la cultura y que, en un futuro, producirá cierta irritación la posesión de una biblioteca muy nutrida, así como el atesoramiento egoísta de una pinacoteca excepcional. Pongamos, como ejemplo límite, la reacción que experimentaríamos si supiéramos que “Las Meninas”, “El entierro del Conde de Orgaz” o “Los fusilamientos de La Moncloa” se encontraban en la mansión de un prócer para su personal y exclusivo deleite. (Guillermo Díaz Plaja, El libro ayer, hoy y mañana)
b) Mediante más de una oración principal.

  •  Encuadrado. Otra modalidad de exposición corresponde al esquema encuadrado en el que la oración del principio da lugar a una explicación que tiene también su conclusión. Esta conclusión reafirma la idea inicial de la que derive.
                             Ejemplo:
 La experiencia mística culmina en la visión del ser o en la de la vacuidad, pero siempre, plenitud o vacío, se inicia como una crítica de este mundo y una negación de sus valores. La otra realidad exige la abolición de esta realidad. La visión se sustenta no sólo en una crítica intelectual sino en una práctica en la que participa el ser entero: toda mística implica una ascética. Cualquiera que sea su religión, el asceta cree que hay una relación entre la realidad corporal y la psíquica. El cristiano humilla a su cuerpo, el yoquín lo domina y así los dos afirman implícitamente la comunicación entre éste y el espíritu. No es extraño: las prácticas ascéticas tienen una antigüedad milenaria y son anteriores a la aparición de la idea del alma como una entidad separada del cuerpo. Como tantas otras técnicas que hemos heredado de la prehistoria, el ascetismo se anticipa a la ciencia contemporánea. La analogía con las drogas es impresionante: la acción de estas últimas seria imposible si no existiese efectivamente una relación íntima entre las funciones fisiológicas y las psíquicas. Es indudable que las prácticas ascéticas y el uso de sustancias alucinógenas formaron parte de un mismo proceso, según puede verse en los himnos del Rig Veda consagrados al soma y en los ritos antiguos mexicanos, hoy todavía vivos entre los huicholes y los tarahumaras. La información antropológica sobre esta materia es muy rica. Es verdad que el vicioso, a diferencia del asceta, no se somete a ninguna disciplina. La distinción aunque decisiva, no es aplicable a aquellos que exploran el universo de la droga con ánimo de saber o contemplar ni tampoco a los que la emplean en un ritual: hombres de ciencia, poetas, creyentes y miembros de grupos religiosos. El parecido entre drogas y ascetismo se extiende, por lo demás, a la esfera de la moral y a la del pensamiento. El asceta desprecia las convenciones mundanas, es insensible a las ideas de progreso y provecho, juzga que las ganancias materiales son pérdidas , ve en la normalidad del hombre común y corriente una verdadera anomalía espiritual y , en fin, condena por igual a los deberes y a los placeres de este mundo. Asimismo, aquél que ingiere una droga postula una duda sobre la consistencia de la realidad - no está seguro de que sea tal como la ven nuestros ojos y definen nuestros instrumentos - o sospecha la existencia de otra realidad. Droga y ascetismo coinciden en ser crítica y negación del mundo. (Octavio Paz, Corriente alterna).
Paralelo.  En el párrafo paralelo las ideas no están subordinadas unas a otras por su contenido, ya que tienen igual importancia.

                            Ejemplo:
 En su sentido más amplio, la literatura comprende la totalidad de las obras escritas que se conservan. En un sentido más restringido, aunque todavía amplio, es la suma de obras escritas por un pueblo; como cuando se habla de la literatura inglesa o la literatura norteamericana. Dase también el nombre de literatura al conjunto de las obras que se han escrito sobre una disciplina determinada como literatura médica o literatura educacional. (Jean Key Gates, Libros y bibliotecas. Guía para su uso).
 - Sin oración principal. En este caso la idea fundamental está diluida a través de todo el párrafo y debe ser inferida de las oraciones secundarias.
                            
 Ejemplo: 
No comulguemos con ruedas de molino, y no traguemos, por igual, galera romana y Queen Mary, velero griego y yate moderno. Un automóvil - apenas montado según plan, y puestas esas levísimas, y casi infinitesimales, acciones de prender con media vuelta de llave un motor, y que se mueve él, oprimir un pedal o soltar un freno… - se mueve a sí mismo. Cumple la definición de viviente; lo cual debe advertirnos de que es mala definición si es que pretendemos o persistimos en conservar la distinción genérica entre inanimados y animados”. (Juan David García Bacca, Elogio de la Técnica).
2. De acuerdo con las oraciones secundarias
Las ideas secundarias, que se agrupan en torno a la oración principal, tienen la finalidad de explicar y de ampliar la idea fundamental y se pueden hacer en las formas siguientes:
Por repetición.  En este tipo de oración secundaria, el autor expresa el mismo contenido de la oración principal, pero en otras palabras. La oración que contiene la repetición mantiene exactamente el mismo sentido de la oración principal, variando simplemente los términos. Un escritor avezado notará en seguida que la última oración que acaba de leer es una repetición de la primera. Para aquél que no sea tan hábil, es aconsejable que lea y relea lo que escriba, para discernir en el caso de una repetición, si ésta es realmente indispensable a los fines de la comunicación.
Por contraste. El autor utiliza las oraciones secundarias por contraste para rechazar aquello con lo que no está de acuerdo. De esa manera, al señalar la idea contaría a su pensamiento, aclara automáticamente su posición.
                               Ejemplo:
 Hay un estilo hecho, un estilo vulgar, para el uso de todo el mundo, un estilo clisé, cuyas frases neutras y gastadas sirven para todos; un estilo incoloro construido solamente con las palabras del diccionario; un estilo muerto, sin llama, sin imagen, sin color, sin relieve, sino imprevisto; un estilo llano y elegante, gramatical e inexpresivo; el estilo de los escritores que no son artistas; un estilo burgués y correcto, irreprochable, y sin vida. Con este estilo no se debe escribir. (Antoine Albalat, El arte de escribir y la formulación del estilo). 
 Por ejemplificación. Las oraciones secundarias por ejemplificación son aquellas en las que se utilizan casos y aplicaciones concretas para hacer comprender las implicaciones contenidas en la idea principal.

                                Ejemplo:
Del virtuoso nace un sistemático o un escéptico, según que el ansia de pensar sea limitada o sea infinita. Porque el sistemático es como un hijo abortado, y el escéptico un hijo perfecto de la virtuosidad. El escepticismo se plasma al choque de todos los sistemas. El sistemático tiene mucho de necio, en que no se dejará persuadir. El escéptico no; que puede amanecer con Demócrito y anochecer con Heráclito, mas sin entregárseles por completo. Y, atendiendo sólo a la cantidad del pensamiento, como la suma abarca los sumandos, así supera el escepticismo a todos los sistemas. La comprensión plena del universo hasta donde Kant quiera tolerarla, exhibe un estado escéptico de la mente. En cambio, la decisión presupone siempre un sistema, un final. Lo sistemático pertenece aún al mundo de la voluntad. El escepticismo es el grado heroico de la inteligencia. (Alfonso Reyes. El suicida.)
Por justificación. Es muy frecuente la utilización de oraciones que contengan razones o argumentos que apoyen la afirmación establecida en la idea principal. Las explicaciones que se dan en las oraciones secundarias por justificación, constituyen los fundamentos sobre los cuales descansa la idea principal.

                             Ejemplo:
 De hecho, pues, la no conformidad es lo que mueve la vida. Saciar un deseo es matarlo; satisfacer una demanda es cerrar el proceso. Para que el progreso siga abierto, para que el mundo marche, es fuerza que alguien quede sin cesar disgustado. El impulso de libertad - sano o insano - salva a la naturaleza de un agotamiento seguro. El hombre, anhelando liberarse, se está sin cesar emancipando; y, para volver a la frase de que partimos, está tendiendo incesantemente a la no existencia; sí, mas para realizar su vida cada vez de otro modo. (Alfonso Reyes, El suicida).
 También vimos dentro de las características formales del párrafo, al inicio de este punto, que es factible que un párrafo esté conformado por una sola oración. Ello obedece a diferentes razones. El autor puede usar una oración independiente para unir dos párrafos diferentes, en cuyo caso estaría construyendo un párrafo de transición, o bien, puede tener la intención de darle más agilidad al texto, para lo cual considera necesario acortar un párrafo que se podría volver muy pesado. Observemos un ejemplo, de cada uno de estos tipos de párrafo.
Conviene, antes de terminar, decir dos palabras sobre una cuestión, accesoria a primera vista, pero de indudable utilidad, antes de entrar al análisis de la simulación en la lucha por la vida, pues nos permitiría reforzar la serie de fenómenos que estudiamos, evidenciando más su difusión en la naturaleza y en la vida social. (José Ingenieros, La Simulación en la Lucha por la Vida).
Ésa es la otra dimensión de la pieza, lo que hace de ella una lúcida fábula sobre esa misteriosa y cruel dicotomía, presente en todas las artes y quehaceres humanos, entre aquello que representa lo que sería la normalidad, el promedio, y ciertos casos privilegiados que la rompen de manera espectacular, fijando, con sus obras, topes tan altos que empobrecen lo hecho por los demás, a los que relegan a ese segundo plano que ocupan las comparsas. (Mario Vasgas Llosa, Amadeus y el mediocre).
  
Estructura de textos informativos
Los tipos de párrafos hasta aquí mencionados pueden cumplir diversas funciones dentro del escrito. En general, todo texto informativo consta de tres partes:
Introducción
Desarrollo
Conclusión.
Cada una de ellas puede estar integrada por uno o más párrafos:

1. Introducción
un párrafo o varios párrafos (cortos)
 2. Desarrollo
varios párrafos.
 3. Conclusión.
un párrafo o varios párrafos (cortos)
 Introducción. La Introducción, que puede constar de uno o de varios párrafos cortos, debe reunir diversas condiciones para cumplir su objetivo de atraer la atención del lector. Debe ser motivante, sintética y evitar la inclusión de cualquier elemento que pueda inhibir al lector de penetrar el texto por temor a su dificultad o pesadez.
Desarrollo. El desarrollo o cuerpo, que generalmente consiste de varios párrafos, es la parte medular del texto. En ella se expone el asunto básico, con todos los argumentos y datos necesarios para cumplir el objetivo fundamental del escrito: informar, enseñar, analizar, pedir, transmitir, o cualquier otro.
Conclusión. En la conclusión, el autor expone sus consideraciones finales, resumen, reafirmación o recomendaciones, a través de uno o varios párrafos. En su calidad de cierre o culminación es la parte principal del escrito, la conclusión debe ser estructurada de manera que resulte una consecuencia natural de lo anterior. "El final" - la última impresión que queda en el ánimo del lector - debe cumplir dignamente su misión de cerrar el escrito".
 El párrafo como unidad del pensamiento (Ilis Alfonso)
  
A continuación, unas notas que nos ayudarán a sistematizar lo que se ha venido estudiando con respecto a la construcción coherente de textos. En esta sentido, se recordarán las ideas fundamentales sobre el párrafo como unidad de pensamiento:
1. Cada una de las partes, separadas por un punto y aparte, que componen un escrito, constituye un párrafo. Además del punto y aparte, el párrafo se distingue, generalmente, por la presencia de un espacio inicial llamado sangría
2. Un párrafo puede estar constituido por una sola oración, pero, en general, se compone de varias oraciones y su carácter esencial es que en él todo gira en torno a una idea fundamental la cual, normalmente, está expresada en una oración llamada oración principal. Esta oración suele ser desarrollada a través de otras oraciones del párrafo a las cuales se les denomina oraciones secundarias.
3. Si bien, en términos generales, el párrafo gira en torno a una idea fundamental expresada en una sola oración principal, hay párrafos con más de una oración principal y párrafos sin oración principal.
4. La cualidad básica de la oración principal es su carácter global. Ella contiene la afirmación más general del párrafo, es como el resumen de todas las demás oraciones, las cuales se agrupan en torno a ella de forma lógica para explicarla, concretarla, reafirmarla o ampliarla.
5. La habilidad para leer un párrafo consiste en localizar la oración principal y para esto debe encontrarse la palabra clave la cual representa una persona, una cualidad o algo, en fin, en torno al cual gira la expresión.
6. La colocación de la oración principal dentro del párrafo no es uniforme. Puede estar al comienzo, en el medio o al final del mismo. Cuando la oración principal está ubicada al comienzo del párrafo todas las demás oraciones constituyen un desarrollo lógico o una explanación de lo que en ella se ha dicho. Cuando está situada en el medio, la primera parte del párrafo será como un preámbulo de la oración principal, en tanto que la segunda parte será como una prolongación de dicha oración en forma de aclaración, confirmación o consecuencia. Cuando la oración principal está ubicada al final del párrafo ella vendrá a ser como la afirmación definitiva o la conclusión general de todo el párrafo.
7. Para comprobar la identidad de la oración principal hay dos medios. El primero de ellos consiste en eliminar la oración que se presume es la principal. Si es ella, al ser eliminada, el párrafo quedará como incompleto o carente de sentido. El segundo medio de comprobación consiste en ir leyendo las oraciones secundarias antes o después de la oración principal. Si la elección es correcta se notará cómo cada una de las oraciones secundarias se relaciona con la oración principal de una manera lógica y coherente. Se repite antes cuando la oración principal está situada al comienzo del párrafo. Se repite después cuando la oración principal está al final del párrafo. Si la oración principal está en el medio del párrafo, entonces el procedimiento repite la oración principal después de todas las oraciones que están antes de ella.
8. Las oraciones secundarias amplían, desarrollan, reafirman o explican la idea expuesta en la oración principal. Esto puede hacerse de cuatro formas básicas: por repetición, por contraste, por ejemplificación y por justificación. La oración secundaria por repetición expresa el mismo contenido de la oración principal, pero con otras palabras. La oración secundaria por contaste indica y rechaza lo que no es el pensamiento del autor con el objeto de resaltar lo que de verdad piensa. La oración secundaria por ejemplificación expresa los casos, aplicaciones concretas o ilustraciones de la idea principal. La idea secundaria por justificación indica razones o argumentos que apoyan la afirmación expresada en la oración principal
En relación con los párrafos que presentan más de una oración principal o que no tienen oración principal, tal hecho puede obedecer a varias causas como son, entre las más comunes, las siguientes:
  1.  Falta de claridad de pensamiento
  2. Escasa habilidad para expresarse
  3. Costumbre de escribir con párrafos muy cortos
  4. Dar apariencia de agilidad a un texto
 Cuando el párrafo presenta más de una idea principal el lector deberá integrar el contenido de las diferentes ideas principales y elaborar una sola oración principal. Cuando el párrafo no presenta ninguna oración principal esto puede significar lo siguiente:
  1.  Bien el párrafo no contiene ninguna idea principal
  2. La idea principal está diluida a través de todo el párrafo.
 En el primer caso se trata, generalmente, de un párrafo de transición que sirve de puente entre dos párrafos que tratan ideas diferentes. En el segundo caso, se trata de un párrafo en el cual las oraciones tienen la misma importancia, en cuyo caso el lector deberá extraer la idea principal para lo cual identificará la palabra clave en torno a la cual giran las afirmaciones parciales.
Hemos llegado al final (…) y sólo nos resta añadir lo siguiente: los conocimientos adquiridos en relación al párrafo como unidad de pensamiento no constituyen recetas infalibles sino que son, sencillamente, un apoyo para quien se inicia en la difícil tarea de leer con sentido crítico.

Tomado del libro Técnicas de Redacción e Investigación Documental Carrera, L. Vásquez, M. Díaz, M.E. http://liduvinacarrera.blogspot.com/p/publicaciones.html




lunes, 19 de abril de 2010

"EL ALMOHADÓN DE PLUMAS". HORACIO QUIROGA

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.

Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

-¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

-Pst... -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio... poco hay que hacer...

-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.

-Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.