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jueves, 6 de mayo de 2010

ELEMENTOS DE LA ORACION: SUJETO Y PREDICADO

 Liduvina Carrera
  
1) El sujeto: núcleo y complementos. Clases de sujeto
El sujeto es la palabra que indica la persona, animal o cosa de la cual se habla:”El peligro existe”; “Yo estuve enfermo”; “Los bueyes arrastraban las carretas”; “Tú serás operado pronto”. Para reconocerlo, se debe realizar la pregunta ¿Quién o qué cosa realiza la acción? o ¿De quién o de qué se habla?. Ej. “Los perros corrían rápidamente por el sendero” ¿Quiénes corrían?, ¿De quién se habla? la respuesta es el sujeto de la oración: los perros. Otra manera de reconocer el sujeto es por la concordancia en persona (1ª, 2ª o 3ª) y número (singular o plural) con el verbo de la oración: “Los gatos persiguen a los ratones” (3ª plural); “El médico revisó al pequeño” (3ª singular); “Nosotros queremos un mundo mejor” (1ª plural).
El sujeto puede ser:
  •   Un nombre: “Madrid es una ciudad”; “La escobita nueva barre bien”.
  •  Un pronombre: “Alguno vendrá a verte”; “Yo no creo ese asunto”
  •  Un verbo: “Trabajar es bueno”; “Fingir es algo indigno”
  •  Una oración: “No es cierto que me haya regalado unos libros”.
 El núcleo del sujeto es la palabra más importante, a la cual se le pueden añadir modificadores o complementos. El núcleo del sujeto siempre será un sustantivo, un pronombre o una palabra sustantivada. Ej. “Caracas, capital de Venezuela, era muy hermosa”; “Ella, la hermosa, tenía techos rojos y blancas palomas antaño”.
 Los complementos o modificadores se añaden al núcleo para completar su significado. Estos complementos pueden ser: a) un adjetivo: “Las casas nuevas están lindas”; b) un adjetivo unido mediante un artículo: “Las casas, las mejores, están lejos”; un sustantivo unido mediante una preposición: “Las campanas de la Iglesia tañen tristes”; un sustantivo en aposición: “Un médico soldado me atendió”; un frase en aposición: “ Bello, forjador de ideas, fue un humanista”; una oración: “El niño que está cerca de ti es un muchachito simpático”.
 Estos modificadores, también se pueden clasificar desde otro punto de vista (Munguía Zatarain, I. y otros. 2002) y, en tal caso, se dirá que el núcleo del sujeto puede estar acompañado de modificadores directos y modificadores indirectos. Los primeros acompañan al nombre para agregar algo a su significado o para precisarlo y debe concordar en género y número; por lo tanto, esta fusión será desempeñada por los adjetivos y los artículos: “Los espejos reflejan la imagen”; “Un leve temblor lo delataba”; “Sus pasos cansados se oían en la oscuridad”. Los denominados modificadores indirectos están constituidos con preposiciones y también se conocen con el nombre de complementos nominales: “La casa de mi niñez ya no existe”; “El estudio de los astros empezó hace mucho tiempo”.
El sujeto que no tiene modificadores o complementos y solamente se reducen al núcleo se denomina simple o incomplejo: “Rómulo fundó Roma”; el que se forma con diferentes complementos se llama complejo: “El caballo de carrera es veloz”. En caso de haber dos núcleos, se tratará de un sujeto compuesto o doble: “El perro y el gato pelean”. Muchas veces, el sujeto puede estar sobrentendido, implícito o tácito ya que no se menciona porque se puede inferir fácilmente: “Así habló de Daniel a los huéspedes y dijo que no lo repetiría” (en la segunda oración: “dijo que…”, el sujeto es el mismo).


2) El predicado y sus complementos
  
El predicado es la parte de la oración que expresa la acción realizada por el sujeto o los diferentes estados en los que éste puede encontrarse; es decir, corresponde a todo lo que se dice del sujeto y está formado por un verbo y sus complementos. Ej. “Emilio cayó”; “El padre vela por sus hijos”. El núcleo del predicado siempre será el verbo, sobre el que se apoyan las demás palabras que le añaden complementación al sentido del mismo. Si el verbo es ser o estar, el núcleo está constituido por el verbo unido a un sustantivo: “La ardilla es inquieta”. El atribuyo es la cualidad o propiedad que se aplica al sujeto por medio del verbo ser, estar u otro copulativo: “Todos eran esclavos”. Para la Real Academia, el atributo es denominado predicado nominal, que se junta al sujeto por medio del verbo copulativo.
El núcleo del predicado siempre será la palabra mas importante y concuerda con el sujeto en número y persona; de ésta forma se reconocerá el núcleo del predicado: “Te encantan los frijoles”; el verbo encantan concuerda en 3ª persona del plural con el sujeto frijoles. El predicado se reconoce también preguntando ¿Qué se dice del sujeto? Y las respuesta constituirá el predicado: “Las aves vuelan muy bajo en esta época del año”, ¿Qué se dice del sujeto aves? Que “vuelan muy bajo en esta época del año”; por consiguiente, éste será el predicado.
 División del predicado: verbal y nominal
  •  Es nominal cuando está expresado por el verbo ser u otro copulativo, seguido de sustantivo o adjetivo: “Dios es inmortal”; “El hombre está molesto”. En ambos casos, los predicados son simples; si los sustantivos o adjetivos del predicado son dos o más, el predicado será compuesto: “Es un bueno, fiel y gran compañero”. Los verbos copulativos no tienen un significado pleno; por lo contrario, se acompañan de un adjetivo, sustantivo o una oración que aportarán información al predicado.
  •  El predicado verbal se expresa por otro verbo cualquiera: “Yo canto por las mañanas”, “Pedro sale temprano a su trabajo”. Tiene como núcleo un verbo con significado pleno; es decir, por sí mismo puede predicarlo dar una información. La estructura del predicado verbal está conformada por el verbo que funciona como núcleo y por los complementos verbales.
 Los complementos verbales
 Los complementos del verbo son: objeto o complemento directo, objeto o complemento indirecto, complemento circunstancial, complemento predicativo y complemento agente.
  •  Complemento directo
 Representa el objeto de la acción del verbo. Al comprar, leer o escribir, compramos, leemos o escribimos algo; ese “algo” es el complemento directo, en el que recae directamente la acción verbal. El complementa completa el significado del verbo, porque añade a la expresión de la acción la del objeto sobre el cual se ejerce: “comieron naranjas”, “hemos escalado un monte”, “pintarán la pared”, etc. (Marsá, F. 1976).
Cuando el complemento directo es una persona o cosa personificada lleva la preposición “a”: “avisé a su tío”, llamé a los alumnos”. Solamente en caso de que se trate de personas completamente indeterminadas puede omitírsela preposición: busco un secretario”, vi unos muchachos”. Los pronombres uno, otro, todo, ninguno, cualquiera, cuando se refieren a personas, y alguien, nadie, quien suelen ir acompañados de la preposición “a”: “no conozco a nadie”, “llama a otro”.
Para determinar un complemento directo, se pueden seguir los siguientes pasos: a) Se buscan el verbo y su correspondiente sujeto; b) Se antepone la pregunta ¿Qué es lo que…? c) La respuesta es el complemento buscado. Ej. “Mi tío firmará un contrato”; el sujeto es “Mi tío” y el verbo “firmará”; la pregunta seria ¿Qué es lo que mi tío firmará?, y la respuesta es el complemento directo: “un contrato”.
Los verbos que admiten complemento directo se llaman transitivos, porque la acción pasa a otra persona o cosa (expresa o tácita). Ej. “Recibí un premio”; la acción de “recibir” pasa a “premio”, que es el complemento directo de esta oración En otras palabras, el verbo transitivo denota una acción que sale del sujeto y pasa a otra persona o cosa. En todo caso, se debe observar que, según la nueva doctrina académica, para que un verbo sea transitivo no basta que pueda llevar complemento directo; por el contrario, se necesita que lo lleve en la oración que se está analizando.
El complemento directo también puede ser reconocido mediante la sustitución de lo que se sospecha como tal, por los pronombres lo, la, los, las. Ej. “Nosotros probamos el vino”: “Nosotros lo probamos”. De la misma forma, se puede reconocer cambiando la oración transitiva en voz pasiva; de manera que el complemento directo pasa a ser sujeto: “Nosotros estudiamos lenguaje”; “El lenguaje es estudiado por nosotros”.
  •   Complemento indirecto
 Expresa la persona o cosa que recibe daño o provecho de la acción del verbo; o la persona o cosa a que se dirige o destina la acción verbal: “Envié unos libros a mi primo”. El complemento indirecto es “a mi primo”, porque es aquél a quien se envían los libros. Los complementos indirectos llevan siempre una de las preposiciones “a” o “para”; solamente se omiten ante una forma inacentuada del pronombre: “Me dijo la verdad”; el complemento indirecto es “me”, equivalente a “a mí” .
La acción que termina en el complemento indirecto, generalmente ya ha sido ejecutada primero en el complemento directo; por eso denota la persona o cosa a cuyo provecho o daño se destina: “El poeta canta himnos a la patria”. “A la patria” es la palabra que recibe, no la acción del verbo, sino el objeto del verbo: “himnos”. Como este complemento va a terminar la acción o actividad del verbo, como en un receptor o destinatario, algunos también lo llaman complemento de término. A veces, el complemento indirecto no acompaña al directo; “Estas flores son para ti”.
Siempre este complemento está precedido de las preposiciones “a” o “para”, menos cuando su oficio quede encomendado a alguna de las formas pronominales: me, te, se, nos os, les, se, que nunca llevan preposición alguna: “Me dieron buenas noticias”, “Te compraron una camisa nueva”, “Nos dieron otra oportunidad”. Este complemento se reconoce por las preguntas ¿A quién? o ¿Para quién?; ¿A qué? o ¿Para qué?. Ej. “Traje unas flores a mi hermana?; se hace la pregunta ¿Para quién las traje? y la respuesta es el complemento indirecto: “mi hermana”. El complemento indirecto también se puede reconocer sustituyendo por los pronombres le o les; sin embargo, esto solamente es posible cuando se trate de un complemento indirecto que corresponde a la 3ª persona: “Olga solicitó las cartas a su hermana”: “Olga le solicitó las cartas”. También es bueno acotar que, a veces, puede haber dos complementos indirectos en una sola oración: “A mi amiga Mireya le preparé un dulce para sus compañeros de trabajo”
  •  Complemento circunstancial
 El complemento circunstancial expresa la manera, el tiempo, el lugar y las demás circunstancias en que se realiza la acción verbal; o sea que complementa la significación del verbo expresando alguna de las circunstancias en que éste cumple su acción. Ej. “hablo el jueves”, “hablo en el teatro” , “hablo con elocuencia”. Las circunstancias son muy variadas y cada una de ellas dan nombre a los diferentes complementos que las expresan: “San Martín murió en Francia” (c. c. de lugar); “Granada fue conquistada en 1492” (c.c. de tiempo); “Lope de Vega escribía con pasmosa facilidad” (c.c. modo); “Recibí un libro por correo” (c.c. de medio); “Lucas está con nosotros” (c.c. de compañía); “La casa se vende por doscientos millones” (c.c. de cantidad); “Cicerón escribió un tratado sobre la amistad” (c.c. de argumento); “Trabaja por la recompensa” (c.c. de fin); “Un incendio puede nacer de una chispa” (c.c. de origen); “Nadie te supera en inteligencia” (c.c.de relación).
Como se puede observar en los ejemplos anteriores, los complementos circunstanciales van precedidos de diversas preposiciones; pero a veces de ninguna: “La encomienda llegó el primero de enero”. A menudo, el complemento está formado por un adverbio: “Llegarán mañana”; “Todos estaban allí”.
El complemento circunstancial se reconoce de dos modos: a) por la preposición que casi siempre los anuncia (donde hay preposición hay complemento); b) para clasificar el complemento, se realizan las siguientes preguntas: ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Cómo?, etc.
  • Complemento predicativo
 Es el complemento que predica o informa sobre las cualidades, atributos o peculiaridades del sujeto Aparece en las oraciones de predicado nominal; es decir, con los verbos copulativos ser y estar: “Roberta era mi amiga”; también puede presentarse con verbos de significado pleno: “Las paredes se encontraban desvastadas”. (Munguía Zatarain, I. y otros. 2002).
El predicativo se reconoce porque siempre se refiere al sujeto de la oración y, en muchos casos, concuerda con él en género y número; sin embargo, es posible encontrar predicativos que se refieren al complemento directo y concuerdan con él en género y número: “El juez juzgó culpable al acusado”. Este complemento no debe confundirse con los complementos circunstanciales de modo, puesto que éstos no pueden estar constituidos por adjetivos.
  •  Complemento agente
 Este complemento solamente aparece en las oraciones pasivas y designa al agente de la acción verbal y se introduce por la preposición por. Ej. “El niño es acunado por su madre”. Cuando existe complemento agente en una oración pasiva, ésta se clasifica como primera de pasiva y, cuando no existe, se denominaría segunda de pasiva: “El jardín es regado” (no se dice “por quién es regado”).

  FUENTE DE LA INFORMACIÓN

Tomado de Carrera, L. Gramática de la Lengua Española (Panapo: 2006)

martes, 4 de mayo de 2010

VOLVERÁN LAS OSCURAS GOLONDRINAS

Gustavo Adolfo Bécquer. (1836-1870)


Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!
  Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aun más hermosas,
sus flores se abrirán;
pero aquéllas, cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate:
¡así no te querrán!

TEATRO DEL ABSURDO Y LA CANTANTE CALVA DE EUGENIO IONESCO (Fragmentos)



TEATRO DEL ABSURDO

En la década de los cincuenta, el sentimiento trágico de vida triunfa en la filosofía, con el nombre de existencialismo. Esta filosofía es lo que muestran algunos autores en sus obras, la falta de sentido de la vida, y de esa manera se quería hacer reaccionar al público. El Teatro del Absurdo surgió como una negativa al «teatro realista» y su nombre es una acepción utilizada por el profesor Martin Esslin, quien publicó un libro con ese título. El objetivo no era atender a la falta de sentido de la vida, sino todo lo contrario: enseñar lo absurdo de la vida en los acontecimientos cotidianos y triviales. En el Teatro del Absurdo, la comedia y la tragedia chocan en una ilustración triste de la condición humana y la absurdidad de la existencia; de manera tal, que el dramaturgo del absurdo viene a ser un investigador para el cual el orden, la libertad, la justicia, la “psicología” y el lenguaje no son más que una serie de sucesivas aproximaciones a una realidad ambigua y decepcionante. El dramaturgo del absurdo desmantelará el viejo universo cartesiano y su manifestación escénica.

El nacimiento del Teatro del Absurdo como género o tema central se produce con las primeras obras de Eugène Ionesco, Samuel Beckett, A. Adamov y Harold Pinter, principalmente. Aunque los elementos absurdos en el teatro, ya habían aparecido anteriormente en la Commedia dell’Arte y en la farsa medieval, entre otras. La obra que se considera como iniciadora del Teatro del Absurdo es La cantante calva, escrita por Eugène Ionesco en 1950, o El rinoceronte, escrita por el mismo autor en 1959. La cantante calva estaba inspirada en la absurdidad de los ejemplos de conversación corriente en los manuales de enseñanza de idiomas; por eso, su autor elabora un contraste entre la naturaleza onírica y la realidad. Otra obra clave en el Teatro del Absurdo es Esperando a Godot de Samuel Beckett, en esta obra, los personajes principales, Vladimir y Estragón, se pasan la obra matando el tiempo, esperando la venida de un tal señor Godot que ni siquiera se sabe si existe o no. En las obras de Adamov, un dramático francés de origen ruso, se encuentran todos los temas del teatro del absurdo como pueden ser la soledad, la angustia y la incomunicación; tratados por Adamov de una manera muy influida por Artaud y Strindberg en la ruptura con el teatro convencional y en una obsesión casi neurótica.

Harold Pinter con sus primeras obras, es un exponente esencial en el Teatro del Absurdo. En sus obras, como El montacargas (1960), Retorno al hogar (1968) o Viejos tiempos (1971) utiliza un lenguaje y unos diálogos que proyectan silencios o medias palabras, capaces de evocar el pasado y abrir infinidad de sugerencias; además, surgen las preguntas acerca del enigma de la existencia. Estos personajes son variaciones del mismo tipo, es decir el hombre replegado sobre sí mismo, sobre su biografía y su vivencia, y lleno de terror. Es de hacer notar que el absurdo enfrenta el objetivismo contra el subjetivismo. Su concepto de objetividad está relacionado con una crítica total de la posibilidad de un mundo cognoscible. Como dice Raymond L. Williams: “el Teatro del Absurdo narra la experiencia real de un hombre atrapado en la sociedad burguesa e incapaz de escapar de ella, de la convicción, tras una persistencia tan prolongada, de que no hay una condición social sino una condición «universal», del carácter precario y a menudo ambiguo del cambio real y de la revolución.” De todo esto, surge la toma de postura por un subjetivismo absoluto, cuyo resultado es la división entre la realidad y la ficción. Lo que no percibió la vanguardia fue que ambos elementos no son sino efectos producidos por un dispositivo de signos y de convenciones. De ahí que tomando a Jenaro Talens, y a su libro Conocer a Beckett y su obra, se llegue a la conclusión de que su alternativa fue un fantasma vacío llamado imaginación. Y aquí, precisamente, comienza la gran desavenencia, o la gran complementariedad, del Teatro del absurdo con la vanguardia.

El Teatro del Absurdo es una vuelta a las pasadas tradiciones, y su novedad consiste en la combinación de esos antecedentes o tradiciones. La tradición se cambió con los descubrimientos de la primera vanguardia; en consecuencia, la primera vanguardia fue criticada por el Teatro del Absurdo, aunque de forma indirecta; por otro lado, el naturalismo fue muy criticado también por el absurdo. El descubrimiento de que la condición es inactual ya que el hombre no es solamente un animal social prisionero de su tiempo; es, también, y sobre todo, intemporal, diferente a sus accidentes, pero idéntico en su esencia.

En otro orden de ideas, el Teatro del Absurdo no se caracteriza por contar historias concretas, sino por contar historias generales e indefinidas. Del naturalismo, que tanto critica el absurdo, al Teatro del Absurdo, no cambiaron los fines sino el concepto de realidad. En el absurdo, existe un hombre fuera de toda época, aunque dentro de un tiempo, de todos los tiempos; todo esto es la generalización de las historias que narra el absurdo. Para Nietzche, los individuos humanos establecen para sobrevivir una serie de ficciones (como la espera de Godot) que ordenan el mundo y son necesarias para no morir. Esa ficción elimina la dimensión de la realidad que no sea identificable. Los del absurdo puntualizan que sí hay una verdad que no es ficción: le verdad de la sinrazón.

Los personajes de las obras del absurdo se hallan en continuo flujo, en un lugar que está fuera del reino de la experiencia racional. Palabras de Ionesco: “Mis personajes hablan sólo sobre su experiencia, sus aspiraciones, sus motivos y su historia. Desde fuera los conocemos tan poco como podemos conocer a una persona real. Ahí está su gran innovación «naturalista» del Teatro del Absurdo, su principal objetivo con respecto a los personajes, es: dejarlos vivir.” Unas veces los personajes aparecerán dotados de un estado civil, una familia; pero poco a poco irán perdiendo las características del ser humano. Otras veces, aunque éstas las menos, aparecerán como extrañas criaturas, a medio camino entre insecto y del fantasma. Una constante del teatro del absurdo es la pugna de sus personajes por expresarse y la imposibilidad de lograrlo. En el Teatro del Absurdo el escenario desborda y a menudo contradice las palabras pronunciadas por los actores; sólo precisa de los objetos, los accesorios y el decorado, que adquieren una extraordinaria importancia. La escena del Teatro del Absurdo representa casi siempre un mundo vacío de sentido, poblado de objetos pesados y molestos que terminan por dominar a los personajes; como puede ocurrir en la obra de Pinter; El montacargas.

Retomando la vanguardia, ésta no se puede afirmar que sea igual a una concepción política, aunque sí a una concepción ideológica. El Teatro del Absurdo, en cambio, quita de en medio todo apoyo a un bloque del pensamiento político, e intenta eliminar el pensamiento político y, de paso, la ideológica. El Teatro del Absurdo se esforzó, con gran intensidad, en expresar una realidad extrahistórica, la que lleva suspendidos los elementos comunes de toda la historia de la existencia del hombre. El gran modelo será Shakespeare porque, por ejemplo, en su Ricardo III no vemos a un personaje concreto sino a todos los reyes destronados de la tierra.

Fuente: http://mural.uv.es/amari3/tra3.html


LA CANTANTE CALVA

 (La cantatrice chauve) es una anti–pieza representada por primera vez en el Théátre des Noctambules el 11 de mayo de 1950, por la compañía Nicolás Bataille. La puesta en escena estuvo a cargo de Nicolás Bataille.

PERSONAJES

SEÑOR SMITH
SEÑORA SMITH
SEÑOR MARTIN
SEÑORA MARTIN
MARY, LA SIRVIENTA
EL CAPITÁN DE LOS BOMBEROS.
ESCENA I

(Interior burgués inglés, con sillones ingleses. Velada inglesa. El señor SMITH, inglés, en su sillón y con sus zapatillas inglesas, fuma su pipa inglesa y lee un diario inglés, junto a una chimenea inglesa. Tiene anteojos ingleses y un bigotito gris inglés. A su lado, en otro sillón inglés, la señora SMITH, inglesa, remienda unos calcetines ingleses. Un largo momento de silencio inglés. El reloj de chimenea inglés hace oír diecisiete toques ingleses).
SRA. SMITH: – ¡Vaya, son las nueve! Hemos comido sopa, pescado, patatas con tocino, y ensalada inglesa. Los niños han bebido agua inglesa. Hemos comido bien esta noche. Eso es porque vivimos en los suburbios de Londres y nos apellidamos Smith.

SR. SMITH: (continuando su lectura, chasquea la lengua).

SRA. SMITH: – Las patatas están muy bien con tocino, y el aceite de la ensalada no estaba rancio. El aceite del almacenero de la esquina es de mucho mejor calidad que el aceite del almacenero de enfrente, y también mejor que el aceite del almacenero del final de la cuesta. Pero con ello no quiero decir que el aceite de aquéllos sea malo.

SR. SMITH: (continuando su lectura, chasquea la lengua).

SRA. SMITH: – Sin embargo, el aceite del almacenero de la esquina sigue siendo el mejor.

SR. SMITH: (continuando su lectura, chasquea la lengua).

SRA. SMITH: – Esta vez Mary ha cocido bien las patatas. La vez anterior no las había cocido bien. A mí no me gustan sino cuando están bien cocidas.

SR. SMITH: (continuando su lectura, chasquea la lengua).

SRA. SMITH: – El pescado era fresco. Me he chupado los dedos. Lo he repetido dos veces. No, tres veces. Eso me hace ir al retrete. Tú también has comido tres raciones. Sin embargo, la tercera vez has tomado menos que las dos primeras, en tanto que yo he tomado mucho más. Esta noche he comido mejor que tú. ¿Cómo es eso? Ordinariamente eres tú quien come más. No es el apetito lo que te falta.

SR. SMITH: (continuando su lectura, chasquea la lengua).

SRA. SMITH: – No obstante, la sopa estaba quizás un poco demasiado salada. Tenía más sal que tú. ¡Ja, ja! Tenía también demasiados puerros y no las cebollas suficientes. Lamento no haberle aconsejado a Mary que le añadiera un poco de anís estrellado. La próxima vez me ocuparé de ello.

SR. SMITH: (continuando su lectura, chasquea la lengua).

SRA. SMITH: – Nuestro rapazuelo habría querido beber cerveza, le gustaría beberla a grandes tragos, pues se te parece. ¿Has visto cómo en la mesa tenía la vista fija en la botella? Pero yo vertí en su vaso agua de la garrafa. Tenía sed y la bebió. Elena se parece a mí: es buena mujer de su casa, económica, y toca el piano. Nunca pide de beber cerveza inglesa. Es como nuestra hijita, que sólo bebe leche y no come más que gachas. Se ve que sólo tiene dos años. Se llama Peggy. La tarta de membrillo y de fríjoles estaba formidable. Tal vez habría estado bien beber, en el postre, un vasito de vino de Borgoña australiano, pero no he llevado el vino a la mesa para no dar a los niños un mal ejemplo de gula. Hay que enseñarles a ser sobrios y mesurados en la vida.

SR. SMITH: (continuando su lectura, chasquea la lengua).

SRA. SMITH: – La señora Parker conoce un almacenero rumano, llamado Popesco Rosenfeld, que acaba de llegar de Constantinopla. Es un gran especialista en yogurt. Posee diploma de la escuela de fabricantes de yogurt de Andrinópolis. Mañana iré a comprarle una gran olla de yogurt rumano folklórico. No hay con frecuencia cosas como ésa aquí, en los alrededores de Londres.

SR. SMITH: (continuando su lectura, chasquea la lengua).

SRA. SMITH: – El yogurt es excelente para el estómago, los riñones, el apéndice y la apoteosis. Eso es lo que me dijo el doctor Mackenzie-King, que atiende a los niños de nuestros vecinos, los Johns. Es un buen médico. Se puede tener confianza en él. Nunca recomienda más medicamentos que los que ha experimentado él mismo. Antes de operar a Parker se hizo operar el hígado sin estar enfermo.

SR. SMITH: – Pero, entonces, ¿cómo es posible que el doctor saliera bien de la operación y Parker muriera a consecuencia de ella?

SRA. SMITH: – Porque la operación dio buen resultado en el caso del doctor y no en el de Parker.

SR. SMITH: – Entonces Mackenzie no es un buen médico. La operación habría debido dar buen resultado en los dos o los dos habrían debido morir.

SRA. SMITH: – ¿Por qué?

SR. SMITH: – Un médico concienzudo debe morir con el enfermo si no pueden curarse juntos. El capitán de un barco perece con el barco, en el agua. No le sobrevive.

SRA. SMITH: – No se puede comparar a un enfermo con un barco.

SR. SMITH: – ¿Por qué no? El barco tiene también sus enfermedades; además tu doctor es tan sano como un barco; también por eso debía perecer al mismo tiempo que el enfermo, como el doctor y su barco.

SRA. SMITH: – ¡Ah! ¡No había pensado en eso!... Tal vez sea justo... Entonces, ¿cuál es tu conclusión?

SR. SMITH: – Que todos los doctores no son más que charlatanes. Y también todos los enfermos. Sólo la marina es honrada en Inglaterra.

SRA. SMITH: – Pero no los marinos.

SR. SMITH: – Naturalmente. (Pausa).

SR. SMITH (sigue leyendo el diario): – Hay algo que no comprendo. ¿Por qué en la sección del registro civil del diario dan siempre la edad de las personas muertas y nunca la de los recién nacidos? Es absurdo.

SRA. SMITH: – ¡Nunca me lo había preguntado! Otro momento de silencio. El reloj suena siete veces. Silencio. El reloj suena tres veces. Silencio. El reloj no suena ninguna vez.

SR. SMITH (siempre absorto en su diario): – Mira, aquí dice que Bobby Watson ha muerto.

SRA. SMITH: – ¡Oh, Dios mío! ¡Pobre! ¿Cuándo ha muerto?

SR. SMITH: – ¿Por qué pones esa cara de asombro? Lo sabías muy bien. Murió hace dos años. Recuerda que asistimos a su entierro hace año y medio.

SRA. SMITH: – Claro está que lo recuerdo. Lo recordé en seguida, pero no comprendo por qué te has mostrado tan sorprendido al ver eso en el diario.

SR. SMITH: – Eso no estaba en el diario. Hace ya tres años que hablaron de su muerte. ¡Lo he recordado por asociación de ideas!

SRA. SMITH: – ¡Qué lástima! Se conservaba tan bien.

SR. SMITH: – Era el cadáver más lindo de Gran Bretaña. No representaba la edad que tenía. Pobre Bobby, llevaba cuatro años muerto y estaba todavía caliente. Era un verdadero cadáver viviente. ¡Y qué alegre era!

SRA. SMITH: – La pobre Bobby.

SR. SMITH: – Querrás decir "el" pobre Bobby.

SRA. SMITH: – No, me refiero a su mujer. Se llama Bobby como él, Bobby Watson. Como tenían el mismo nombre no se les podía distinguir cuando se les veía juntos. Sólo después de la muerte de él se pudo saber con seguridad quién era el uno y quién la otra. Sin embargo, todavía al presente hay personas que la confunden con el muerto y le dan el pésame. ¿La conoces?

SR. SMITH: – Sólo la he visto una vez, por casualidad, en el entierro de Bobby.

SRA. SMITH: – Yo no la he visto nunca. ¿Es bella?

SR. SMITH: – Tiene facciones regulares, pero no se puede decir que sea bella. Es demasiado grande y demasiado fuerte. Sus facciones no son regulares, pero se puede decir que es muy bella. Es un poco excesivamente pequeña y delgada y profesora de canto. El reloj suena cinco veces. Pausa larga.

SRA. SMITH: – ¿Y cuándo van a casarse los dos?

SR. SMITH: – En la primavera próxima lo más tarde.

SRA. SMITH: – Sin duda habrá que ir a su casamiento.

SR. SMITH: – Habrá que hacerles un regalo de boda. Me pregunto cuál.

SRA. SMITH: – ¿Por qué no hemos de regalarles una de las siete bandejas de plata que nos regalaron cuando nos casamos y nunca nos han servido para nada?... Es triste para ella haberse quedado viuda tan joven.

SR. SMITH: – Por suerte no han tenido hijos.

SRA. SMITH: – ¡Sólo les falta eso! ¡Hijos! ¡Pobre mujer, qué habría hecho con ellos!

SR. SMITH: – Es todavía joven. Muy bien puede volver a casarse. El luto le sienta bien.

SRA. SMITH: – ¿Pero quién cuidará de sus hijos? Sabes muy bien que tienen un muchacho y una muchacha. ¿Cómo se llaman?

SR. SMITH: – Bobby y Bobby, como sus padres. El tío de Bobby Watson, el viejo Bobby Watson, es rico y quiere al muchacho. Muy bien podría encargarse de la educación de Bobby.

SRA. SMITH: – Sería natural. Y la tía de Bobby Watson, la vieja Bobby Watson, podría muy bien, a su vez, encargarse de la educación de Bobby Watson, la hija de Bobby Watson. Así la mamá de Bobby Watson, Bobby, podría volver a casarse. ¿Tiene a alguien en vista?

SR. SMITH: – Sí, a un primo de Bobby Watson.

SRA. SMITH: – ¿Quién? ¿Bobby Watson?

SR. SMITH: – ¿De qué Bobby Watson hablas?

SRA. SMITH: – De Bobby Watson, el hijo del viejo Bobby Watson, el otro tío de Bobby Watson, el muerto.

SR. SMITH: – No, no es ése, es otro. Es Bobby Watson, el hijo de la vieja Bobby Watson, la tía de Bobby Watson, el muerto.

SRA. SMITH: – ¿Te refieres a Bobby Watson el viajante de comercio?

SR. SMITH: – Todos los Bobby Watson son viajantes de comercio.

SRA. SMITH: – ¡Qué oficio duro! Sin embargo, se hacen buenos negocios.

SR. SMITH: – Sí, cuando no hay competencia.

SRA. SMITH: – ¿Y cuándo no hay competencia?

SR. SMITH: – Los martes, jueves y martes.

SRA. SMITH: – ¿Tres días por semana? ¿Y qué hace Bobby Watson durante ese tiempo?

SR. SMITH: – Descansa, duerme.

SRA. SMITH: – ¿Pero por qué no trabaja durante esos tres días si no hay competencia?

SR. SMITH: – No puedo saberlo todo. ¡No puedo responder a todas tus preguntas idiotas!

SRA. SMITH (ofendida): – ¿Dices eso para humillarme?

SR. SMITH (sonriente): – Sabes muy bien que no.

SRA. SMITH: – ¡Todos los hombres son iguales! Os quedáis ahí durante todo el día, con el cigarrillo en la boca, o bien armáis un escándalo y ponéis morros cincuenta veces al día, si no os dedicáis a beber sin interrupción.

SR. SMITH: – ¿Pero qué dirías si vieses a los hombres hacer como las mujeres, fumar durante todo el día, empolvarse, ponerse rouge en los labios, beber whisky?

SRA. SMITH: – Yo me río de todo eso. Pero si lo dices para molestarme, entonces... ¡sabes bien que no me gustan las bromas de esa clase! (Arroja muy lejos los calcetines y muestra los dientes. Se levanta).

SR. SMITH (se levanta también y se acerca su esposa, tiernamente): – ¡Oh, mi pollita asada! ¿Por qué escupes fuego? Sabes muy bien que lo digo por reír. (La toma por la cintura y la abraza.) ¡Qué ridícula pareja de viejos enamorados formamos! Ven, vamos a apaciguarnos y acostarnos.

ESCENA II

Los mismos y MARY

MARY (entrando): – Yo soy la criada. He pasado una tarde muy agradable. He estado en el cine con un hombre y he visto una película con mujeres. A la salida del cine hemos ido a beber aguardiente y leche y luego se ha leído el diario.

SRA. SMITH: – Espero que haya pasado una tarde muy agradable, que haya ido al cine con un hombre y que haya bebido aguardiente y leche.

SR. SMITH: – ¡Y el diario!

MARY: – La señora y el señor Martin, sus invitados, están en la puerta. Me esperaban. No se atrevían a entrar solos. Debían comer con ustedes esta noche.

SRA. SMITH: – ¡Ah, sí! Los esperábamos. Y teníamos hambre. Como no los veíamos llegar, comimos sin ellos. No habíamos comido nada durante todo el día. ¡Usted no debía haberse ausentado!

MARY: – Fue usted quien me dio el permiso.

SR. SMITH: – ¡No lo hizo intencionadamente!

MARY (se echa a reír. Luego llora. Sonríe): – Me he comprado un orinal.

SRA. SMITH: – Mi querida Mary, ¿quiere abrir la puerta y hacer que entren el señor y la señora Martin, por favor? Nosotros vamos a vestirnos rápidamente. (La señora y el señor SMITH salen por la derecha. MARY abre la puerta de la izquierda, por la que entran el señor y la señora MARTIN).



ESCENA III

MARY y los esposos MARTIN

MARY: – ¿Por qué han venido ustedes tan tarde? No son corteses. Hay que venir a la hora. ¿Comprenden? De todos modos, siéntense ahí y esperen. (Sale).

ESCENA IV

(Los mismos, menos MARY). La señora y el señor MARTIN se sientan el uno frente al otro, sin hablarse. Se sonríen con timidez.

SR. MARTIN (el diálogo que sigue debe ser dicho con una voz lánguida, monótona, un poco cantante, nada matizada): – Discúlpeme, señora, pero me parece, si no me engaño, que la he encontrado ya en alguna parte.

SRA. MARTIN: – A mí también me parece, señor, que lo he encontrado ya en alguna parte.

SR. MARTIN: – ¿No la habré visto, señora, en Manchester, por casualidad?

SRA. MARTIN: – Es muy posible. Yo soy originaria de la ciudad de Manchester. Pero no recuerdo muy bien, señor, no podría afirmar si lo he visto allí o no.

SR. MARTIN: – ¡Dios mío, qué curioso! ¡Yo también soy originario de la ciudad de Manchester!

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso!

SR. MARTIN: – ¡Muy curioso!... Pero yo, señora, dejé la ciudad de Manchester hace cinco semanas, más o menos.

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso! ¡Qué extraña coincidencia! Yo también, señor, dejé la ciudad de Manchester hace cinco semanas, más o menos.

SR. MARTIN: – Tomé el tren de las ocho y media de la mañana, que llega a Londres a las cinco menos cuarto, señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso! ¡Qué extraño! ¡Y qué coincidencia! ¡Yo tomé el mismo tren, señor, yo también!

SR. MARTIN: ¡Dios mío, qué curioso! ¿Entonces, tal vez, señora, la vi en el tren?

SRA. MARTIN: – Es muy posible, no está excluido, es posible y, después de todo, ¿por qué no?... Pero yo no lo recuerdo, señor.

SR. MARTIN: – Yo viajaba en segunda clase, señora. No hay segunda clase en Inglaterra, pero a pesar de ello yo viajo en segunda clase.

SRA. MARTIN: – ¡Qué extraño, qué curioso, qué coincidencia! ¡Yo también, señor, viajaba en segunda clase!

SR. MARTIN: – ¡Qué curioso! Quizás nos hayamos encontrado en la segunda clase, estimada señora.

SRA. MARTIN: – Es muy posible y no queda completamente excluido Pero lo recuerdo muy bien, estimado señor.

SR. MARTIN: – Yo iba en el coche número 8, sexto compartimiento, señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso! Yo iba también en el coche número 8, sexto compartimiento, estimado señor.

SR. MARTIN: – ¡Qué curioso y qué coincidencia extraña! Quizá nos hayamos encontrado en el sexto compartimiento, estimada señora.

SRA. MARTIN: – Es muy posible, después de todo. Pero no lo recuerdo, estimado señor.

SR. MARTIN: – En verdad, estimada señora, yo tampoco lo recuerdo, pero es posible que nos hayamos visto allí, y si reflexiono sobre ello, me parece incluso muy posible.

SRA. MARTIN: – ¡Oh, verdaderamente, verdaderamente, señor!

SR. MARTIN: – ¡Qué curioso! Yo ocupaba el asiento número 3, junto a la ventana, estimada señora.

SRA. MARTIN: – ¡Oh, Dios mío, qué curioso y extraño! Yo tenía el asiento número 6, junto a la ventana, frente a usted, estimado señor.

SR. MARTIN: – ¡Oh, Dios mío, qué curioso y qué coincidencia! ¡Estábamos, por lo tanto, frente a frente, estimada señora! ¡Es allí donde debimos vernos!

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso! Es posible, pero no lo recuerdo, señor.

SR. MARTIN: – Para decir la verdad, estimada señora, tampoco yo lo recuerdo. Sin embargo, es muy posible que nos hayamos visto en esa ocasión.

SRA. MARTIN: – Es cierto, pero no estoy de modo alguno segura de ello, señor.

SR. MARTIN: – ¿No era usted, estimada señora, la dama que me rogó que colocara su valija en la red y que luego me dio las gracias y me permitió fumar?

SRA. MARTIN: – ¡Sí, era yo sin duda, señor! ¡Qué curioso, qué curioso, y qué coincidencia!

SR. MARTIN: – ¡Qué curioso, qué extraño, y qué coincidencia! Pues bien, entonces, ¿tal vez nos hayamos conocido en ese momento, señora?

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible, estimado señor. Sin embargo, no creo recordarlo.

SR. MARTIN: – Yo tampoco, señora.

(Un momento de silencio. El reloj toca 2–1.)

SR. MARTIN: – Desde que llegué a Londres vivo en la calle Bromfield, estimada señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso, qué extraño! Yo también, desde mi llegada a Londres, vivo en la calle Bromfield, estimado señor.

SR. MARTIN: – Es curioso, pero entonces, entonces tal vez nos hayamos encontrado en la calle Bromfield, estimada señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso, qué extraño! ¡Es muy posible, después de todo! Pero no lo recuerdo, estimado señor.

SR. MARTIN: – Yo vivo en el número 19, estimada señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso! Yo también vivo en el número 19, estimado señor.

SR. MARTIN: – Pero entonces, entonces, entonces, entonces quizá nos hayamos visto en esa casa, estimada señora.

SRA. MARTIN: – Es muy posible, pero no lo recuerdo, estimado señor.

SR. MARTIN: Mi departamento está en el quinto piso, es el número 8, estimada señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso, Dios mío, y qué extraño! ¡Y qué coincidencia! ¡Yo también vivo en el quinto piso, en el departamento número 8, estimado señor!

SR. MARTIN (pensativo): – ¡Qué curioso, qué curioso, qué curioso y qué coincidencia! Sepa usted que en mi dormitorio tengo una cama. Mi cama está cubierta con un edredón verde. Esa habitación, con esa cama y su edredón verde, se halla en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, estimada señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué coincidencia, Dios mío, qué coincidencia! Mi dormitorio tiene también una cama con un edredón verde y se encuentra en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, mi estimado señor.

SR. MARTIN: – ¡Es extraño, curioso, extraño! Entonces, señora, vivimos en la misma habitación y dormimos en la misma cama, estimada señora. ¡Quizá sea en ella donde nos hemos visto!

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible que nos hayamos encontrado allí y tal vez anoche. ¡Pero no lo recuerdo, estimado señor!

SR. MARTIN: – Yo tengo una niña, mi hijita, que vive conmigo, estimada señora. Tiene dos años, es rubia, con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama Alicia, mi estimada señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué extraña coincidencia! Yo también tengo una hijita de dos años con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama también Alicia, estimado señor.

SR. MARTIN (con la misma voz lánguida y monótona): – ¡Qué curioso y qué coincidencia! ¡Y qué extraño! ¡Es quizá la misma, estimada señora!

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso! Es muy posible, estimado señor.

(Un momento de silencio bastante largo. . . El reloj suena veintinueve veces).

SR. MARTIN (después de haber reflexionado largamente, se levanta con lentitud y, sin apresurarse, se dirige hacia la señora MARTIN, quien, sorprendida por el aire solemne del señor MARTIN, se levanta también, muy suavemente; el señor MARTIN habla con la misma voz rara, monótona, vagamente cantante): – Entonces, estimada señora, creo que ya no cabe duda, nos hemos visto ya y usted es mi propia esposa. . . ¡Isabel, te he vuelto a encontrar!

SRA. MARTIN (se acerca al señor MARTIN sin apresurarse. Se abrazan sin expresión. El reloj suena una vez, muy fuertemente. El sonido del reloj debe ser tan fuerte que sobresalte a los espectadores. Los esposos MARTIN no lo oyen).

SRA. MARTIN: – ¡Donald, eres tú, darling! (Se sientan en el mismo sillón, se mantienen abrazados y se duermen. El reloj sigue sonando muchas veces. MARY, de puntillas y con un dedo en los labios, entra lentamente en escena, y se dirige al público).

ESCENA V

Los mismos y MARY

MARY: – Isabel y Donald son ahora demasiado dichosos para que puedan oírme. Por lo tanto, puedo revelarles a ustedes un secreto. Isabel no es Isabel y Donald no es Donald. He aquí la prueba: la niña de que habla Donald no es la hija de Isabel, no se trata de la misma persona. La hijita de Donald tiene un ojo blanco y otro rojo, exactamente como la hijita de Isabel. Pero en tanto que la hija de Donald tiene el ojo blanco a la derecha y el ojo rojo a la izquierda, la hija de Isabel tiene el ojo rojo a la derecha y el blanco a la izquierda. En consecuencia, todo el sistema de argumentación de Donald se derrumba al tropezar con ese último obstáculo que aniquila toda su teoría. A pesar de las coincidencias extraordinarias que parecen ser pruebas definitivas, Donald e Isabel, al no ser padres de la misma criatura, no son Donald e Isabel. Es inútil que él crea que ella es Isabel, es inútil que ella crea que él es Donald: se equivocan amargamente. Pero ¿quién es el verdadero Donald? ¿Quién es la verdadera Isabel? ¿Quién tiene interés en que dure esa confusión? No lo sé. No tratemos de saberlo. Dejemos las cosas como están. (Da algunos pasos hacia la puerta y luego vuelve y se dirige al público). Mi verdadero nombre es Sherlock Holmes. (Sale).

domingo, 2 de mayo de 2010

ANÁLISIS DE "LA MUJER DE ESPALDAS" DE JOSÉ BALZA

Liduvina Carrera

Ubicado en el marco de Los Textores por su escritura narcisista, José Balza asombra por su inclinación hacia la sugerencia en el cuento “La mujer de espaldas”. Una de las características ofrecidas en este relato breve es la anécdota difusa; en efecto, se trata de la historia narrada por un escritor, a quien un periodista realiza una entrevista. El narrador/escritor cuenta la historia oída al periodista, a quien, a su vez, se la había contado un limpiabotas. Éste había comentado que Francois, un francés, había matado en Puerto Cabello a una mujer porque le había robado todo su dinero, en el negocio que ambos tenían y lo había abandonado en Francia, hacía más de cuarenta años.

Obviamente que, con esta historia, el autor se aproxima al ludismo mediante una visión subjetivada, de una anécdota narrada mediante puntos de vista primordialmente intimistas. Como diría Barrera Linares; “por una indagación de los espacios internos relacionados con la conciencia de los personajes”.

Los espacios ficcionales

Partiendo de esta anécdota simple, el lector puede ubicar cuatro ambientes diseminados a lo largo del relato. Al comienzo, el entrevistador y el entrevistado permanecen en una oficina. El periodista conversa con el escritor para solicitar información acerca de su último trabajo editorial; un Diccionario. La ubicación espacial es evidente en las siguientes frases: “nuestra secretaria advirtió-desde el cristal vecino (...) trajo café para ambos” (p.28); “(mis compañeros de equipo, (...) más allá del vidrio de la oficina, imaginaban al periodista comentando nuestro Diccionario, mientras él narra su argumento)”(p. 29).

El segundo ambiente donde se mueven los personajes de este relato está ubicado en una plaza “La Plaza Central”. En ese lugar, el periodista había entrevistado al anciano, quien le había otorgado “esa interesante historia de l930” (p.29). Allí, el viejo limpiabotas narra la historia ocurrida años atrás en Puerto Cabello.

El tercer espacio ficcional ocurre en Francia, lugar donde ocurrieron los acontecimientos iniciales a la trama que finaliza en Puerto Cabello. Estos hechos fueron relatados por el propio Francois: “la historia se conoció por el asesino mismo. Le daba igual volver a Francia” (p. 30). Los lugares señalados oscilan entre Petite Ville, Marselle y el Puerto. En este último, proliferaban los negocios fraudulentos, el tráfico entre los barcos y las rivalidades.

Una cuarta ubicación geográfica está delimitada en Puerto Cabello; se menciona la casa y la gran fortuna de una mujer, se describe la pensión donde un personaje apodado el malandrito había escondido al francés. (Avanzada la lectura, es posible ubicar al “malandrito” como el mismo viejo limpiabotas que cuenta la historia en la “Plaza Central”).

Las voces de los personajes significativos

Si los escritores narcisistas parecen regocijarse con su escritura, Balza se regodea con los narradores de su texto. El relato ofrece cuatro voces y una doble descripción de “la mujer de espaldas”. El primer narrador es el personaje entrevistado: el escritor encargado de un equipo que trabajaba en un novedoso Diccionario, con clasificaciones que obliteraban el orden alfabético y, en cuya elaboración, habían tardado cinco años. Esta voz canta buena parte de la anécdota y, ayudada de incisos y explicaciones irónicas, probablemente constituya el recurso para emitir las opiniones del mismo escritor/Balza. Tiende a ser una voz irónica: “temí que destacara - más que el Diccionario- (...)dos inoportunos estornudos míos” (p.28). Critica el snobismo del periodista que lo entrevista: “pienso que hubiera dado cualquier cosa por ser, el entrevistado, él...” y la inexperiencia en escribir relatos: “no posee el periodista los claros hilos que exige un relato de muerte”. (idem). Este narrador asume la primera persona y cuenta cómo fue la entrevista realizada por el periodista. De este modo, también narra lo que le contó el entrevistador.

Una segunda voz narrativa está presente en el periodista que realiza la entrevista. Se le describe como “un joven periodista con más de treinta años, dos divorcios”, además es “prisionero del gran diario en el cual trabaja. Su simpatía su desparpajo cultural” (...) “puede improvisar preguntas como si supiera a qué se refieren y convencer a millones de lectores” (...) “quería que sus reportajes tuviesen algo de poema, de novela, de drama, o quería redactar noticias tan vivaces que fuesen como novelas” (p.28). Este segundo narrador cuenta la historia contada, a su vez, por el viejo limpiabotas: “adjudicó el argumento a un limpiabotas de la Plaza Central. De ese hombre anciano y fiel a su oficio, de ese niño que llegó en l910 al mismo lugar donde está hoy, el periodista había captado la extraña anécdota. Sí: ocurrió ayer, cuando en una manifestación más (...) entrevistó al viejo limpiabotas del centro” (p. 29).

Un tercer narrador está presente en el viejo limpiabotas, “el malandrito”, “el criollo”, “el anciano de la Plaza”, “el muchachito de l9l0 y anciano de ahora”.Este personaje ambiguo había ayudado al francés para que encontrara a la mujer en Puerto Cabello y, de viejo, relata la historia al periodista en la Plaza Central. Se le menciona de varias formas: “un cómplice venezolano”, “el niño limpiabotas de la Plaza, que narró la historia es el viejo que aún recuerda los titulares de la prensa”, “el malanadrito”, “el limpiabotas”, “el amigo resultó de gran utilidad: casi lo guardó en una discreta pensión”.(p.35).

El cuarto narrador es el propio Francois, el gordo que mató a la mujer: “la historia se conoció por el asesino mismo: no tenía deseos ni fuerzas para escapar. Le daba igual volver a Francia, quedarse en las cárceles de Guyana o morir envuelto por un clima y por un idioma que desconocía. Contó que durante cuarenta años había lamentado la ausencia de esa mujer...” (p. 30). El francés y la mujer habían estado relacionados por los negocios turbios y el tráfico en los puertos. Francois se describe como “un hombre gordo, envejecido, absolutamente desconocido, con sólo una semana en el puerto, mató a la extranjera, apuñalándola en un lunar con forma de lis, que tenía en la espalda” (p. 29).

La personalidad de la mujer refleja su doble vida, una en la juventud en Francia y la otra en Puerto Cabello, en Venezuela. Al principio se le conoce como Marie-Jos. Vivia en los Puertos y era una mujer joven que parecía haber vivido todo, pero no el amor leal que le ofrecía Francoise: “sin padres, sin familiares, la mujer había andado siempre entre hombres (...) carecía de amigos y quizá nunca tuvo prolongadas relaciones de afecto con otro ser” (p.30). Su presencia había sido una óptima oportunidad para los negocios, porque se rodeaba de una personalidad sensual y golosa, sin ser realmente atractiva. Era el contacto con los barcos y había muerto asesinada por los rivales de los negocios que frecuentaba: “la muerte de la muchacha interrumpió el ascenso de su fortuna. La tragedia ocurrió una noche, (...) al volver halló la casita arrasada: ni un billete ni una joya. Sangre en el piso y una cita a la morgue (...). La pérdida lo aniquiló todo” (p. 31)

Con el nombre de María Inés aparece de nuevo el mismo personaje, también difuso para el lector, en Puerto Cabello. Para ese momento tenía cierta edad y lucía también un lunar en forma de lis en la espalda, grabado de joven por Francoise. Esta dama algo mayor, estaba inclinada a las drogas y al alcohol. Se presenta como “marchita mujer”, “algo gorda, decaída, en nada se parecía a su graciosa muchacha de Marselle: pero en tal diferencia supo encontrarla: bajo cierta fijeza de los gestos, en la boca, en un olvidado movimiento de los ojos” (p. 35).

Las propuestas del relato

El cuento “La mujer de espaldas” pareciera criticar, entre otras cosas, el estilo periodístico que desea añadir sobrada ficción a los reportajes: “Narrar con fórmulas periodísticas”, “el new periodismo”. Se evidencia la práctica de convertir las noticias en piezas de teatro y la dificultad para diluir la trama (obra dramática) o convertirla en un texto policial. El periodista/segundo narrador comenta al entrevistado/primer narrador.“sabré esperar hasta que convierta (la historia) en ficción o en trazos de una cosa teatral” (p. 29).

Otras evidentes críticas al nuevo estilo periodístico están presentes en las siguientes líneas: “El periodista no posee claros hilos que exige un relato (...) se extiende en detalles, en la moda de los 30, interpola tonos locales, se complace en una frase” (p. 29). El cuento evidencia las mentiras noticiosas y la subjetividad de algunos periodistas: “¿Es producto del periodista o comentario verdadero del anciano limpiabotas?”, “¿Necesita un relato o un drama en dos actos la confesión del protagonista?”.

Otras sugerencias del texto de Balza, se refieren a la búsqueda de una historia policial para exponer la idea de que no debe ser manejada como ficción ni como trama por los periodistas. El autor de este relato, por boca del escritor, juzga a los periodistas que no preparan sus entrevistas antes “nisiquiera había (h)ojeado el ejemplar”. Por eso, la labor periodística no permite que trascienda el entrevistado con su trabajo en el Diccionario, por lo contrario, el periodista se luce porque es él quien invierte el tiempo en contar “su historia”.

El estilo del relato y su estructura interna

Balza explora y experimenta con las palabras y los enlaces de sus discursos. El estilo se presenta cortado y con abundantes paréntesis explicativos: “Lo inició como una vasta idea para su pieza de teatro (ha cundido ahora entre otros vicios, la creencia de que cualquier novelista escribe mejor teatro) con dos actos tensos e ineludibles”; “algunos empleados del puesto de asistencia (pasó por alto entonces que el cadáver no había sido llevado ...)ofrecieron mostrarle el cuerpo”(p. 31). José Balza utiliza, de la misma manera, interrogaciones que aparentan una reflexión personal dentro de sus relatos. Tabién es posible visualizar “apartes” como si se tratara de obras teatrales.

La mención ambigua de sus diferentes personajes, procura un ludismo con el que debe participar el lector. Curiosamente Balza presenta, con variedad de nombres, a sus entes ficcionales: “el malandrito”, “el limpiabotas”, “el anciano” y “el criollo” corresponden a una misma persona ficticia del relato; lo mismo se podría decir con “el francés gordo”, “Francoise”,”el asesino” o “el viejo Francoise”.

Con este relato dentro de otro relato y así, sucesivamente, el autor de este cuento juega con las Matriuskas o Cajas Chinas. La entrevista del periodista es el pretexto para la elaboración del texto. Es lo que Antonieta Madrid comentaría por boca de Vanessa, la novel escritora que elabora su novela bonsai: “Una novela dentro de otra novela. Novelas de mayor a menor, una dentro de la otra, como las muñecas rusas (...) un cuerpo dentro de otro cuerpo”. El autor relata todos los episodios de diferentes épocas en un presente, el lector cómplice debe cooperar para organizar mentalmente las acciones relatadas por las diferentes voces del cuento.

Una reflexión final

En el cuento “La mujer de espaldas”, como en el resto de la producción narrativa de Balza, no sólo se juega con la anécdota, sino con la presentación de ella misma. El lector va conociendo a los personajes involucrados en esta historia, por la presencia de la ambigüedad, la arbitrariedad y el narcisismo, características postuladas por Carmen Bustillo para la construcción de los personajes ficcionales de la narrativa latinoamericana contemporánea.

Este relato postula un lector capaz de compartir la invitación del juego balsiano: la búsqueda del doble, el intimismo y la subjetividad como centro del relato. Balza ofrece un juego literario, cuyo contenido asume la contraposición ciudad y puerto, ofrece el erotismo y el eterno mito de lo femenino y por último, sentimientos de soledad y existencialismo.