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sábado, 10 de abril de 2010

MARTIN FIERRO DE JOSÉ HERNANDEZ


LITERATURA GAUCHESCA
La literatura gauchesca es un subgénero propio de la literatura latinoamericana que intenta recrear el lenguaje del gaucho y contar su manera de vivir. Se caracteriza principalmente por tener al gaucho como personaje principal, y transcurrir las acciones en espacios abiertos y no urbanizados (como la Pampa argentina). Es importante destacar que, más allá de que este género tiene como eje principal al gaucho, generalmente es usado por escritores de alto nivel socioeconómico. Esta literatura presenta descripciones de la vida campesina y sus costumbres, así como de los personajes sociales de ese entonces: indios, mestizos, negros y gringos, entre otros. Suele haber una exaltación de lo folclórico y cultural, y se emplea como protesta y para realizar una crítica social. En la forma y el lenguaje, se distingue por el empleo abundante de metáforas, neologismos, arcaísmos y términos aborígenes.

Aunque hay casos aislados de literatura gauchesca desde el siglo XVIII, es en el siglo XIX cuando se establece firmemente como un género. Los ejemplos del siglo XIX son fundamentalmente poéticos: los versos políticos de Bartolomé Hidalgo, la poesía en el exilio de Hilario Ascasubi, y la obra de Estanislao del Campo y Antonio Lussich. La poesía gauchesca más famosa es Martín Fierro de José Hernández. La primera parte del poema apareció en 1872 y la segunda (La vuelta de Martín Fierro) en 1879. En el personaje de Martín Fierro, Hernández presentó un gaucho que representaba a todos los gauchos, describiendo su forma de vida, su manera de expresarse y su forma de pensar.

La narrativa gauchesca empieza a desarrollarse hacia finales del siglo XIX. Eduardo Gutiérrez alcanzó especial popularidad con casi una docena de novelas sobre el gaucho, frecuentemente centradas en el gaucho malo, y por lo tanto sus novelas están llenas de peleas sangrientas, violaciones y otros episodios dramáticos. Su novela más famosa es Juan Moreira (1879), basada en una figura legendaria. La popularidad de los cuentos y novelas gauchescas a principios del siglo XX creció de forma considerable al crearse numerosas sociedades cerca de Buenos Aires (y también en Uruguay) cuyos socios eran sobre todo emigrantes que se vestían como gauchos, e imitaban sus costumbres. Al tiempo, se fundaron periódicos que trataban temas gauchos. Narradores gauchescos importantes han sido Benito Lynch (realista), autor de El inglés de los güesos (1924) y de El romance de un gaucho (1936); Leopoldo Lugones, que publicó su obra La guerra gaucha en 1905; y, sobre todo, Ricardo Güiraldes, autor de Don Segundo Sombra (1926), la considerada obra maestra de la literatura gauchesca, cuyo interés por el gaucho está patente desde sus primeros trabajos literarios. En Don Segundo Sombra, Güiraldes presenta un personaje literario que es el retrato ideal y casi mítico del gaucho, con su concepto plenamente asentado de la libertad y del individualismo absoluto.

Un poco de Historia

En argentina durante los siglos XIX y XX convivieron el europeo, el criollo, el negro, el mestizo, el indígena y el inmigrante. Se entendía por europeo, desde la Colonia, al nacido en España principalmente, cuyos derechos políticos y sociales estaban garantizados por el gobierno. Se entendía por criollo a los hijos descendientes de europeos, nacidos en América o en cualquier parte del mundo. En el Río de la Plata se llamaron criollos, por oposición a españoles, los que lucharon por la libertad y la independencia. Luego la denominación se extendió al argentino, en general, y particularmente al hombre de campo. En cuanto a los negros, su ingreso se produjo durante el tráfico de esclavos a fines del siglo XVII. La Asamblea Año XIII abolió la esclavitud, por lo que muchos negros fueron libres, formaron familias y se entregaron en la sociedad. En el siglo XX, el término “negro” se aplicó a los integrantes de un sector de la sociedad económicamente postergado, aludiendo al color oscuro de la piel que tienen los habitantes de varias regiones del país con mezcla indígena. El apodo ”cabecita negra” se adjudicó a los que trabajaron en la industria y en la construcción, durante el gobierno de Perón. Se entendía por mestizo a los nacidos de padres de distintas razas (en especial uno negro y otro blanco).

Los indígenas se fueron mezclando con los europeos, y actualmente quedan pocos. Fueron perseguidos desde la época de la conquista española, fueron despojados de sus tierras en la conquista del desierto, se han reducido numéricamente, pero conservan sus costumbres. El término “inmigrante” reemplaza paulatinamente a “europeo” cuando comienzan a llegar a nuestras tierras familias en busca de trabajo y bienestar. Las primeras oleadas de inmigraciones surgieron en el último cuarto del siglo XIX hasta el siglo XX. Las causas de inmigración son entre otras, las guerras, las crisis económicas y la falta de trabajo. La expresión “hacer la América” se refiere al objetivo de aquellos inmigrantes que querían mejorar su economía para volver a su país, pero la mayoría no volvió, dejando raíces en América.

Las oleadas inmigratorias que desembarcaron en Buenos Aires durante varias décadas fueron modificando el aspecto de la ciudad. Las distintas comunidades se agruparon en barrios (judíos en Once y en Villa Crespo, y genoveses en la Boca, entre otros) y se centraron en actividades especificas (por ejemplo el italiano verdulero). Nacieron los conventillos por el crecimiento de los habitantes, en los cuales convivían criollos e inmigrantes, cuyas familias se mezclaban, naciendo así nuevos argentinos. Las primeras crónicas y poemas de la conquista dan al indígena un protagonismo salvaje frente al español que viene a traer la civilización. El indígena como figura literaria aparece en obras importantes, como por ejemplo “La auracana” de Alonso de Ercilla. El romanticismo rescata la figura del aborigen como polo apuesto al hombre civilizado (por ejemplo en “La Cautiva” de Esteban Echeverría).

Muchos autores estudian la figura del aborigen, sus costumbres y tradiciones, sin entrar en aspectos comparativos con los blancos, particularmente con el gaucho, a quien se lo presenta como la oposición natural del indígena. En “Martín Fierro” de José Hernández, se pone de manifiesto, con nítidos perfiles, dicha oposición. Al gaucho se lo pinta a veces como haragán, es hábil en el canto, en la danza, en el cuchillo y en ciertas tareas manuales. Se lo muestra errante, sin rumbo fijo, pero no pocas veces tiene mujer e hijos a los que mantiene y educa. Sarmiento, en el “Facundo” describe varias clases de gauchos: el rastreador, que según la obra son todos los del interior; el banqueano, que es un gaucho grave y reservado, que conoce las llanuras, bosques y montañas; el malo, que es vándalo y que no cumple con la ley; y el cantor, que no tiene residencia fija, que siempre está cantando acompañado de su guitarra.

Dentro de las culturas, generalmente aparecen mitos. Para definir este término dentro del campo social y cultural se debe distinguir entre los mitos de creación, los mitos ideológicos y religiosos, y los mitos heroicos. La aparición del hombre a partir de la tierra es un mito de creación; las andanzas de los dioses y los héroes mezclados con los hombres son mitos religiosos, las narraciones sobre la eterna degradación de las condiciones de vida en la tierra y la posibilidad de volver a los tiempos felices del hombre constituye un mito ideológico, la transformación de un personaje real en un ser sobrehumano es un mito heroico. El mito se inventa para sobrellevar la vida y se convierte en camino para figurar en la historia.

El Martín Fierro, que tiene como protagonista al gaucho, es típicamente lo más nacional que tiene Argentina. El gaucho tuvo como vivienda “el campo”, vivía en tierras prestadas o fiscales, dedicándose a la cría de pequeños rebaños y a la jineteada. Participó del proceso de independencia nacional, integrando milicias contra las invasiones inglesas, defendiendo en 1810 al primer gobierno nacional, y también defendiendo la frontera norte en 1816. Los gauchos actuaron como la base social del modelo federal, y los caudillos defendieron sus libertades. Rosas y su gente incorporaron al guacho en la lucha contra los unitarios y también contra sus adversarios internos y externos. En 1853 se marginó al guacho, ya que se introdujeron nuevos métodos de trabajo rural, el ingreso de inmigrantes especializados, el alambrado que delimitaba las grandes propiedades, y se consideró importante la incorporación de nuevas áreas para cultivo y cría de animales. Como consecuencia se organizó la conquista del desierto, guerra en la cual participó el guacho, en la lucha contra el indio. Muchos murieron, otros perdieron sus tierras y en general terminaron en la pobreza absoluta. Las tierras obtenidas aumentaron las propiedades de los latifundistas.

En 1850 los pequeños propietarios trabajaban como peones y dependientes, ya que sus bienes habían sido confiscados. Por esto, los habitantes pobres trabajaron como mano de obra en las estancias durante los meses de actividad, pero sufrieron la miseria durante los meses de inactividad. Esto tuvo apoyo en la Ley de Vagos, que sancionaba con la reclusión para defender la frontera en la lucha contra el indio, a los que no pudieran acreditar legalmente su trabajo como dependientes o que hayan estado “vagueando” en fiestas. Los intelectuales estaban en desacuerdo con la manera de pensar y expresarse que se daba en el mundo de la “barbarie”. La oposición creada por Sarmiento para explicar la situación sociopolítica y cultural del país era una realidad compleja, ya que los intelectuales hicieron circular entre “las letras” las voces “iletradas”. La poesía gauchesca es la absorción del estilo y de los temas de la poesía oral de los gauchos, cuya lengua se modificó con fines estéticos, resultando una lengua literaria o artificial.

La poesía gaucha se expresó en forma anónima y se cantaba acompañando con la guitarra. Permaneció unida a los temas de la tradición española, a los que agregaron otros originales, relacionados con el ámbito rural. La primera obra conocida de la literatura oral gauchesca es “El amor de la estanciera”, de autor anónimo, estrenada en Buenos Aires en 1790. En esta, se valora al gaucho, se reproduce el habla regional y las tareas que este realiza en el ámbito rural. Tradicionalmente, se propuso una descripción de la gauchesca en la que el Martín Fierro es la culminación más perfecta de las posibilidades de este género. Así, se dan tres momentos:

1. Los orígenes, hasta 1830. Su representante más importante es Bartolomé Hidalgo con sus “Cielitos” (que tenía temas sobre el proceso independista), y “Diálogos patrióticos”, que reproduce un diálogo moralizante entre dos guachos;

2. El desarrollo, a partir de 1830, expresado por la poesía de Hilario Ascasubi y Estanislao del Campo;

3. La culminación: José Hernández, con “El gaucho Martín Fierro”. De acuerdo con el esquema, las obras posteriores marcarían la etapa de finalización del género.
JOSÉ HERNÁNDEZ


José Hernández, nacido en Perdriel, San Martín, 1834 y muerto en Buenos Aires en 1886, fue el poeta argentino, autor de Martín Fierro, obra cumbre de la literatura gauchesca y destacado clásico de la literatura argentina. De pequeño estuvo al cuidado de tíos y abuelos mientras sus padres trabajaban en el campo. Estudió en el Liceo Argentino de San Telmo, pero una enfermedad del pecho le hizo abandonar Buenos Aires y reunirse con su padre en un campo de Camarones; para entonces la madre había muerto. Allí el joven Hernández permaneció unos años, impregnándose del mundo rural. Regresó a Buenos Aires, tras la batalla de Caseros (1852), y se vio involucrado en las luchas políticas que dividieron al país después de la caída de Juan Manuel de Rosas. De convicciones federales, se unió al gobierno de la Confederación, enfrentado con Buenos Aires. Para 1856 algunas fuentes lo sitúan en Paraná; otras atrasan esa residencia hasta 1858, pero lo cierto es que Hernández trabajó en dicha ciudad como empleado de comercio y que participó activamente en la batalla de Cepeda (1859) junto a Justo José de Urquiza.

Después se retiró del ejército, obtuvo el cargo de oficial de contaduría y pasó a desempeñarse como taquígrafo del Senado. Volvió a luchar con las tropas confederadas que sufrieron la derrota de Pavón (1861). Se dedicó entonces al periodismo colaborando en El Argentino, escribió en el Eco de Corrientes y fundó más tarde, en Buenos Aires, El Río de la Plata, diario de vida efímera donde denunciaba la situación de los habitantes de la campaña. El 8 de junio de 1863 se casó con Carolina del Solar; ese mismo año fue asesinado el caudillo riojano que le inspiró la serie de artículos recopilados con el título de Vida del Chacho. Rasgos biográficos del general Angel Vicente Peñaloza. En ese texto, primer enfrentamiento con Domingo Faustino Sarmiento, muestra su calidad como cronista y su notable capacidad para la polémica.

La suerte de Hernández siguió los cauces de los avatares políticos. Obligado al exilio, en el sur de Brasil escribió los primeros versos de El gaucho Martín Fierro (1872), que completó y publicó a su regreso a Buenos Aires. Después de un nuevo exilio en Uruguay, retornó definitivamente a Argentina en 1875 y resultó elegido diputado por la capital en 1879, año en que publicó La vuelta de Martín Fierro. En 1882 dio a conocer Instrucción del estanciero. Tratado completo para la plantación y manejo de campo destinado a la cría de hacienda vacuna, lanar y caballar, libro que, pese a lo específico del título, tiene un marcado cariz político. Murió en su quinta del barrio de Belgrano, el 21 de octubre de 1886.

MARTÍN FIERRO

No hay duda de que la vida de Hernández tuvo un papel fundamental en la configuración de su obra maestra. Criado en el campo, con los gauchos, en plena lucha con la tierra y con los peligros que significaban los indios y los maleantes, su formación cultural fue autodidacta. Pero eso mismo dio carácter al hombre y a su vida, y cuando la Argentina formada en la colonia gana con su esfuerzo y su sangre la independencia, y en la nueva organización el gaucho queda en condiciones de inferioridad, llamado a desaparecer ante el empuje del criollismo más civilizado, el poeta empuña su lira en defensa de su pueblo, con el que se identifica, aunque él es criollo, y compone en las estrofas de las dos partes de su Martín Fierro el poema nacional argentino, la gesta de un país que se desarrolla y transforma, y de una raza que declina y va camino de su extinción: tal es el alcance significativo de esta dramática historia de un gaucho despojado y perseguido por la arbitrariedad del poder político y jurídico de las ciudades. Cuando Hernández escribió el Martín Fierro, la poesía gauchesca ya estaba consolidada como género literario. La definían un conjunto de fórmulas, tópicos y temas: el predominio de la forma del "diálogo", que reunía en sí una buena cantidad de rasgos gauchescos, tales como el ritual del encuentro, las fórmulas de salutación, las alusiones a los aparejos del caballo, el ofrecimiento de mate, tabaco y bebida o las quejas sobre la situación política o la personal.

Estas quejas, a su vez, servían como punto de partida del relato desarrollado por cada uno de los personajes, construido siempre sobre motivos políticos, o bien sobre asuntos personales que tenían como trasfondo una determinada circunstancia política. Ésta es otra de las señales que contribuyen a definir lo gauchesco, ya que la elección de los personajes, los temas y el lenguaje rústico estuvo casi siempre ligada a opciones que desbordaban lo literario y remitían a lo político. Todas estas características aparecen ya en los "Diálogos patrióticos" de Hidalgo, en la poesía antirrosista primero y antiurquicista después de Hilario Ascasubi y (desprovisto de todo alcance político o militante, pero como una brillante síntesis formal de sus predecesores) en el Fausto de Estanislao del Campo. Pero el Martín Fierro, evidente beneficiario de la tradición de la poesía gauchesca, rompe sin embargo los moldes del género. El tradicional encuentro y el subsiguiente diálogo son reemplazados por un monólogo que modifica de manera radical las figuras del emisor y receptor del poema, y que reproduce la situación del antiguo gaucho cantor que, ante un auditorio de oyentes analfabetos, cuenta acompañándose con su guitarra las desgracias propias o ajenas. El protagonista empieza por presentarse y narrar sus relaciones con el medio, su familia y las tareas que realiza.

El Martín Fierro se inscribe en la tradición gauchesca, pero si se lo propone como culminación de un desarrollo “natural” de esa literatura puede implicar considerar al guacho con un desarrollo del mismo tipo (nacer, vivir, morir...). Pero no se debe olvidar que la realidad política y social del guacho fue la responsable de su desaparición. La obra de Hernández se aparta de las formas tradicionales que adquirió la literatura con gauchos porque origina una nueva conciencia rural, interesada en la denuncia de la condición social del gaucho, diferente a la anterior, que tenía una concepción urbana. En oposición a la de sus antecesores, esta obra es representativa del saber y la experiencia del campo, y se presenta elaborada literariamente con la creación de un nuevo lenguaje. El Martín Fierro propone otro viraje importante: la elección ideológica de presentar al guacho como sujeto del relato y no como su objeto.

Partes de la obra

La obra de José Hernández se publicó en dos partes. La primera (La Ida) apareció en 1872, en forma de folleto barato, junto con otros escritos periodísticos y políticos. Es un poema extenso dividido en cantos, y en el prologo, Hernández expone sus objetivos, que se refieren a querer presentar al gaucho que tenía una mala condición social. En esta parte Fierro evoca la vida feliz de los habitantes de la campaña y su ambiente familiar, hasta el reclutamiento obligatorio hacia la frontera. Narra los ataques que sufre por parte del malón en el fortín. Luego de tres años, huye y al regresar, su hogar ya no le pertenecía (se lo habían robado), por lo que se hace un “gaucho matrero”. Mata a dos personas, la justicia lo persigue, y se hace amigo de un comisario (Cruz). Estos dos deciden huir de la civilización y refugiarse en el desierto entre los indios.

La segunda parte (La Vuelta) se publicó en 1879, y en el prologo añade otros objetivos a los que ya había formulado, relacionados con el deseo de integrar al gaucho a la a vida institucional de la nación. Esta segunda parte está compuesta por treinta y tres cantos, y narra el sufrimiento de Cruz y Fierro entre los indios, la muerte de Cruz, el encuentro de Fierro con la cautiva y la lucha con el indio que la castigaba; su regreso a la civilización, el encuentro con sus hijos y los relatos de estos. Se destacan el relato del hijo de Cruz; el encuentro de Fierro con el hermano del moreno; los consejos de Fierro a sus hijos y al de Cruz, y la separación de los cuatro personajes. La segunda parte muestra una diferencia sustancial en cuanto al carácter militante de la primera. La Ida propone una denuncia de las consecuencias que el proyecto civilizador de Sarmiento tuvo para con el gaucho. A diferencia de esta, en La Vuelta hay ciertos propósitos destinados a “educar” al gaucho para integrarlo a la sociedad.

El lenguaje

En el poema se utiliza la sextina (estrofa de seis versos de arte menor) y los versos son octosílabos, reforzando su carácter popular. Esta originalidad se refiere a las posibilidades que ésta ofrece para reproducir el habla gaucha, con falta de enlaces lógicos y su desconocimiento de las reglas gramaticales. Esta obra construye un nuevo género, producto de la reelaboración literaria del saber y de la experiencia rural. La lengua de este género expresa una conciencia distinta, y sus rasgos se manifiestan por las peculiaridades fonéticas, los arcaísmos y los americanismos que contiene. En el plano del significado, propone una utilización de la metáfora y de otras posibilidades connotativas del lenguaje. En el Martín Fierro se propone un programa para la cuestión del guacho que Hernández realiza junto con su obra periodística y política. En sus artículos establece un diagnostico que determinará un proyecto social para modernizar la pampa con los elementos de la cultura rural. Hernández considera una desigualdad en la aplicación de la ley, ya que el guacho sufre las arbitrariedades del poder más que nadie.



EL GAUCHO MARTÍN FIERRO
(FRAGMENTOS)

I

1

Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela,
Que el hombre que lo desvela
Una pena extraordinaria
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.

2

Pido a los Santos del Cielo
Que ayuden mi pensamiento;
Les pido en este momento
Que voy a cantar mi historia
Me refresquen la memoria
Y aclaren mi entendimiento.

3

Vengan Santos milagrosos,
Vengan todos en mi ayuda,
Que la lengua se me añuda
Y se me turba la vista;
Pido a Dios que me asista
En una ocasión tan ruda.

4

Yo he visto muchos cantores,
Con famas bien obtenidas,
Y que después de adquiridas
No las quieren sustentar:
Parece que sin largar
Se cansaron en partidas.

5

Mas ande otro criollo pasa
Martín Fierro ha de pasar,
Nada la hace recular
Ni las fantasmas lo espantan;
Y dende que todos cantan
Yo también quiero cantar.

6

Cantando me he de morir
Cantando me han de enterrar,
Y cantando he de llegar
Al pie del eterno padre:
Dende el vientre de mi madre
Vine a este mundo a cantar.

7

Que no se trabe mi lengua
Ni me falte la palabra:
El cantar mi gloria labra
Y poniéndome a cantar,
Cantando me han de encontrar
Aunque la tierra se abra.

8

Me siento en el plan de un bajo
A cantar un argumento:
Como si soplara el viento
Hago tiritar los pastos;
Con oros, copas y bastos
Juega allí mi pensamiento.

9

Yo no soy cantor letrao,
Mas si me pongo a cantar
No tengo cuándo acabar
Y me envejezco cantando:
Las coplas me van brotando
Como agua de manantial.

10

Con la guitarra en la mano
Ni las moscas se me arriman,
Naides me pone el pie encima,
Y cuando el pecho se entona,
Hago gemir a la prima
Y llorar a la bordona.

11

Yo soy toro en mi rodeo
Y torazo en rodeo ajeno;
Siempre me tuve por güeno
Y si me quieren probar,
Salgan otros a cantar
Y veremos quién es menos

12

No me hago al lao de la güeya
Aunque vengan degollando,
Con los blandos yo soy blando
Y soy duro con los duros,
Y ninguno en un apuro
Me ha visto andar titubeando.

13

En el peligro, !qué Cristos!
El corazón se me enancha,
Pues toda la tierra es cancha,
Y de eso naides se asombre:
El que se tiene por hombre
Ande quiere hace pata ancha.

14

Soy gaucho, y entiendaló
Como mi lengua lo explica:
Para mi la tierra es chica
Y pudiera ser mayor;
Ni la víbora me pica
Ni quema mi frente el sol.

15

Nací como nace el peje
En el fondo de la mar;
Naides me puede quitar
Aquello que Dios me dio
Lo que al mundo truje yo
Del mundo lo he de llevar.

16

Mi gloria es vivir tan libre
Como el pájaro del cielo:
No hago nido en este suelo
Ande hay tanto que sufrir,
Y naides me ha de seguir
Cuando yo remuento el vuelo.

17

Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama,
Yo hago en el trébol mi cama,
Y me cubren las estrellas.

18

Y sepan cuantos escuchan
De mis penas el relato,
Que nunca peleo ni mato
Sino por necesidá,
Y que a tanta alversidá
Sólo me arrojó el mal trato

19

Y atiendan la relación
Que hace un gaucho perseguido,
Que padre y marido ha sido
Empeñoso y diligente,
Y sin embargo la gente
Lo tiene por un bandido.

(…)

118


Aunque es justo que quien vende
Algún poquitito muerda,
Tiraba tanto la cuerda
Que, con sus cuatro limetas
Él cargaba las carretas
De plumas, cueros y cerda.

119

Nos tenía apuntaos a todos
Con más cuentas que un rosario,
Cuando se anunció un salario
Que iban a dar, o un socorro;
Pero sabe Dios qué zorro
Se lo comió al Comisario;

120

Pues nunca lo vi llegar,
Y al cabo de muchos días
En la mesma pulpería
Dieron una güena cuenta,
Que la gente muy contenta
De tan pobre recibía.

121

Sacaron unos sus prendas,
Que las tenían empeñadas;
Por sus deudas atrasadas
Dieron otros el dinero;
Al fin de fiesta el pulpero
Se quedó con la mascada.

122

Yo me arrescosté a un horcón
Dando tiempo a que pagaran,
Y poniendo güena cara
Estuve haciéndome el poyo,
A esperar que me llamaran
Para recibir mi boyo

123

Pero ahí me pude quedar
Pegao pa siempre al horcón,
Ya era casi la oración
Y ninguno me llamaba;
La cosa se me ñublaba
Y me dentró comezón.

124

Pa sacarme el entripao
Vi al Mayor, y lo fui a hablar;
Yo me lo empecé a atracar,
Y como con poca gana
Le dije:--Tal vez mañana
Acabarán de pagar.-

125

-!Que mañana ni otro día!-,
Al punto me contestó:
-La paga ya se acabó;
¡Siempre has de ser animal!-
Me rai y le dije:-Yo...
No he recebido ni un rial.-

126

Se le pusieron los ojos
Que se le querían salir,
Y ahí no más volvió a decir
Comiéndome con la vista:
-Y que querés recibir
Si no has dentrao en la lista?-

127

-Esto sí que es amolar-,
Dije yo pa mis adentros;
-Van dos años que me encuentro
Y hasta aura he visto ni un grullo;
Dentro en todos los barullos
Pero en las listas no dentro.-

128

Vide el pleito mal parao
Y no quise aguardar más...
Es güeno vivir en paz
Con quien nos ha de mandar;
Y reculando pa atrás
Me le empecé a retirar.

129

Supo todo el Comendante
Y me llamó al otro día,
Diciéndome que quería
Aviriguar bien las cosas...
Que no era el tiempo de Rosas,
Que aura a naides se debía.

130

Llamó al cabo y al sargento
Y empezó la indagación:
Si había venido al cantón
En tal tiempo o en tal otro...
Y si había venido en potro,
En reyuno o redomón.

131

Y todo era alborotar
Al ñudo, y hacer papel;
Conocí que era pastel
Pa engordar con mi guayaca;
Más si voy al Coronel
Me hacen bramar en la estaca.

132

!Ah, hijos de una...! !la codicia
Ojalá les ruempa el saco!
Ni un pedazo de tabaco
Le dan al pobre soldao,
Y lo tienen, de delgao,
Más ligero que un guanaco.

133

Pero qué iba a hacerles yo,
Charabón en el desierto;
Más bien me daba por muerto
Pa no verme más fundido:
Y me les hacía el dormido
Aunque soy medio despierto.

V


134

Yo andaba desesperao,
Aguardando una ocasión
Que los indios un malón
Nos dieran, y entre el estrago
Hacérmeles cimarrón
Y volverme pa mi pago.

135

Aquello no era servicio
Ni defender la frontera;
Aquello era ratonera
En que sólo gana el juerte:
Era jugar a la suerte
Con una taba culera.

136

Allí tuito va al revés;
Los milicos son los piones,
Y andan en las poblaciones
Emprestaos pa trabajar;
Los rejuntan pa peliar
Cundo entran indios ladrones.

137

Yo he visto en esa milonga
Muchos Jefes con estancia,
Y piones en abundancia,
Y majadas y rodeos;
He visto negocios feos
A pesar de mi inorancia.

138

Y colijo que no quieren
La barunda componer;
Para eso no ha de tener,
El Jefe que esté de estable,
Mas que su poncho y su sable,
Su caballo y su deber.

139

Ansina, pues, conociendo
Que aquel mal no tiene cura,
Que tal vez mi sepoltura
Si me quedo iba a encontrar,
Pensé mandarme mudar
Como cosa más sigura.

140

Y pa mejor, una noche
¡Que estaquiada me pegaron!
Casi me descoyuntaron
Por motivo de una gresca:
¡Ahijuna, si me estiraron
Lo mesmo que guasca fresca!

141

Jamás me puedo olvidar
Lo que esa vez me pasó;
Dentrando una noche yo
Al fortín, un enganchao,
Que estaba medio mamao,
Allí me desconoció.

142

Era un gringo tan bozal,
Que nada se le entendía,
!quién sabe de ande sería!
Tal vez no juera cristiano,
Pues lo único que decía
Es que era pa-po-litano.

143

Estaba de centinela
Y por causa del peludo
Verme más claro no pudo,
Y esa jué la culpa toda:
El bruto se asustó al ñudo
Y fuí el pavo de la boda.

144

Cuando me vido acercar:
-Quién vivore...?- preguntó;
-Que viboras?-, dije yo.
-¡Ha garto!-, me pegó el grito,
Y yo dije despacito:
-!Más lagarto serás vos!-

145

Ahi no más, ¡Cristo me valga!,
Rastrillar el jusil siento:
Me agaché, y en el momento
El bruto me largó un chumbo;
Mamao, me tiró sin rumbo,
Que si no, no cuento el cuento.

(...)

VI


156

Vamos dentrando recién
A la parte mas sentida,
Aunque es todita mi vida
De males una cadena:
A cada alma dolorida
Le gusta cantar sus penas.

157

Se empezó en aquel entonces
A rejuntar caballada,
Y riunir la milicada
Teniéndola en el cantón,
Par una despedición
A sorprender a la indiada.

158

Nos anunciaban que iríamos
Sin carretas ni bagajes
A golpiar a los salvajes
En sus mesmas tolderías;
Que a la güelta pagarían
Licenciándolo al gauchaje;

159

Que en esta despedición
Tuviéramos la esperanza;
Que iba a venir sin tardanza,
Según el Jefe contó,
Un menistro o que se yo...
que le llamaban don Ganza;

160

Que iba a riunir el ejército
Y tuitos los batallones,
Y que traiba unos cañones
Con más rayas que un cotín;
¡Pucha!... Las conversaciones
Por allá no tenían fin.

161

Pero esas trampas no enriedan
A los zorros de mi laya;
Que esa Ganza venga o vaya,
Poco le importa a un matrero.
Yo también deje las rayas...
En los libros del pulpero.

162

Nunca juí gaucho dormido;
Siempre pronto, siempre listo,
Yo soy un hombre, !que Cristo!,
Que nada me ha acobardao,
Y siempre salí parao
En los trances que me he visto.

163

Dende chiquito gané
La vida con mi trabajo,
Y aunque siempre estuve abajo
Y no sé lo que es subir
Tambien el mucho sufrir
Suele cansarnos, ¡barajo!

164

En medio de mi inorancia
Conozco que nada valgo:
Soy la liebre o soy el galgo
Asigún los tiempos andan;
Pero también los que mandan
Debieran cuidarnos algo.

165

Una noche que riunidos
Estaban en la carpeta
Empinando una limeta
El Jefe y el Juez de Paz,
Yo no quise aguardar más,
Y me hice humo en un sotreta.

166

Me parece el campo orégano
Dende que libre me veo;
Donde me lleva el deseo
Allí mis pasos dirijo,
Y hasta en las sombras de fijo
Que donde quiera rumbeo.

167

Entro y salgo del peligro
Sin que me espante el estrago,
No aflojo al primer amago
Ni jamás fuí gaucho lerdo:
Soy pa rumbiar como el cerdo,
Y pronto caí a mi pago.

168

Volvía al cabo de tres años
De tanto sufrir al ñudo
Resertor, pobre y desnudo,
A procurar suerte nueva;
Y lo mesmo que el peludo
Enderecé pa mi cueva.

169

No hallé ni rastro del rancho:
¡Sólo estaba la tapera!
¡Por Cristo si aquello era
Pa enlutar el corazón!
¡Yo juré en esa ocasión
Ser más malo que una fiera!

170

¡Quien no sentirá lo mesmo
Cuando ansí padece tanto!
Puedo asigurar que el llanto
Como una mujer largué:
¡Ay, mi Dios: si me quedé
más triste que Jueves Santo!

171

Sólo se oiban los aullidos
De un gato que se salvó;
El pobre se guareció
Cerca, en una vizcachera:
Venía como si supiera
Que estaba de güelta yo.

172

Al dirme dejé la hacienda
Que era todito mi haber;
Pronto debíamos volver,
Sigún el Juez prometía,
Y hasta entonces cuidaría
De los bienes, la mujer.

(...)

173

Después me contó un vecino
que el campo se lo pidieron;
La hacienda se la vendieron
Pa pagar arrendamientos,
Y que sé yo cuántos cuentos;
Pero todo lo fundieron,

174

Los pobrecitos muchachos,
Entre tantas afliciones,
se conchabaron de piones;
¡Más que iban a trabajar,
Si eran como los pichones
sin acabar de emplumar!

175

Por ahi andarán sufriendo
De nuestra suerte el rigor:
Me han contao que el mayor
Nunca dejaba a su hermano;
Puede ser que algún cristiano
Los recoja por favor.

176

¡Y la pobre mi mujer,
Dios sabe cuánto sufrió!
Me dicen que se voló
Con no sé qué gavilán:
Sin duda a buscar el pan
Que no podía darle yo.

177

No es raro que a uno le falte
Lo que a algún otro le sobre
Si no le quedó ni un cobre
Sino de hijos un enjambre.
Qué más iba a hacer la pobre
Para no morirse de hambre?


178
¡Tal vez no te vuelva a ver,
Prienda de mi corazón!
Dios te de su proteción
Ya que no me la dio a mí,
Y a mis hijos dende aquí
Les hecho mi bendición.

179

Como hijitos de la cuna
Andarán por ahí sin madre;
Ya se quedaron sin padre,
Y ansí la suerte los deja
Sin naides que los proteja
Y sin perro que les ladre.

180

Los pobrecitos tal vez
No tengan ande abrigarse,
Ni ramada ande ganarse,
Ni rincón ande meterse,
Ni camisa qué ponerse,
Ni poncho con qué taparse.

181

Tal vez los verán sufrir
Sin tenerles compasión;
Puede que alguna ocasión,
Aunque los vean tiritando,
Los echen de algún jogón
Pa que no estén estorbando.

182

Y al verse ansina espantaos
Como se espanta a los perros,
Irán los hijos de Fierro,
Con la cola entre las piernas,
A buscar almas mas tiernas
O esconderse en algún cerro.

183

Mas también en este juego
Voy a pedir mi bolada;
A naides le debo nada,
Ni pido cuartel ni doy:
Y ninguno dende hoy
Ha de llevarme en la armada.

184

Yo he sido manso primero,
Y seré gaucho matrero;
En mi triste circunstancia,
Aunque es mi mal tan projundo,
Nací y me he criado en estancia.
Pero ya conozco el mundo.

185

Ya les conozco sus mañas,
Le conozco sus cucañas;
Sé como hacen la partida,
La enriedan y la manejan;
Deshaceré la madeja
Aunque me cueste la vida.

186

Y aguante el que no se anime
A meterse en tanto engorro
O si no aprétese el gorro
Y para otra tierra emigre;
Pero yo ando como el tigre
Que le roban los cachorros.

187

Aunque muchos creen que el gaucho
Tiene alma de reyuno,
No se encontrará a ninguno
Que no le dueblen las penas;
Mas no debe aflojar uno
Mientras hay sangre en las venas.

VII


188

De carta de más me vía
Sin saber a donde dirme;
Mas dijeron que era vago
Y entraron a perseguirme.

189

Nunca se achican los males,
Van poco a poco creciendo,
Y ansina me vide pronto
Obligado a andar juyendo.

190

No tenía mujer ni rancho
Y a más, era resertor;
No tenía una prenda güena
Ni un peso en el tirador

191

A mis hijos infelices
Pensé volverlos a hallar,
Y andaba de un lao al otro
Sin tener ni qué pitar.

192

Supe una vez por desgracia
Que había un baile por allí,
Y medio desesperao
A ver la milonga fuí.

193

Riunidos al pericón
Tantos amigos hallé,
Que alegre de verme entre ellos
Esa noche me apedé.

194

Como nunca, en la ocasión
Por peliar me dio la tranca.
Y la emprendí con un negro
Que trujo una negra en ancas.

195

Al ver llegar la morena,
Que no hacía caso de naides,
Le dije con la mamúa:
-Va...ca...yendo gente al baile.-

196

La negra entendió la cosa
Y no tardó en contestarme,
Mirándome como a un perro:
-Mas vaca será su madre._

197

Y dentró al baile muy tiesa
Con más cola que una zorra,
Haciendo blanquiar los dientes
Lo mesmo que mazamorra.

198

-!Negra linda!-... dije yo.
-Me gusta... pa la carona-;
Y me puse a champurriar
Esta coplita fregona:

199

-A los blancos hizo Dios,
A los mulatos San Pedro,
A los negros hizo el diablo
Para tizón del infierno.-

200

Había estao juntando rabia
El moreno dende ajuera;
En lo escuro le brillaban
Los ojos como linterna.

201

Lo conocí retobao,
Me acerqué y le dije presto:
-Po...r...rudo que un hombre sea
Nunca se enoja por esto.-

202

Corcovió el de los tamangos
Y creyéndose muy fijo:
-!Mas porrudo serás vos,
Gaucho rotoso!-, me dijo.

203

Y ya se me vino al humo
Como a buscarme la hebra,
Y un golpe le acomodé
Con el porrón de ginebra.

204

Ahi nomás pegó el de hollín
Más gruñidos que un chanchito,
Y pelando el envenao
Me atropelló dando gritos.

205

Pegué un brinco y abrí cancha
Diciéndoles: -Caballeros,
Dejen venir ese toro.
Solo nací... solo muero.-

206

El negro, después del golpe,
Se había el poncho refalao
Y dijo: -Vas a saber
Si es solo o acompañado.

207

Y mientras se arremangó,
Yo me saqué las espuelas,
Pues malicié que aquel tío
No era de arriar con las riendas.

208

No hay cosa como el peligro
Pa refrescar un mamao;
Hasta la vista se aclara
Por mucho que haiga chupao.

209

El negro me atropelló
Como a quererme comer;
Me hizo dos tiros seguidos
Y los dos le abarajé.

210

Yo tenía un facón con S,
Que era de lima de acero;
Le hice un tiro, lo quitó
Y vino ciego el moreno;

211

Y en el medio de las aspas
Un planazo le asenté,
Que lo largue culebriando
Lo mesmo que buscapié.

212

Le coloriaron las motas
Con la sangre de la herida,
Y volvió a venir jurioso
Como una tigra parida.

213

Y ya me hizo relumbrar
Por los ojos el chchillo,
Alcanzando con la punta
A cortarme en un carrillo.

214

Me hirvió la sangre en las venas
Y me le afirmé al moreno,
Dándole de punta y hacha
Pa dejar un diablo menos.

215

Por fin en una topada
En el cuchillo lo alcé,
Y como un saco de güesos
Contra un cerco lo largué.

216

Tiró unas cuantas patadas
Y ya cantó pal carnero:
Nunca me puedo olvidar
De la agonía de aquel negro.

217

En esto la negra vino
Con los ojos como ají
Y empezó la pobre allí
A bramar como una loba.
Yo quise darle una soba
A ver si la hacía callar,
Mas pude reflesionar
Que era malo en aquel punto,
Y por respeto al dijunto
No la quise castigar.

218

Limpié el facón en los pastos,
Desate mi redomón,
Monté despacio y salí
Al tranco pa el cañadón.

219

Después supe que al finao
Ni siquiera lo velaron,
Y retobao en un cuero,
Sin rezarle lo enterraron.

220

Y dicen que dende entonces,
Cuando es la noche serena
Suele verse una luz mala
Como de alma que anda en pena.

221

Yo tengo intención a veces,
para que no pene tanto,
De sacar de allí los güesos
Y echarlos al camposanto.

VIII


222

Otra vez en un boliche
estaba haciendo la tarde;
Cayó un gaucho que hacia alarde
De guapo y peliador;
A la llegada metió
El pingo hasta la ramada,
Y yo sin decirle nada
Me quedé en el mostrador.


223

Era un terne de aquel pago
Que naides lo reprendía,
que sus enriedos tenía
Con el señor comendante;
Y como era protegido,
Andaba muy entonao,
Y a cualquier desgraciao
Lo llevaba por delante.

224

¡Ah pobre! si el mismo creiba
Que la vida le sobraba;
Ninguno diría que andaba
Aguaitándolo la muerte.
Pero ansí pasa en el mundo,
Es ansí la triste vida:
Pa todos está escondida
La güena o la mala suerte.

225

Se tiró al suelo; al dentrar
Le dio un empellón a un vasco,
Y me alargó un medio frasco
Diciendo: -Beba cuñao.-
-Por su hermana-, contesté.
-Que por la mía no hay cuidao.-

226

-!Ah, gaucho!, me respondió;
-De que pago será crioyo?
Lo andará buscando el hoyo?
deberá tener güen cuero?
Pero ande bala este toro
No bala ningún ternero.-

227

Y ya salimos trenzaos
Porque el hombre no era lerdo,
Mas como el tino no pierdo,
Y soy medio ligerón,
Le dejé mostrando el sebo
De un revés con el facón.

228

Y como con la justicia
No andaba bien por allí,
Cuanto pataliar lo ví,
Y el pulpero pegó el grito,
Ya pa el palenque salí
Como haciéndome chiquito.

229

Monté y me encomendé a Dios,
Rumbiando para otro pago,
Que el gaucho que llaman vago
No puede tener querencia,
Y ansí de estrago en estrago
Vive llorando la ausencia.

230

El andaba siempre juyendo,
Siempre pobre y perseguido,
No tiene cueva ni nido
Como si juera maldito;
Porque el ser gaucho... !barajo!,
El ser gaucho es un delito.

231

Es como el patrio de posta;
Lo larga este, aquel lo toma,
Nunca se acaba la broma;
dende chico se parece
Al arbolito que crece
Desamparao en la loma.

232

Le echan la agua del bautismo
Aquel que nació en la selva;
-Busca madre que te envuelva-,
Le dice el flaire y lo larga.
Y dentra a cruzar el mundo
Como burro con la carga.

233

Y se cría viviendo al viento
Como oveja sin trasquila;
Mientras su padre en las filas
Anda sirviendo al gobierno,
Aunque tirite en invierno,
Naides lo ampara ni asila.


234

Le llaman -gaucho mamao-
Si lo pillan divertido,
Y que es mal entretenido
Si en un baile lo sorprienden;
Hace mal si se defiende
Y si nó, se ve... fundido.

235

No tiene hijos ni mujer,
Ni amigos ni protetores,
Pues todos son sus señores
Sin que ninguno lo ampare:
Tiene la suerte del güey,
Y donde irá el güey que no are?

236

Su casa es el pajonal,
Su guarida es el desierto;
Y si de hambre medio muerto
Le echa el lazo a algún mamóm,
Lo persiguen como a plaito,
Porque es un gaucho ladrón.

237

Y si de un golpe por ahí
Lo dan güelta panza arriba,
No hay un alma compasiva
Que le rece una oración;
Tal vez como cimarrón
En una cueva lo tiran.

238

El nada gana en la paz
Y es el primero en la guerra;
No le perdonan si yerra,
Que no saben perdonar,
Porque el gaucho en esta tierra
Sólo sirve pa votar.

239

Para él son los calabozos,
Para él las duras prisiones,
En su boca no hay razones
Aunque la razón le sobre;
Que son campanas de palo
Las razones de los pobres.

240

Si uno aguanta, es gaucho bruto;
Si no aguanta es gaucho malo.
¡Dele azote, dele palo,
Porque es lo que el necesita!
De todo el que nació gaucho
Esta es la suerte maldita.

241

Vamos suerte, vamos juntos
Dende que juntos nacimos;
Y ya que juntos vivimos
Sin podernos dividir...
Yo abriré con mi cuchillo
El camino pa seguir.

IX


242

Matreriando lo pasaba
Ya a las casas no venía;
Solía arrimarme de día,
Mas, lo mesmos que el carancho,
Siempre estaba sobre el rancho
Espiando a la polecía.

243

Viva el gaucho que ande mal,
Como zorro perseguido,
Hasta que al menor descuido
Se lo atarasquen los perros,
Pues nunca le falta un yerro
Al hombre mas alvertido.


244

Y en esa hora de la tarde
En que tuito se adormece,
Que el mundo dentrar parece
A vivir en pura calma,
Con las tristezas del alma
Al pajonal enderiece.

245

Bala el tierno corderito
Al lao de la blanca oveja,
Y a la vaca que se aleja
Llama el ternero amarrao;
Pero el gaucho desgraciao
No tiene a quien dar su oveja.

246
Ansí es que al venir la noche
Iba a buscar mi guarida,
Pues ande el tigre se anida
También el hombre lo pasa,
Y no quería que en las casas
Me rodiara la partida.

247

Pues aun cuando vengan ellos
Cumpliendo con su deberes,
Yo tengo otros pareceres,
Y en esa conduta vivo:
Que no debe un gaucho altivo
Peliar entre las mujeres.

248

Y al campo me iba solito,
Más matrero que el venao,
Como perro abandonao
A buscar una tapera,
O en alguna vizcachera
Pasar la noche tirao.

249

Sin punto ni rumbo fijo
En aquella inmensidá,
Entre tanta escuridá
Anda el gaucho como duende;
Allí jamás lo sorpriende
Dormido, la autoridá.

250

Su esperanza es el coraje,
Su guardia es la precaución,
Su pingo es la salvación,
Y pasa uno en su desvelo,
Sin más amparo que el cielo
Ni otro amigo que el facón.

(...)

251

Ansí me hallaba una noche
Contemplando las estrellas,
Que le parecen más bellas
Cuanto uno es más desgraciao,
Y que Dios las haiga criao
Para consolarse en ellas.

252

Les tiene el hombre cariño
Y siempre con alegría
Ve salir las Tres Marías;
Que si llueve, cuanto escampa,
Las estrellas son la guía
Que el gaucho tiene en la pampa.

253

Aquí no valen dotores,
Sólo vale la esperiencia;
Aquí verían su inocencia
Esos que todo lo saben,
Porque esto tiene otra llave
Y el gaucho tiene su cencia.

254

Es triste en medio del campo
Pasarse noches enteras
Contemplando en sus carreras
Las estrellas que Dios cría,
Sin tener más compañía
Que su delito y las fieras.

255

Me encontraba como digo,
En aquella soledá,
Entre tanta escuridá,
Echando al viento mis quejas,
Cuando el grito del chajá
me hizo parar las orejas.

256

Como lunbriz me pegué
Al suelo para escuchar;
Pronto sentí retumbar
Las pisadas de los fletes,
Y que eran muchos jinetes
Conocí sin vacilar.


257

Cuando el hombre está en peligro
No debe tener confianza;
Ansí tendido de panza
Puse toda mi atención
Y ya escuché sin tardanza
Como el ruido de un latón.

258

Se venían tan calladitos
Que yo me puse en cuidao;
Tal vez me hubieran bombiao
Y ya me venían a buscar;
Mas no quise disparar,
Que eso es de gaucho morao.

259

Al punto me santigüé
Y eché de giñebra un taco;
Lo mesmito que el mataco
Me arroyé con el porrón;
-Si han de darme pa tabaco-,
Dije,-ésta es güena ocasión-.

260

Me refalé las espuelas,
Para no peliar con grillos;
Me arremangué el calzoncillo,
Y me ajusté bien la faja,
Y en una mata de paja
Probé el filo del cuchillo.

261

Para tenerlo a la mano
El flete en el pasto até,
La cincha le acomodé,
Y, en un trance como aquél,
Haciendo espaldas en él
Quietito los aguardé.

262

Cuando cerca los sentí,
Y que ahí no más se pararon,
Los pelos se me erizaron
Y, aunque nada vían mis ojos,
-No se han de morir de antojo-,
Les dije, cuando llegaron.

263

Yo quise hacerles saber
Que allí se hallaba un varón;
Les conocí la intención
Y solamente por eso
Es que les gané el tirón,
Sin aguardar voz de preso.

264

-Vos sos un gaucho matrero-
Dijo uno, haciéndose el güeno.
-Vos mataste un moreno
Y otro en una pulpería,
Y aquí está la polecía
Que viene a ajustar tus cuentas;
Te va alzar por las cuarenta
Si te resistís hoy día.

265

-No me vengan-, contesté,
-Con relación de dijuntos;
Esos son otros asuntos;
Vean si me pueden llevar,
Que yo no me he de entregar,
Aunque vengan todos juntos-.

266

Pero no aguardaron más
Y se apiaron en montón;
Como a perro cimarrón
Me rodiaron entre tantos;
Ya me encomendé a los Santos,
Y eché mano a mi facón.

267

Y ya vide el fogonazo
De un tiro de garabina,
Mas quiso la suerte indina
De aquel maula, que me errase,
Y ahí no más lo levantase
Lo mesmo que una sardina.

268

A otro que estaba apurao
Acomodando una bola,
Le hice una dentrada sola
Y le hice sentir el fierro,
Y ya salió como el perro
Cuando le pisan la cola.

269

Era tanta la aflición
Y la angurria que tenían,
Que tuitos se me venían,
Donde yo los esperaba;
Uno al otro se estorbaba
Y con las ganas no vían.

270

Dos de ellos que traiban sables
Mas garifos y resueltos,
En las hilachas envueltos
Enfrente se me pararon,
Y a un tiempo me atropellaron
Lo mesmo que perros sueltos.

271

Me fuí reculando en falso
Y el poncho adelante eché,
Y en cuanto le puso el pie
Uno medio chapetón,
De pronto le di un tirón
Y de espaldas lo largué



272

Al verse sin compañero
El otro se sofrenó;
Entonces le dentré yo,
Sin dejarlo resollar,
Pero ya empezó a aflojar
Y a la pu...n...ta disparó.

273

Uno que en una tacuara
Había atao una tijera,
Se vino como si juera
Palenque de atar terneros,
Pero en dos tiros certeros
Salió aullando campo ajuera.

274

Por suerte en aquel momento
Venía coloriando el alba
Y yo dije: -Si me salva
La Virgen en este apuro,
En adelante le juro
Ser más güeno que una malva-.

275

Pegué un brinco y entre todos
Sin miedo me entreveré;
Hecho ovillo me quedé
Y ya me cargo una yunta,
Y por el suelo la punta
De mi facón les jugué.

276

El más engolosinao
Se me apió con un hachazo;
Se lo quité con el brazo;
De no, me mata los piojos;
Y antes de que diera un paso
Le eché tierra en los dos ojos.

277

Y mientras se sacudía
Refregándose la vista,
Yo me le fui como lista
Y ahi no más me le afirmé,
Diciéndole: -Dios te asista-,
Y de un revés lo voltié.

278

Pero en ese punto mesmo
Sentí que por las costillas
Un sable me hacía cosquillas
Y la sangre me heló;
Dende ese momento yo
Me salí de mis casillas.

279

Di para atrás unos pasos
Hasta que pude hacer pie;
Por delante me lo eché
De punta y tajos a un criollo;
Metió la pata en un hoyo,
Y yo al hoyo lo mandé.

280

Tal vez en el corazón
Le tocó un Santo bendito
A un gaucho, que pegó el grito
Y dijo:-!Cruz no consiente
Que se cometa el delito
De matar ansí a un valiente!-

281

Y ahi no más se me aparió,
Dentrándole a la partida;
Yo les hice otra embestida
Pues entre dos era robo;
Y el Cruz era como lobo
Que defiende su guarida.

282

Uno despachó al infierno
De dos que lo atropellaron;
Los demás remoliniaron,
Pues íbamos a la fija,
Y a poco andar dispararon
Lo mesmo que sabandija.

283

Ahí quedaron largo a largo
Los que estiraron la jeta;
Otro iba como maleta,
Y Cruz de atrás les decía:
-Que venga otra polecía
A llevarlos en carreta-.

284

Yo junté las osamentas,
Me hinqué y les recé un Bendito,
Hice una cruz de un palito
Y pedí a mi Dios clemente
Me perdonara el delito
De haber muerto tanta gente.

285

Dejamos amotonaos
A los pobres que murieron;
No sé si los recogieron,
Porque nos fuimos a un rancho,
O si tal vez los caranchos
Ahi no más se los comieron.

286

Lo agarramos mano a mano
Entre los dos al porrón:
En semejante ocasión
Un trago a cualquiera encanta;
Y Cruz no era remolón
Ni pijotiaba garganta.

287

Calentamos los gargueros
Y nos largamos muy tiesos,
Siguiendo siempre los besos
Al pichel, y por mas señas,
Íbamos como cigüeñas
Estirando los pescuezos.

288

-Yo me voy-, le dije,-amigo,
Donde la suerte me lleve,
Y si es que alguno se atreve,
A ponerse en mi camino,
Yo seguiré mi destino,
Que el hombre hace lo que debe.

289

-Soy un gaucho desgraciao,
No tengo donde ampararme,
Ni un palo donde rascarme,
Ni un árbol que me cubije:
Pero ni aún esto me aflige
Porque yo sé manejarme.

290

-Antes de cair al servicio,
Tenia familia y hacienda;
Cuando volví, ni la prenda
Me la habían dejao ya.
Dios sabe en lo que vendrá
A parar esta contienda.-


C R U Z

X


291

-Amigazo, pa sufrir
Han nacido los varones;
Estas son las ocasiones
De mostrarse un hombre juerte,
Hasta que venga la muerte
Y lo agarre a coscorrones.

292

El andar tan despilchao
Ningún mérito me quita;
Sin ser un alma bendita
Me duelo del mal ajeno:
Soy un pastel con relleno
Que parece torta frita.

293

Tampoco me faltan males
Y desgracias, le prevengo;
También mis desdichas tengo,
Aunque esto poco me aflige:
Yo sé hacerme el chango rengo
Cuando la cosa lo esige.

294

Y con algunos ardiles
Voy viviendo, aunque rotoso;
A veces me hago el sarnoso
Y no tengo ni un granito,
Pero al chifle voy ganoso
Como panzón al maíz frito.

295

A mí no me matan penas
Mientras tenga el cuero sano;
Venga el sol en el verano
Y la escarcha en el invierno
Si este mundo es un infierno,
¿Por qué afligirse el cristiano?

(...)


LA VUELTA DE MARTÍN FIERRO
(FRAGMENTOS)

I

396

Atención pido al silencio
Y silencio a la atención,
Que voy en esta ocasión,
Si me ayuda la memoria,
A mostrarles que a mi historia
Le faltaba lo mejor.

397

Viene uno como dormido
Cuando vuelve del desierto;
Veré si a esplicarme acierto
Entre gente tan bizzarra
Y si al sentir la guitarra
De mi sueño me despierto.

398

Siento que mi pecho tiembla,
Que se turba mi razón,
Y de la vigüela al son
Imploro a la alma de un sabio
Que venga a mover mi labio
Y alentar mi corazón

399

Si no llego a treinta y una
De fijo en treinta me planto,
Y esta confianza adelanto
Porque recibí en mi mismo,
Con el agua del bautismo,
La facultá para el canto.

400

Tanto el pobre como el rico
La razón me la han de dar;
Y si llegan a escuchar
Lo que esplicaré a mi modo,
Digo que no han de rair todos:
Algunos han de llorar.

401

Mucho tiene que contar
El que tuvo que sufrir,
Y empezaré por pedir
No duden de cuanto digo;
Pues debe creerse al testigo
Si no pagan por mentir.

402

Gracias le doy a la virgen,
Gracias le doy al señor,
Porque entre tanto rigor
Y habiendo perdido tanto,
No perdí mi amor al canto
Ni mi voz como cantor.

403

Que cante todo viviente
Otorgó el Eterno Padre;
Cante todo el que le cuadre
Como lo hacemos los dos
Pues sólo no tiene voz
El ser que no tiene sangre.

404

Canta el pueblero... y es pueta;
Canta el gaucho... y, !ay Jesús!,
Lo miran como avestruz,
Su inorancia los asombra;
Mas siempre sirven las sombras
Para distinguir la luz.

405

El campo es del inorante,
El pueblo del hombre estruido;
Yo que en el campo he nacido
Digo que mis cantos son
Para los unos... sonidos,
Y para otros... intención.

406

Yo he conocido cantores
Que era un gusto el escuchar;
Mas no quieren opinar
Y se divierten cantando;
Pero yo canto opinando,
Que es mi modo de cantar.


407

El que va por esta senda
Cuanto sabe desembucha,
Y aunque mi cencia no es mucha,
Esto en mi favor previene;
Yo se el corazón que tiene
El que con gusto me escucha.

408
Lo que pinta este pincel
Ni el tiempo lo ha de borrar;
Ninguno se ha de animar
A corregirme la plana;
No pinta quien tiene gana
Sino quien sabe pintar.

409

Y no piensen los oyentes
Que del saber hago alarde;
He conocido aunque tarde,
Sin haberme arrepentido,
Que es pecado cometido
El decir ciertas verdades.

410

Pero voy en mi camino
Y nada me ladiará;
He de decir la verdá;
De naides soy adulón;
Aquí no hay imitación;
Esta es pura realidá.

411

Y el que me quiera enmendar
Mucho tiene que saber;
Tiene mucho que aprender
El que me sepa escuchar;
Tiene mucho que rumiar
El que me quiera entender.

412

Más que yo y cuantos me oigan,
Más que las cosas que tratan,
Más que los que ellos relatan,
Mis cantos han de durar;
Mucho ha habido que mascar
Para echar esta bravata.

413

Brotan quejas de mi pecho,
Brota un lamento sentido;
Y es tanto lo que he sufrido
Y males de tal tamaño
Que reto a todos los años
A que traigan el olvido.

414

Ya verán si me despierto
Cómo se compone el baile;
Y no se sorprenda naides
Si mayor fuego me anima;
Porque quiero alzar la prima
Como pa tocar al aire.

415

Y con la cuerda tirante
Dende que ese tono elija,
Yo no he de aflojar manija
Mientras que la voz no pierda,
Si no se corta la cuerda
O no cede la clavija.

416

Aunque rompí el estrumento
Por no volverme a tentar,
Tengo tanto que contar
Y cosas de tal calibre,
Que Dios quiera que se libre
El que me enseñó a templar

417

De naides sigo el ejemplo,
Naides a dirigirme viene;
Yo digo cuanto conviene,
Y el que en tal güeya se planta,
debe cantar, cuando canta,
Con toda la voz que tiene

418

He visto rodar la bola
Y no se quiere parar;
Al fin de tanto rodar
Me he decidido a venir
A ver si puedo vivir
Y me dejan trabajar.

419

Sé dirigir la mansera
Y también echar un pial;
Sé correr en un rodeo,
Trabajar en un corral;
Me sé sentar en un pértigo
Lo mesmo que en un bagual

420

Y enpriéstenmé su atención
Si ansí me quieren honrar
De no, tendré que callar,
Pues el pájaro cantor
Jamás se para de cantar
En árbol que no da flor

421

Hay trapitos que golpiar
Y de aquí no me levanto;
Escúchenme cuando canto
Si quieren que desembuche:
Tengo que decirles tanto
Que les mando que me escuchen.

422

Déjenmé tomar un trago:
Estas son otras cuarenta
Mi garganta está sedienta,
Y de esto no me abochorno,
Pues el viejo, como el horno,
Por la boca se calienta.

(…)



FUENTES CONSULTADAS

Bibliotecas virtuales.com

Taringa

Biografias y vidas


1 comentario:

  1. Está buenísimo, amiga, esto nos ayudará bastante para el trabajo. Felicitaciones

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